La duración de la vida en países violentos es menos predecible y la esperanza de vida de los jóvenes puede ser hasta 14 años más corta en comparación con otros Estados pacíficos, según un estudio realizado por un equipo internacional liderado por la Universidad de Oxford y en el que participó el investigador de Ikerbasque en la Universidad española del País Vasco Tim Riffe.
Este estudio, publicado en la prestigiosa revista Sciences Advances, constata que el impacto de la violencia en la mortalidad va más allá de acortar vidas, ya que cuando se vive en un país violento, la ciudadanía tiene también más incertidumbre ante la vida.
Para llegar a estas conclusiones los investigadores utilizaron datos de mortalidad de 162 países y el Índice de Paz Interna entre 2008 y 2017.
Así observaron que los países más violentos también son aquellos con mayor incertidumbre de vida.
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En el caso de Oriente Medio son las muertes relacionadas con el conflicto a edades tempranas las que más contribuyen a la percepción de incertidumbre elevada.
En América Latina advirtieron un patrón similar resultado de los homicidios y de la violencia interpersonal.
En el otro extremo concluyeron que la incertidumbre de vida fue “notablemente baja” entre 2008 y 2017 en la mayoría de los países del norte y sur de Europa.
El estudio también constata que “los ciclos de pobreza, inseguridad y violencia magnifican los patrones estructurales preexistentes de desventaja para las mujeres”.
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Así, los investigadores afirman que en algunos países de América Latina los asesinatos de mujeres han aumentado en las últimas décadas y la exposición a entornos violentos están teniendo “consecuencias sociales y de salud, en particular para niños y mujeres”.
“Si bien los hombres son las principales víctimas directas de la violencia, las mujeres tienen más probabilidades de experimentar sus consecuencias en contextos violentos”, mantienen.
En general, vivir en una sociedad violencia “crea vulnerabilidad e incertidumbre, y eso a su vez puede conducir a un comportamiento más violento”, mantiene este estudio, que “estima una brecha de alrededor de 14 años en la esperanza de vida entre los países menos y más violentos”.
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Riffe considera que es importante mostrar en un “sentido amplio” cuáles son los efectos que la violencia tiene para la salud en la población, con el objetivo de que pueda considerarse un problema de salud pública y por lo tanto puedan desarrollarse programas de prevención.
“La violencia, como causa de muerte, resulta en principio más fácil de prevenir que otras grandes causas, como puede ser el cáncer, y los beneficios de hacerlo son tanto inmediatos como duraderos”, sostiene.
El estudio está basado en el uso masivo de datos y se fundamenta, en parte, en estimaciones de mortalidad modeladas por el proyecto Global Burden of Disease, puesto que muchas de las poblaciones incluidas no tienen información demográfica directa sobre la mortalidad, precisa Ikerbasque en una nota de prensa.
Fuente: EFE
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