El mundo ruso, aquellos territorios donde habitan rusos étnicos y, lo que es más importante, se habla la lengua de Pushkin, es la excusa perfecta para la nueva ideología imperialista del Kremlin, ante la que el derecho internacional parece indefenso.
“La idea no es tanto restablecer la Unión Soviética como el antiguo imperio zarista. Por eso, ningún país está a salvo de las ambiciones del presidente ruso, Vladímir Putin”, comentó Vladímir Fesenko, politólogo ucraniano.
El reconocimiento de la independencia de las repúblicas separatistas ucranianas de Donetsk y Lugansk es sólo el último ejemplo de una estrategia que comenzó en cuanto Putin llegó al poder en el año 2000.
La historia como arma
Antes de firmar la noche del lunes en el Kremlin los acuerdos con las dos regiones separatistas de Ucrania, Putin aprovechó la intervención por televisión para impartir una larga lección de historia sobre el mundo ruso (Russki Mir).
Se retrotrajo a los tiempos de Catalina la Grande en el siglo XVIII para explicar que el territorio de la actual Ucrania incluye zonas históricamente rusas, en referencia a todo el sureste del país.
“Se le olvidó decir que el primer Estado eslavo fue la Rus de Kiev (IX-XII), que el príncipe Vladímir se bautizó entonces en Crimea y que Moscovia no surgió hasta el siglo XV”, comentó Vlad en el centro de Kiev.
Putin incluso llamó al país vecino “Ucrania de nombre Lenin”, en alusión a que fue el fundador de la URSS el que creó con sus propias manos el actual Estado Ucraniano, al que se sumó la península de Crimea en 1954, otro “regalo” del Kremlin a Kiev.
Putin prohíbe por ley cualquier desviación de la historiografía oficial sobre eventos como la Gran Guerra Patria, pero promueve la revisión de acontecimientos como la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría.
La antigua canciller alemana, Angela Merkel, aseguró tras la crisis por la anexión de Crimea que Putin vive “alejado de la realidad”, en su mundo particular. De hecho, vive en el mundo ruso, donde restablecer la justicia histórica es dogma de fe.
La llamada de la sangre
Recientemente, el escritor y autor de la Historia del Estado Ruso, Boris Akunin, comentó que el origen de la Rusia actual es la Horda de Oro mongola, lo que se traduce en la monopolización del poder en manos de un Gran Khan y la imposibilidad de un Estado de derecho.
Como una mayoría de la población del este de Ucrania habla ruso, entonces, según el razonamiento putinista, Rusia tiene derecho a reclamar dichos territorios como su zona de influencia o patio trasero.
“Lo más peligroso no es el reconocimiento de los separatistas, sino que, de facto, Putin anunció el derecho a utilizar la fuerza para defender a los rusos en todos los rincones del mundo donde se hable su lengua”, subrayó Fesenko.
Putin se arrogó el derecho a defender a los rusos étnicos “incluso en otros países”.
La llamada de la sangre
Recientemente, el escritor y autor de la Historia del Estado Ruso, Boris Akunin, comentó que el origen de la Rusia actual es la Horda de Oro mongola, lo que se traduce en la monopolización del poder en manos de un Gran Khan y la imposibilidad de un Estado de derecho.
Como una mayoría de la población del este de Ucrania habla ruso, entonces, según el razonamiento putinista, Rusia tiene derecho a reclamar dichos territorios como su zona de influencia o patio trasero.
“Lo más peligroso no es el reconocimiento de los separatistas, sino que, de facto, Putin anunció el derecho a utilizar la fuerza para defender a los rusos en todos los rincones del mundo donde se hable su lengua”, subrayó Fesenko.
Putin se arrogó el derecho a defender a los rusos étnicos “incluso en otros países”.
El odio a Ucrania
Lo que más preocupó a muchos ucranianos fue “el odio a Ucrania” que rezumaba el discurso de Putin.
“Fue una demostración de odio a Ucrania. Eso sí es peligroso. Yo lo relaciono con las revoluciones democráticas del 2004 y 2014. Él no puede entender a la Ucrania democrática”, señaló.
Ambas revoluciones fueron exitosas, lo que él se lo tomó como una “afrenta personal”.
“Putin concluyó que Ucrania debe ser castigada. Putin quiere destruir la democracia y el Estado ucraniano”, opina.
Por ello, destaca, eligió el 21 de febrero, día de la victoria hace ocho años del Maidán, para firmar “simbólicamente” el acuerdo con las separatistas prorrusos.
Los próximos en la lista
“Hoy es Ucrania. Mañana pueden ser los países bálticos o Asia Central”, alerta.
Las críticas al trato de las minorías rusas en las antiguas repúblicas soviéticas suenan desde 1991, pero fue Putin el que decidió tomar cartas en el asunto.
Putin suele utilizar la zanahoria del pasaporte ruso. Así ocurrió en la república georgiana de Osetia del Sur, cuyo control provocó en el 2008 una breve, pero cruenta guerra con Georgia.
Los osetas no son rusos, pero son hermanos de los habitantes de la región rusa de Osetia del Norte. Osetia y Abjasia fueron reconocidas como independientes.
Los habitantes de la república moldava de Transnistria, donde hay tropas y arsenales rusos, también ostentan pasaportes de la Federación Rusa.
En los últimos años Moscú concedió la ciudadanía a más de 700,000 habitantes de Donetsk y Lugansk, que incluso votaron en las elecciones legislativas de setiembre pasado, casi todos en favor del partido del Kremlin. Ese sólo fue el primer paso.
También hay una importante minoría rusa en Kazajistán, que trasladó la capital a Nur-Sultán por miedo a la anexión rusa de todo el norte del país centroasiático.
Rusos también son un tercio de los habitantes de Letonia y Estonia, mientras en Lituania rondan el 10%, motivo por el que los bálticos han pedido a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que refuerce urgentemente el flanco oriental.