Por Lionel Laurent
Nutella, nuestra amada crema de avellanas, es un ejemplo clásico de los beneficios y los costos de la globalización.
Unas 400,000 toneladas son producidas cada año por una cadena de suministro que abarca casi todos los continentes. Los ingredientes clave como el cacao, las avellanas y el aceite de palma se obtienen de África, Medio Oriente y Asia, y los países productores se jactan de sacar a su gente de la pobreza.
Sin embargo, esa red ha tenido consecuencias. Acusaciones de trabajo infantil en las granjas de avellanas en Turquía empujaron a la empresa matriz de Nutella, Ferrero, a aumentar la trazabilidad de sus suministros en el 2019.
La veloz expansión de la producción de aceite de palma en Indonesia y Malasia se ha dado a expensas de vastas extensiones de selva tropical, que Ferrero intenta contrarrestar con abastecimiento sustentable y monitoreo satelital de áreas forestales. Ahora, ecologistas y ciertos agricultores se quejan del impacto de la empresa al trasladar parte de la producción a Italia.
Este es un alimento básico del desayuno que, incluso cuando se esfuerza por mantener un control cada vez más estricto de los suministros, parece recibir muchas críticas políticas.
Nutella es solo uno de los muchos recordatorios de que las cadenas de suministro multinacionales están en el centro de luchas globales como aquella contra el cambio climático y el esfuerzo por erradicar los abusos contra los derechos humanos. Y, sin embargo, esta responsabilidad todavía parece tomar por sorpresa a las empresas.
La necesidad de que las empresas miren más allá de su puerta y analicen todos los aspectos de su producción ha sido una característica de la cumbre COP26, donde los productores de aceite de palma se encontraban entre cien países que se comprometieron a detener y revertir la deforestación para el 2030.
El tema también ha sido central durante la pandemia de COVID-19, ya que ponen en peligro a los trabajadores esenciales por un salario bajo. A juzgar por las luchas por mantener abastecidos los estantes de los supermercados en la recuperación actual, las vulnerabilidades de la cadena de suministro aún se sienten.
Aunque los negocios han tenido un gran progreso desde el cambio de siglo —cuando tomaron forma los principios para la inversión responsable—, es hora de subir el nivel.
La tarea, en primer lugar, corresponde a los legisladores. Los principios y normas voluntarios deberían dar paso a una legislación que impulse a las empresas en los temas de las cadenas de suministro que son complejos, opacos y largos. Parece que hay una falla al momento de mirar más allá de los supuestos proveedores directos de nivel 1 de las empresas, el eslabón final de la cadena, según John Sherman, de Harvard Kennedy School. Eso significa que los problemas de ahí en adelante se ignoran.
Se han propuesto requisitos obligatorios de debida diligencia en el Reino Unido y la Unión Europea; el primero amenaza con multas para las empresas que utilizan productos vinculados a la deforestación ilegal, y el segundo busca un enfoque más amplio para castigar los daños ambientales y humanos.
Pero el objetivo de la nueva legislación debería ser mantener los beneficios de la globalización mientras se reducen sus daños, en lugar de simplemente crear el martillo más grande con el que golpear a las empresas.
Los Gobiernos deberían ayudar a las empresas haciendo cumplir sus propias leyes y principios sobre los derechos humanos y el medio ambiente. Los legisladores no deben dejar de intervenir en la forma en que se manejan las empresas, por ejemplo, exigiendo más producción onshore o cambiando las reglas de gobernanza corporativa.
También debería haber apoyo disponible para las pequeñas y medianas empresas, que podrían oponerse justificadamente al mayor costo relativo de las auditorías de la cadena de suministro.
Un estudio de los estándares de productos en los mercados emergentes estimó el costo de cumplimiento en US$ 425,000 por empresa. Esto puede ser proporcionado indirectamente por Gobiernos o empresas más grandes que pueden permitirse gastar más para mejorar los estándares de los proveedores.
Las empresas expresarán naturalmente su resistencia: un escrutinio minucioso de las cadenas de suministro puede revelar sorpresas desagradables. Es probable que más reglas generen costos más altos. Pero al mismo tiempo, las empresas también deben darse cuenta de que, al final, esto les beneficiará. Términos más justos protegerán el suministro y también impulsarán la demanda de los consumidores.
Cuanta más confianza podamos depositar en cómo llegó nuestro desayuno a la mesa, más fe depositarán los consumidores en los productos mismos. Levantar la tapa para revelar los riesgos de la cadena de suministro debería significar que se abren más frascos (ahora reutilizables) de Nutella. A veces, hacer el bien en los negocios es simplemente un buen negocio.