Empresas, gobiernos y personas de todo el mundo, como muestra una encuesta publicada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), coinciden en la necesidad urgente de alcanzar un tratado global para luchar contra la contaminación plástica, que esta semana comienza a debatirse en Naciones Unidas.
Un sondeo realizado a más de 20,000 personas de 28 países indica que un 90% de los encuestados quiere este tratado, y un 85% de los consultados considera que las propias empresas productoras de plásticos deben ser responsables de la reducción de su uso y el reciclaje de estos materiales.
Un 82% de los encuestados por WWF -que también ha recogido dos millones de firmas de apoyo- desean reducir lo más posible el plástico en los productos que consumen a diario, señala un sondeo que destaca a México (un 96%), China (95%) y Perú (95%) como los países donde más gente quiere limitar esta producción.
Al mismo tiempo, 156 países miembros de las Naciones Unidas, entre ellos España, han expresado públicamente su apoyo para la creación de un primer acuerdo legalmente vinculante de limitación de los plásticos, que podría alcanzarse en la inminente Asamblea Medioambiental de la ONU, del 28 de febrero al 2 de marzo en Nairobi.
Un centenar de empresas, entre ellas multinacionales como Coca-Cola, Pepsi o Ikea, también han mostrado recientemente en un comunicado conjunto su apoyo a la iniciativa que se negocia desde esta semana en el seno de la ONU, y que parte con el objetivo básico de detener la contaminación plástica de los mares antes del 2030.
Unas islas plásticas que asustan
WWF advierte que la contaminación de plásticos, con gigantescas “islas” de estos materiales en océanos como el Atlántico o el Pacífico y 21 toneladas vertidas a los mares cada minuto, plantea un panorama “aterrador”.
“El ritmo de producción de los plásticos crece a una velocidad de vértigo, la gran mayoría de ellos acaban en el medio ambiente y el impacto que esto genera a nivel ecológico, económico y sociológico es enorme, por eso no podemos esperar” alertó el director de la campaña de WWF contra estos materiales, John Duncan.
Esperar a la siguiente asamblea medioambiental de la ONU, dentro de dos años, significaría dejar pasar un tiempo “en el que se verterán 35 millones de toneladas de plásticos en nuestras aguas”, advirtió el experto.
El frágil estado actual de los ecosistemas marinos, cuya supervivencia se encuentra seriamente amenazada, ha aumentado la presión sobre la necesidad de firmar este acuerdo.
Según un reciente estudio publicado por WWF, un 88% de las especies marinas están afectadas por la grave contaminación con plásticos que sufren los océanos y muchas de ellas ya tienen estos materiales en su organismo, incluidos animales ampliamente consumidos por el ser humano.
Entre las especies marinas de nuestra cadena alimentaria en las que se ha detectado plástico en el organismo destacan mariscos como el mejillón azul o las ostras, mientras que la quinta parte de las marcas de sardinas enlatadas contienen esas partículas, advertía al respecto WWF.
La industria plástica no quiere parar
Los estudios de la organización vaticinan que si no se toman medidas la producción de plásticos se duplicará para el 2040, lo que provocará que los desechos de estos materiales en el océano se cuadripliquen hacia mitad de siglo, ocupando una extensión se la superficie marina dos veces y media más grande que Groenlandia.
Muchos defensores del posible tratado proponen fijar con él unos estándares globales para la regulación de la contaminación plástica que contemplen todas las fases de producción, no sólo la gestión de residuos como ya ocurre en otros acuerdos internacionales.
“Las normas incluirían todos los tipos de plásticos, aunque una vez que el proyecto tenga luz verde por parte de la ONU se decidirá qué tipos de plásticos son los más peligrosos y si es necesario aplicar una prohibición global sobre algunos de ellos”, apuntó Duncan.
Desde WWF proponen un sistema parecido al Acuerdo de París sobre el cambio climático en el que cada país desarrolle sus propios planes nacionales de acción bajo una serie de reglas universales.
En cuanto al efecto inmediato que supondría la puesta en marcha del acuerdo, Duncan reconoce que a corto plazo el precio de los productos plásticos subiría en torno a un 1.6% pero afirma que, si se cuantifica de forma más amplia, el impacto de la polución plástica produce un coste económico mucho mayor, que asumen actualmente los gobiernos y las sociedades.