La feria mundial de Dubái, un lugar atestado de novedades tecnológicas como robots parlantes y marquesinas solares, intentó ser el futuro. Ahora es el pasado.
Expo 2020, la feria demorada por la pandemia en Emiratos Árabes Unidos (EAU), cerró el jueves después de ocho años de anticipación, inversiones de más de US$ 7,000 millones, 240 millones de horas de trabajo y seis meses de festividades.
La suerte del sitio está clara. Se demolerán algunos pabellones nacionales. Otros perdurarán, como una enorme cúpula en filigrana y el pabellón de los EAU con forma de halcón. Otros edificios aguardan reformas para un nuevo distrito de empresas que se elevará en el lugar.
Pero el legado profundo del evento resulta ser más esquivo.
Cuando Dubái ganó la licitación para la sede de la Expo en el 2013, cundió una sensación de renacimiento. Apenas cuatro años antes, la deslumbrante ciudad-Estado había sufrido un crack inmobiliario durante la Gran Recesión y necesitó un rescate de US$ 20,000 millones de Abu Dabi.
Al recuperarse con creces los precios de la propiedad raíz, la Expo —la primera feria mundial en Medio Oriente— pareció ser la señal de que los problemas de Dubái quedaban atrás. Los pronósticos oficiales eran brillantes. El “show más grande del mundo” atraería a 25 millones de espectadores. Generaría US$ 33,400 millones en inversiones hasta el 2031. Proyectaría a Dubái al nivel superior de los centros financieros globales.
Pero al fin y al cabo, los miles de millones de dólares, el frenesí de las construcciones fantásticas y las andanadas de publicidad resultaron impotentes frente a la pandemia de coronavirus, que obligó a Dubái a aplazar el evento por un año.
“Sin duda no logró lo que esperaban las autoridades”, dijo el economista James Swanston de Capital Economics. “Había pronósticos extremadamente optimistas de que Expo impulsaría cinco a diez años de crecimiento inmobiliario y de negocios, y el COVID trastornó todo”.
Dubái se apresuró a aplicar la vacuna de manera generalizada para poder abrir sus fronteras y mitigar las restricciones del virus, lo que le granjeó fama de paraíso festivo para los turistas ávidos de huir de las cuarentenas.
La feria ha registrado un total de 23 millones de visitas, una cifra asombrosa si no se debiera en gran medida a las visitas reiteradas de los habitantes de la ciudad. Los empleados públicos recibían seis días de licencia paga para visitarla. Las escuelas multiplicaban sus visitas.
Mientras los conciertos incluían un puñado de nombres estelares como Coldplay y Alicia Keys, los fans acudían en multitud a espectáculos orientados específicamente a sus culturas. Estrellas del K-pop, cantantes de Bollywood y un ídolo del pop iraní atraían a miles.