Bajo el pretexto de “desnazificar” Ucrania, el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó una guerra contra su vecino. Pero ahora la comunidad judía, que ha vivido hasta hace un mes una época de esplendor en el país tras décadas de devastación y migraciones por el Holocausto y la represión soviética, está evacuando a sus fieles.
En la sinagoga Chabad, en pleno centro de la ciudad portuaria de Odesa y la única abierta de las cuatro que había antes de la guerra, acuden una veintena de judíos a recitar el Shajarit, el rezo de la mañana, para luego acudir a trabajar y/o hacer voluntariado en la urbe, donde se vive una gran tensión por un posible ataque de Rusia.
Pero ya esa sinagoga no es lo que era, ya que ahora los bancos de madera se ven prácticamente vacíos en comparación a cómo se llenaban antes del 24 de febrero.
De los 25,000 judíos registrados por la comunidad de Odesa, una de las más grandes del país, al menos 5,000 han sido evacuados hacia Moldavia desde que comenzó la guerra, según datos de la comunidad judía.
Mientras que el resto o bien se ha quedado por sus familiares o no son aptos para marcharse al ser hombres y tener la edad de ser llamados por el Ejército para luchar contra los rusos.
“¿La desnazificación? Una mentira”
El director del Museo Judío de Odesa, Zvi Hirsh, abre las puertas del pequeño espacio escondido donde guarda reliquias del Holocausto y de las migraciones de los judíos a lo largo del Siglo XX.
Veinticinco años ha vivido en esta ciudad costera, la llamada perla del mar Negro, en la que “nadie” le ha mirado mal por las calles ni tampoco le “han insultado” por ser judío, declara.
“Lo que entiendo es que Putin está mintiendo” dice respecto a la desnazificación y señala que “no tiene sentido” ese punto del discurso para invadir Ucrania.
Putin insiste en que la solución del conflicto con Ucrania solo sería posible si se toman en cuenta los “legítimos intereses de Rusia en materia de seguridad”, incluyendo la “soberanía de Crimea”, anexionada ilegalmente en el 2014, así como la “desmilitarización y desnazificación” del Estado ucraniano, así como su estatus neutral.
Al acabar el rezo, el rabino mayor de Odesa y sur de Ucrania, Abraham Wolf, se sienta en su despacho donde recibe varias llamadas, incluida la de su mujer, que ha huido y se encuentra en Alemania.
Originario de Israel, llegó a Odesa a los 22 años, pero los 30 años que ha estado trabajando en la ciudad por la comunidad judía “han desaparecido”, señala.
“Lo que he conseguido en 30 años ha desaparecido. Y todo en un segundo. Pero es lo que Dios quiere, yo hago mi trabajo y este es el resultado”, apunta.
Respecto a la “desnazificación”, el rabino dice que no quiere hablar de política, aunque deja entender que Putin ha cometido un error.
“Tres más uno son cuatro. Pero ahora (para él) uno más uno es un millón”, asegura haciendo alusión a que el presidente ruso ha cometido un gran error al lanzar la invasión bajo la justificación de la “desnazificación”.
Tolerancia
El rabino señala que antes de la guerra, había dos guarderías en la ciudad exclusivamente judías, dos orfanatos, escuelas de primaria y hasta una universidad judía. En total, once edificios para la comunidad judía, entre ellos cuatro sinagogas.
“Pero ahora, todo está cerrado”, afirma, excepto la sinagoga de Chabad. Wolf dice que pese a que llegue la ocupación rusa a la ciudad, ya que Odesa se encuentra entre los objetivos más inminentes de las tropas de Moscú, se quedará.
Pone de referencia a dos conocidos que actualmente se encuentran en dos ciudades ucranianas bajo la ocupación rusa y que siguen trabajando, sin querer revelar públicamente más detalles.
“Estamos haciendo todo por la comunidad judía. No sé lo que va a pasar, pero no quiero buscar una explicación, no quiero imaginar ni fantasear”, asevera, aunque lo que sí tiene claro es que se va a quedar en Odesa. Otro que no quiere “hablar de política” porque dice que “no tiene tiempo” es Oleg, de 40 años y que lleva una sudadera del Mosad, el servicio de Inteligencia israelí.
“No tengo tiempo para leer las noticias, pero sí sé que ayudamos a quienes lo necesiten”, afirma al ser preguntado por la “desnazificación” del país.
Christina, una judía ucraniana y estadounidense que lo acompaña en la tarea de evacuación, afirma que “no existe ninguna razón” en Ucrania para decir que el país es “nazi”.