En las afueras de París, una entusiasta muchacha se ilusiona con que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos acaben pronto. Ello obedece a que el club de natación de Lyla Kebbi, de 10 años, heredará una piscina olímpica. Será desmantelada después de los Juegos y trasladada de la sede situada en los rascacielos del distrito financiero a Sevran, una comuna en los suburbios de París menos próspera. ¡La piscina volverá a ser instalada y — voila! — Kebbi y su equipo de natación tendrá una piscina olímpica para zambullirse.
“¡Es increíble!”, expresó Kebbi. “Ojalá que nos traiga suerte”, añadió su madre, Nora.
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Dentro de 100 días, los Juegos Olímpicos de París serán inaugurados con una ambiciosa ceremonia en el río Sena. Pero la primera cita olímpica en la capital de Francia en más de un siglo será evaluada más que un espectáculo deportivo.
Otro barómetro será su impacto en los suburbios marginales alejados de las icónicas atracciones de París.
Con la promesa de generar un impacto social positivo, además de menos contaminación y derroche, la ciudad sinónimo de romance también busca un objetivo bien alto para que futuros Juegos Olímpicos sean más deseables.
Los detractores cuestionan su importancia en un mundo que lidia con el calentamiento global y otras emergencias. Posibles ciudades aspirantes para albergar los Juegos se espantaron tanto que París y Los Ángeles acabaron como las últimas candidatas en 2017, cuando el Comité Olímpico Internacional les otorgó las sédes de 2024 y 2028, respectivamente.
Después de escándalos y el gasto de US$ 13,000 millones por los Juegos de Tokio en 2021 que fueron demorados por la pandemia, las promesas incumplidas de cambios en Río de Janeiro en 2016 y los Juegos de Invierno de 2014 en Sochi, manchados por el dopaje ruso y las invasiones del presidente Vladimir Putin en territorio de Ucrania, el COI tiene mucho que hacer para aplacar las suspicacias.
Unos virtuosos Juegos en París podría servir para que el mega evento del COI sobreviva a largo plazo.
Beneficios más allá del centro de París
El que las justas, del 26 de julio al 11 de agosto, beneficien a las comunidades más desfavorecidas en el departamento de Sena-Saint Denis al nordeste de París fue primordial en los planes de la ciudad desde el primer día.
Seine-Saint-Denis es la región más pobre de la Francia continental. Gracias a generaciones de inmigración, también es una zona muy diversa, con 130 nacionales y 1,6 millones de habitantes hablan más de 170 idiomas.
Para los niños de Seine-Saint-Denis que afrontan la discriminación racial y otras barreras, el deporte es una ruta de salida. El campeón mundial Kilian Mbappé aprendió el fútbol en el barrio de Bondy en Seine-Saint-Denis.
Otrora una región industrializada, Seine-Saint-Denis pasó a ser gris y violenta tras las pérdidas de numerosas plazas de trabajos. Disturbios estremecieron sus calles en 2005 y otra vez el año pasado. Los miembros de la célula del islamismo radical que mató a 130 personas en la capital francesa se escondieron tras la matanza en un apartamento en la ciudad de Saint-Denis y murieron tras un enfrentamiento armado contras fuerzas especiales. Ese drama se produjo a tan solo minutos a pie del Estado Olímpico, que será sede del atletismo, rugby y la ceremonia de apertura.
Concretamente, los Juegos dejarán un legado de nueva y remozada infraestructura en Seine-Saint-Denis, aunque las voces críticas sostienen que no alcanza para estar a la par de regiones más prósperas.
Mamitiana Rabarijaona creció cerca del Estadio Olímpico, construido originalmente para la Copa Mundial de fútbol de 1998. Asegura que el mismo no brindó beneficios a los residentes de Seine-Saint-Denis. Piensa que los Juegos serán una “gran fiesta” y estará dentro de los 45,000 voluntarios.
Pero no prevé que la inversión olímpica haga desaparecer por arte de magia, los problemas en Seine-Saint-Denis.
“Es como levantar la alfombra y limpiar el polvo abajo”, dijo. “No lo hace desaparecer”.
Seine-Saint-Denis cuenta con la nueva Villa Olímpica que se transformará en viviendas y oficinas cuando los 10,500 deportistas olímpicos y 4,400 paralímpicos terminen de competir. También es la sede del único escenario expresamente construido para los Juegos, el centro acuático para las pruebas de clavados, waterpolo y natación artística. Las demás instalaciones ya existían o serán temporales.
“Lo que realmente nos mueve es la ambición de sobriedad y ante todo por no tener que construir instalaciones deportivas innecesarias y sin razón de existir tras los Juegos”, dijo Marie Barsaca, la directora de legado del comité organizador, en una entrevista.
La piscina de 50 metros para Sevran será una significativa mejora. La localidad de Seine-Saint-Denis con 51. 000 habitantes sufrió con el cierre de fábricas en la década de 1990. Su piscina de 25 metros fue construida hace 50 años.
Otras zonas de Seine-Saint-Denis recibirán nuevas piscinas, algo muy bienvenido por los niños de la región, ya que apenas la mitad saben nadar.
“La ambición de estos Juegos Olímpicos es que puedan beneficiar a todos y la mayor cantidad posible”, destacó el alcalde de Sevran Stéphane Blanchet. Los Juegos Olímpicos, según Blanchet, “no pueden ser una cosa pasajera o que no toma en cuenta el mañana”.
Un costo más favorable
Cerca de los 9,000 millones de euros (US$ 9,700 millones, más de la mitad por los patrocinadores, venta de boletos e inversión pública, los gastos de París están muy por debajo de las tres sedes más recientes de los Juegos de Verano en Tokio, Río de Janeiro y Londres en 2012.
Incluyendo a los gastos de seguridad y transportación, la porción que los contribuyentes franceses oscilará en los 3,000 millones de euros (US$ 3,250 millones, según el más reciente informe de auditoría de la controlaría pública de Francia publicado en julio.
La seguridad sigue siendo un desafío para una ciudad que ha sido víctima reiterada de la violencia extremista. El gobierno decidió minimizar la escala de la ceremonia de apertura en el río Sena, después de haber anticipado convocará a 600,000 personas en las riberas. Al mencionar el riesgo de atentados, dio marcha atrás con la promesa de que cualquiera podrá aplicar a miles de boletos gratis. En su lugar, los 326,000 espectadores tendrán que pagar por su entrada o recibir una invitación.
Los defensores de la privacidad cuestionan el uso de la videovigilancia con algoritmos para detectar amenazas.
Los que abogan por los sin techo temen que serán desalojados de las calles. Muchos parisinos planean irse de la ciudad para evitar las interrupciones o alquilar sus viviendas a los 15 millones de visitantes que se calcula vendrán. No se descartan protestas en los Juegos debido a que los sindicatos reclaman el pago de bonificaciones olímpicas.
Todo esto ante un trasfondo de crisis geopolíticas, que incluyen la guerra Israel-Hamas y la invasión de Rusia a Ucrania. Como consecuencia, el COI no permitirá que los deportistas de Rusia y su aliado Bielorrusia desfilen con los demás en la ceremonia de apertura.
De todas formas, los espectadores deben esperar algo grandioso en París. Tal es el caso de Ayaovi Atindehou, un togolés de 32 años que estudia medicina en Francia. El voluntario olímpico cree que los Juegos servirán para reducir las divisiones, aunque temporalmente.
“El mundo entero sin diferencias de raza, diferencias étnicas, diferencias religiosas. Estamos todos juntos, alentando, celebrando”, señaló. “Necesitamos los Juegos Olímpicos”.
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