Para el fondo de cobertura Mason Capital Management LLC, gran parte de lo que aqueja a la farmacéutica Grifols SA puede achacarse a un hombre: Tomás Dagá. Pero para la empresa, Dagá es alguien que ha ayudado a transformar una pequeña compañía de hemoderivados en un líder mundial.
A medida que Grifols sale de un intento de adquisición fallido por parte de Brookfield Asset Management, la atención se centra cada vez más en el papel entre bastidores que Dagá desempeña en la empresa. Socio del bufete de abogados Osborne Clarke, que asesora a Grifols en todos los asuntos legales, Dagá ha sido un miembro fijo del consejo de la farmacéutica durante décadas, dirigiendo su estrategia.
Antiguo amigo de la familia Grífols, Dagá está ahora en el punto de mira de Mason, que quiere expulsarlo de un consejo reconstituido. El fondo lo acusa de conflicto de intereses y de actuar en el consejo como representante de la familia, que posee alrededor del 35% del fabricante homónimo de medicamentos para enfermedades como la hepatitis y la hemofilia.
“Según se dice, es complicado trabajar con él y tiene una personalidad desbordada”, señaló en una entrevista poco habitual Kenneth M. Garschina, cofundador de Mason, con sede en Nueva York. “Dagá de hecho ha alejado a otras firmas que querían asesorar al consejo y a la empresa; es un socio que cobra honorarios en Osborne Clarke. Como resultado de esto, la asignación de capital se ha gestionado mal”.
Dagá declinó hacer comentarios sobre las acusaciones de Mason, pero dijo que había puesto su cargo a disposición del consejo y éste había votado a favor de que se quedara. “Seguiré trabajando para el consejo de Grifols y para la compañía mientras esté vivo y bien”, afirmó en una entrevista Dagá, que se jubilará de Osborne Clark el 31 de diciembre. “Si me echan, me iré a casa”.
Mason no es el primer inversionista que llama la atención sobre el abogado de 68 años. En mayo, en su tercer informe sobre Grifols, Gotham City Research LLC, una firma de análisis con sede en Nueva York vinculada con vendedores en corto, se refirió a lo que dijo que eran las funciones contradictorias de Dagá como miembro del consejo, abogado de Grifols y accionista de Scranton Enterprises, un family office que posee una participación en la farmacéutica y al que su bufete de abogados ha prestado dinero. En su primer informe de enero, Gotham acusó a Grifols de mala gobernanza e irregularidades contables.
Scranton declinó hacer comentarios sobre el informe de Gotham, mientras que Grifols rechaza las acusaciones y demandó al vendedor en corto en un tribunal de Nueva York, un caso que está en curso. No obstante, el informe de Gotham desencadenó uno de los peores años en la historia de la farmacéutica fundada hace más de un siglo en Barcelona.
Se produjeron cambios en la cúpula directiva; miembros de la familia fueron destituidos de sus puestos ejecutivos, y llegaron personas ajenas a la empresa para dirigir las operaciones. Mientras las acciones de Grifols seguían cayendo, Brookfield entró en escena. El gestor de fondos había estado intentando excluir de bolsa a Grifols en asociación con la familia fundadora, pero la semana pasada abandonó la oferta de € 6,450 millones (US$ 6,800 millones) después de que el consejo de la empresa la rechazara por considerarla demasiado baja.
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Todas estas vicisitudes han aumentado el escrutinio de los inversionistas y los reguladores —en España y por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos— sobre una empresa y una familia que siempre han evitado los focos. La atención también se ha centrado ahora en los problemas que han perseguido a Grifols en los últimos años, desde las acusaciones de Gotham sobre movimientos de activos cuestionables hasta el frenesí de adquisiciones financiado con deuda de la empresa. Ello, a su vez, ha puesto la atención en Dagá, que ha formado parte del consejo de la empresa durante más de 20 años y a quien los inversionistas consideran una figura clave para el grupo.
En un comunicado emitido el miércoles, Mason indicó: “El consejo puede demostrar su independencia de Tomás Dagá aceptando su dimisión”. El fondo presionó para obtener información sobre los honorarios percibidos por Dagá y Osborne Clarke, diciendo que “la continua falta de divulgación hablará por sí misma”. Un portavoz de Grifols señaló que Dagá ha sido reelegido sistemáticamente para el consejo, y que recibió el apoyo de cerca del 90% de los accionistas las dos últimas veces. No hizo comentarios inmediatos sobre la demanda de Mason de revelar los honorarios de Dagá y del bufete de abogados.
Al igual que la familia Grífols, Dagá es oriundo de Cataluña y conoce al ex director ejecutivo Víctor Grífols Roura desde que ambos eran jóvenes.
“He trabajado con Grifols desde 1980″, señaló Dagá. “Yo era muy joven entonces... Grifols era un laboratorio muy pequeño en Parets del Vallès”. Contó que entonces tenía su propio despacho de abogados y era el abogado externo de la empresa, antes de asociarse con Osborne Clark en 1984. La firma se encarga de todos los asuntos legales de Grifols desde que la empresa decidió hace décadas prescindir de un departamento jurídico interno.
Dagá se incorporó al consejo de Grifols en 2000, seis años antes de su salida a bolsa, lo que lo convierte en uno de los consejeros más veteranos de una empresa del índice de referencia español Ibex-35, según datos recopilados por Bloomberg. Ocupó distintos puestos y actualmente figura como “otro consejero externo”, al haber superado el tiempo máximo permitido para ser considerado independiente. Durante su permanencia en el consejo, fue el único consejero que formó parte tanto de la comisión de auditoría como la de retribuciones.
A pesar de su largo mandato, Dagá no es muy conocido en los círculos empresariales españoles, según abogados y banqueros de inversión. Pero para quienes han hecho negocios con Grifols no hay duda de que Dagá desempeña un papel crucial. Según algunos de los principales banqueros de inversión españoles, firma todas las propuestas de grandes operaciones y fue el principal impulsor de la oleada de operaciones financiadas con deuda que llevó a la empresa a ampliar la extracción de sangre en Estados Unidos, Canadá, Europa y Egipto.
El mes pasado, en respuesta a cartas de Mason en las que acusaba al abogado de asignar mal los fondos, Glanzmann, de Grifols, lo defendió diciendo: “Dagá no sólo lideró las transacciones que usted menciona en su carta, sino también algunas otras que han cambiado por completo la trayectoria de crecimiento de la compañía”, en referencia a las compras de Talecris en 2010, Alpha Therapeutics en 2003 y Seracare en 2002.
“Llevo todas las operaciones”, afirmó Dagá, señalando también que tiene “una gran lealtad por la familia, la empresa, los pacientes y los donantes”.
Aunque la expansión a gran escala impulsó el crecimiento de Grifols, el caótico periodo de la pandemia provocó una disminución de la recolección de sangre y puso de manifiesto la enorme carga de deuda de la empresa. A finales del tercer trimestre, la deuda de Grifols —incluidos los arrendamientos financieros— ascendía a € 9,200 millones.
En su carta del 8 de noviembre, Mason Capital destacó el elevado apalancamiento vinculado en gran medida a las adquisiciones como una vulnerabilidad clave que abrió a Grifols al “espurio” ataque de Gotham. Osborne Clark ha asesorado en 16 operaciones desde 2014, según Mason.
Dagá dijo que Mason ha cuestionado su juicio en el pasado, destacando la vez que Garschina —el cofundador del fondo de cobertura— y él, apostaron una cena. El abogado aseguró que Grifols podría realizar una venta en China en un plazo determinado. La empresa logró cerrar el trato y Mason pagó este año una cena para el consejo de Grifols en el 99 Sushi Bar de Barcelona, según Dagá.
Lo que Grifols necesita sobre todo es “tranquilidad”, para trabajar en terapias que salvan vidas, señaló Dagá.
“Eso sólo se conseguirá de dos maneras: o con una exclusión de bolsa o que estos activistas paren”, afirmó.
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