Durante las últimas siete décadas, la familia española Del Pino ha forjado una de las mayores fortunas industriales del mundo a través de su control sobre Ferrovial, constructor de aeropuertos, autopistas y estadios a nivel mundial.
Ahora, un plan para trasladar la sede del grupo a los Países Bajos ha generado un choque entre los herederos del imperio empresarial, ha provocado la ira del Gobierno español y agravado las grietas de una de las mayores fortunas dinásticas de Europa. Una votación crucial sobre la propuesta el jueves podría tener un impacto duradero en el futuro del grupo, que tiene operaciones globales, incluida la gestión del aeropuerto de Heathrow.
Leopoldo del Pino Calvo-Sotelo, hijo del fundador de Ferrovial y hermano del actual presidente Rafael, votará en contra del plan, según reportes de medios que él no ha confirmado ni desmentido. Esta ruptura en la familia, que es colectivamente el mayor accionista del gigante de la construcción, supondría un último giro tras años de tensiones en el clan.
El fundador de Ferrovial, Rafael del Pino y Moreno, apodado el “rey del ladrillo”, murió en 2008 a los 87 años. Desde entonces, sus hijos se han peleado por la operación del imperio. De los cinco hermanos -Rafael, Leopoldo, María, Joaquín y Fernando- tres han cortado parcial o totalmente sus lazos con el grupo que hizo su fortuna.
Los Del Pino tienen ahora un patrimonio neto conjunto de más de US$ 8,000 millones, en gran parte gracias a su participación de aproximadamente el 35% en Ferrovial, según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg.
Un portavoz de Ferrovial dijo que la empresa respetaría la decisión de todos y cada uno de los accionistas. Los representantes de Leopoldo declinaron comentar al respecto.
La razón aparente del plan para migrar a Países Bajos es facilitar la expansión del grupo, aunque la imagen de paraíso fiscal que a veces se da a los Países Bajos ha levantado recelo entre algunos accionistas. La empresa afirma que la medida, que incluirá la cotización de sus acciones en Ámsterdam, le dará acceso a créditos más baratos y la hará más atractiva para los inversores de capital previo a su listado en Estados Unidos.
Norges Bank Investment Management, propietario de una participación del 1.5%, dijo inicialmente que votaría en contra de la operación, alegando, entre otras cosas, su preocupación por las normas holandesas de gobierno corporativo. Pero el miércoles, el fondo noruego dijo que votaría a favor de la propuesta, sin dar una explicación de su cambio.
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Bajo el plan propuesto por Rafael, la empresa cambiaría de sede mediante la llamada fusión inversa, en la que la filial holandesa del grupo, Ferrovial International, absorbería al holding español Ferrovial SA.
Rafael es el mayor accionista de Ferrovial, con una participación del 20.4%, que representa más de tres cuartas partes de su fortuna de US$ 5,400 millones, según cálculos de Bloomberg.
El hombre de 64 años ha adoptado estrategias cuánticas para gestionar su patrimonio personal a través de su oficina familiar en Holanda, Rijn Capital, la cual compró una participación en la aerolínea española de bajo costo Volotea en 2018. Sus tres hijos -Rafael, Juan e Ignacio- ayudan a supervisar la f irma, a la que Maarten Weiss se unió en 2020 como director de inversiones luego de ayudar a administrar parte de la fortuna de la dinastía Brenninkmeijer, detrás de la minorista de ropa C&A, según registros regulatorios.
Leopoldo, de 60 años, posee el 4.25% de Ferrovial. Ha respaldado a una empresa de bienes raíces española dedicada a hoteles de lujo y a una firma que ha comprado acciones de empresas listadas en España -como Telefónica e Iberdrola- a través de su sociedad de inversión, Siemprelara. Se embolsó unos 580 millones de euros (US$ 634 millones) al reducir a la mitad su participación en Ferrovial a principios de 2016. Desde entonces, las acciones de la empresa han subido casi un 40%, y su valor se ha expandido un 280% desde que comenzaron a cotizar en 2004.
Los planes de Rafael de llevarse Ferrovial fuera de España lo han enfrentado a líderes políticos nacionales, incluido el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que cuestionó el compromiso del multimillonario con su país.
Hay empresarios comprometidos con España, pero “no es el caso del señor Del Pino”, dijo Sánchez en marzo. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha acusado a Ferrovial de querer trasladar su sede a Holanda por motivos fiscales.
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Un elemento clave para que el traslado de Ferrovial salga adelante depende de la proporción de accionistas que voten en contra y decidan volver a vender sus acciones a la empresa. El plan, hecho público el 28 de febrero, no puede seguir adelante si Ferrovial tiene que recomprar más del 2.6% de las acciones o gastar más de 500 millones de euros.
La empresa ha ofrecido pagar 26 euros por acción a los tenedores que quieran vender. Con las acciones de Ferrovial cotizando actualmente a más de 27 euros, es posible que muchos no lo hagan. Los accionistas tienen hasta el 13 de mayo para decidir si venden. Una venta por parte de Leopoldo de su participación podría hacer descarrilar el plan de mudanza, aunque no está claro que vaya a exigir que Ferrovial le compre a un precio inferior al que cotizan las acciones.
Creada en 1952, Ferrovial pasó de ser una modesta empresa que instalaba durmientes de ferrocarril a un conglomerado mundial que presta una amplia gama de servicios, desde construcción a aeropuertos y la gestión del agua. Consiguió contratos para los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla y el Guggenheim de Bilbao.
En 2006, los hermanos, que entonces tenían el 58% de Ferrovial, decidieron mantener esa participación a través de una única empresa, Portman Baela, mediante la transferencia de una participación parcial que anteriormente poseía la familia a través del vehículo de inversión Casa de Cartagena Grande.
Aunque la participación unificada significaba que los Del Pino votaban de común acuerdo, pronto surgieron tensiones entre los hermanos sobre cómo debía gestionarse la empresa. La alianza colapsó en 2015, cuando la familia rompió su acuerdo accionario y dividió la participación entre los hermanos. A partir de entonces, cada hermano ejerció sus derechos de voto por separado.
Tras la fractura, Leopoldo vendió la mitad de su participación en Ferrovial y renunció a su puesto en el consejo. Ya había dejado un puesto ejecutivo en 2009, luego de que la unidad que dirigía fuera desinvertida durante la crisis financiera.
Desde entonces, ha sido uno de los críticos más acérrimos de la empresa y ha pedido el cese de varios miembros del consejo a lo largo de los años.
Otro de los hermanos, Fernando, rompió con el family office en 2006 para crear su propia firma de inversión, Myway, y no tiene participación en Ferrovial. Escribe un blog sobre política.
En 2019, Joaquín se convirtió en el último hermano en abandonar el cargo de director, dejando a Rafael, el presidente, y a María, que dirige la fundación, como los únicos miembros de la familia actualmente en el consejo de Ferrovial.
Y ahora, con la votación de este jueves, la familia se encuentra de nuevo en una encrucijada.
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