Un equipo internacional de científicos ha identificado una molécula capaz de estimular la reparación del daño oxidativo del ADN, un avance que podría ser útil para prevenir lesiones asociadas al envejecimiento y a patologías como el alzhéimer, el cáncer o las enfermedades cardiovasculares.
El hallazgo es una colaboración entre el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto Karolinska (Suecia), en el que han participado investigadores del Instituto de Salud Carlos III, del CIBER de Enfermedades Raras, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y del Instituto de Investigación Hospital Universitario La Paz (IdiPaz).
El estudio, publicado en la revista Science, muestra que la molécula identificada ayuda a la proteína que repara este tipo de lesiones genéticas a cumplir su función de una manera distinta y más eficiente.
En concreto, cuando está presente, esta molécula es capaz de darle a la proteína OGG1 una nueva función enzimática.
Así, cuando el ADN de las células se ve dañado por procesos oxidativos entra en acción OGG1, que reconoce, se une y elimina del ADN una de las lesiones mutagénicas más comunes: 8-oxoG.
“Estas acciones son de vital importancia para que se complete el proceso de reparación de 8-oxoG en pasos posteriores”, asegura Carlos Benítez-Buelga, investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols (IIBM-CSIC-UAM) y primer firmante del trabajo.
“La utilización de una pequeña molécula, denominada TH10785, aumenta la actividad de la enzima diez veces y genera una función nueva. Esto se consigue gracias a las interacciones que se producen entre la molécula y dos aminoácidos clave del centro activo de OGG1. Así pues, esta molécula funcionaría como un catalizador de la enzima”, añade el investigador.
La investigación es importante porque la nueva molécula podría emplearse para prevenir las lesiones que se acumulan en el ADN como consecuencia del envejecimiento o de algunas enfermedades.
Además, se trata del primer ejemplo de una molécula con la que se consigue ‘enseñar’ una función nueva a un enzima de reparación del ADN y que la vuelve más eficiente, destacan los autores.
Este segundo concepto podría abrir una nueva vía de investigación para el desarrollo de fármacos en el que el uso de pequeñas moléculas no estaría solo restringido a la búsqueda de moléculas inhibidoras o activadoras de una determinada función enzimática, sino también a la adquisición de nuevas funciones que conviertan a una enzima de reparación convencional en una versión mejorada de la misma, concluye el estudio.