Checos y eslovacos conmemoraron el lunes el 25º aniversario de su "separación de terciopelo", la escisión en buenos términos de Checoslovaquia en dos Estados independientes, ocurrida en 1993.
La división de Checoslovaquia siguió a la "Revolución de terciopelo" de 1989 que puso fin al régimen comunista e introdujo la democracia.
La escisión no fue una reacción a una demanda popular ni a un referéndum, se debió más bien a la incapacidad de los negociadores para cerrar un acuerdo de participación satisfactorio en el nuevo contexto democrático.
El primer ministro checo, Andrej Babis, natural de Eslovaquia, habló el lunes por teléfono con su homólogo eslovaco, Robert Fico. Este último se refirió en Facebook a un "ejemplo sin precedente de una escisión afable de una república federal".
Cientos de checos y de eslovacos se congregaron en la cumbre del Velka Javorina, en la frontera entre Eslovaquia y la República Checa, una tradición anual que se remonta a 1845.
Desde 1992, estas reuniones adquirieron un cariz de protesta contra la división.
"No teníamos ningún problema con seguir juntos sino con saber cómo seguir juntos", explicó a la AFP el exministro eslovaco de Relaciones Exteriores Milan Knazko.
Según sondeos recientes, alrededor de la mitad de los eslovacos se declaran contentos con la independencia pero, en 1990, apenas un 10% de ellos la deseaban mientras que en el lado checo, solo el 5% de la población anhelaba la separación.
"Checoslovaquia no se hundió como la Unión Soviética, ni se desgarró como la ex Yugoslavia, simplemente se dividió", recalcó Knazko.
Knazko participó en la delegación eslovaca que negoció con los checos en el verano de 1992.
Tras el divorcio, ambos países mantuvieron estrechas relaciones comerciales y su cooperación política en foros como el grupo de Visegrado.
Ambos son miembros de la OTAN y accedieron a la Unión Europea en 2004. Cinco años después, Eslovaquia adoptó el euro.