Mucha ilusión y felicidad, nervios, emoción, complicidad o “carne de gallina” son algunas de las palabras que usan Pablo Álvarez y Sara García para describir lo que están viviendo desde ayer, cuando fueron elegidos astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA), y optimismo, porque “siempre hay que soñar con todo”.
En una entrevista con EFE, ambos han relatado los momentos antes del anuncio por parte de la ESA en París, del “secreto” mejor guardado, a quién se lo contaron primero y por qué se presentaron al proceso y han hablado de la dureza y exigencia del entrenamiento y del futuro: los dos son optimistas de cara a participar en misiones.
Pablo Álvarez Fernández, ingeniero aeronáutico y de León, como ella, ha sido seleccionado como astronauta de carrera, como titular, y Sara García Alonso, biotecnóloga e investigadora, como suplente.
Álvarez reconoce que para él va a ser un “cambio bastante grande”, pero tiene “muchas ganas de empezar y vivir esta experiencia a tope”.
A partir de ahora empezará un intenso proceso de formación que comenzará en unos meses en el centro de astronautas de la ESA en Colonia (Alemania); este estará dividido en dos años, uno para un entrenamiento básico y otro para uno incremental, más enfocado -explica- a conocer el funcionamiento de la Estación Espacial Internacional y que podría realizar incluso fuera de Europa.
Y después habrá un tercer entrenamiento, más específico para la misión que vaya a realizar.
Álvarez es consciente de que la exploración espacial está viviendo un momento álgido, un ejemplo, la recién lanzada misión Artemis I como antesala de la vuelta de los humanos a la Luna y en un futuro a Marte.
Entre el grupo de los nuevos cinco astronautas titulares podría estar uno de los que participará en los próximos años en las misiones a la Luna, orbitándola y quizás poniendo un pie en su superficie. Al ser preguntado si lo piensa, señala: “es difícil, me quedo sin palabras”.
Cuando conocieron ayer a la promoción de astronautas más veterana de la ESA se habló de esto, de que un europeo pise la Luna, y Álvarez reconoce que al oírlo se le puso “la carne de gallina. Es verdad, pero es un camino larguísimo, hay primero que empezar el entrenamiento, que te asignen una misión y luego veremos. Hay que soñar con todo”.
Sara García, que no tendrá vinculación laboral con la ESA pero sí deberá pasar exámenes médicos anuales por si la agencia la requiere, relata que ayer habló mucho con Mattihas Maurer, un astronauta que no era titular y que terminó viajando a la estación espacial: “estoy abierta, soy optimista, lo pienso como un proceso a largo plazo”.
Lo más duro del largo proceso de selección de 18 meses, indica, fueron las esperas y dice que se presentó porque ve en ser astronauta una profesión que aúna muchas de las cosas que siempre ha buscado: experimentos -ella los hace en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, CNIO-, desarrollo tecnológico, trabajo en equipo, grupos multidisciplinares y aventura.
Álvarez, más vinculado al sector, vio en la convocatoria una oportunidad única, un tren que sólo pasa una vez en la vida. Ella no se lo contó a casi nadie pero él explica que la carta de motivación se la enseñó a todos sus amigos para que “revisaran los puntos y comas”.
Se enteraron del resultado dos horas antes del anuncio, y el por qué ellos y no otros, difícil de explicar, coinciden.
García apunta que hay que tener unas capacidades profesionales, médicas, físicas y técnicas, pero a partir de ahí las variables son muchas. “Hay un poco de suerte también”.
Álvarez declara que si se pusieran todos los candidatos otra vez en la casilla de salida, los 22,500, llegarían al final posiblemente otras 17 personas distintas. “El proceso es tan duro y selectivo que la diferencia entre unos y otros es muy poca”.
Los dos sienten orgullo de que, de los 17 escogidos, 8 sean mujeres y que en el grupo también haya una persona con discapacidad: “el espacio pertenece a todos y no podemos dejar a una gran parte de la población atrás”, resume Álvarez.
El ingeniero aeronáutico cuenta que a quien primero le contó que era astronauta fue a sus padres y la biotecnóloga, que mañana irá al CNIO, a su pareja. Ambos soñaban con ser Pedro Duque y ambos dicen estar vinculados al espacio de alguna manera desde pequeños, desde que observaban el cielo sin contaminación lumínica en pueblos leones, a la caza de estrellas fugaces y constelaciones.