La incierta carrera por la presidencia inició en Chile tras el cierre a medianoche del lunes de la inscripción de los candidatos de distintos bloques políticos, en una contienda que estará marcada por mayores demandas sociales y la redacción de una nueva Constitución para el mayor productor mundial de cobre.
El bloque oficialista de centroderecha y la coalición de izquierda del Frente Amplio y el Partido Comunista fueron los pioneros en inscribir sus candidatos a través de unas primarias que se realizaron en julio.
Pero en la contienda para el 21 de noviembre se sumaron otros siete contendores con diversas visiones sobre cómo debe ser el futuro del modelo que permitió el auge económico de las últimas décadas pero que también profundizó la desigualdad.
“Es probable que las elecciones pasen a una segunda vuelta competitiva el 19 de diciembre en la que la izquierda esté bien posicionada para capitalizar la demanda de cambio”, dijo Eurasia Group en un reporte.
Chile, que fue una de las naciones latinoamericanas más estables, se vio sacudida por masivas protestas contra la desigualdad a fines del 2019, lo que derivó en un amplio acuerdo político y referendo que favoreció redactar una nueva carta magna.
El exdirigente estudiantil y diputado de 35 años Gabriel Boric, quien venció en primarias al alcalde comunista capitalino Daniel Jadue, ha sido uno de los impulsores del cambio y ha prometido una profunda transformación.
Sin embargo, el bloque deberá enfrentar a la Lista del Pueblo, un movimiento popular originado tras las protestas y que logró una importante representación en la asamblea que redacta la nueva Constitución.
Tras varios problemas internos, el variopinto conglomerado decidió respaldar al independiente mapuche Diego Ancalao como su candidato a la silla del palacio presidencial de La Moneda.
“Estamos aquí para construir un nuevo proceso democrático, para sanar las heridas en todos los procesos sociales y para cambiar Chile”, señaló Ancalao tras ser proclamado como abanderado del movimiento.
La campaña ocurrirá mientras la asamblea, dominada por independientes y donde fueron derrotados los partidos tradicionales, trabaja en redactar una nueva carta magna para reemplazar la heredada de la dictadura de Augusto Pinochet.
Mantener el poder
En contraparte, el independiente y exministro Sebastián Sichel es el abanderado de la centroderecha oficialista que tendrá que luchar para mantener a sus aliados unidos y así tener oportunidad de seguir en el poder por los próximos cuatro años.
El exfuncionario ha prometido algunos ajustes pero manteniendo la esencia de libre mercado y fortaleciendo el crecimiento económico.
“Hay mucha incertidumbre. Esta vez tendría mucho cuidado al hacer proyecciones. Hay demasiadas cosas sucediendo a la vez aquí. Va a ser interesante, podría pasar algo inesperado”, dijo el analista Kenneth Bunker de la consultora Tresquintos.
Pero los votos de la derecha más conservadora también serán disputados por el excongresista José Antonio Kast, que convoca, entre otros, a los simpatizantes de Pinochet. En el 2017, el candidato logró un 7.93% de los votos.
En el centro, la presidenta del Senado y democratacristiana Yasna Provoste, se impuso el sábado en una consulta de la coalición de partidos que gobernó mayormente al país desde el retorno a la democracia, pero que sufrió un duro revés en la elección de los redactores de la nueva carta magna.
El pacto tuvo varios problemas en su definición de candidatos, incluyendo que el centrista y cuatro veces candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami decidió inscribirse por separado para los comicios.
El nuevo presidente será encargado de dirigir al país en momentos en que se recupera paulatinamente del impacto de la pandemia de coronavirus y con las crecientes demandas sociales de bienestar que serían canalizadas en parte a través de la nueva carta magna.
El nuevo presidente “va a ser una figura muy simbólica con solo inaugurar la nueva Constitución y representar un cambio de épocas”, señaló Bunker.