“Lo que está pasando ahora no es comparable a lo que podía haber pasado antes un país que había salido del sistema totalitario está volviendo a él”, afirma Orlov. (Foto:  Aris Messinis / AFP)
“Lo que está pasando ahora no es comparable a lo que podía haber pasado antes un país que había salido del sistema totalitario está volviendo a él”, afirma Orlov. (Foto: Aris Messinis / AFP)

Oleg Orlov, figura en la defensa de los derechos humanos en , creía conocer ya las páginas más siniestras y difíciles de la historia contemporánea de su país. Pero estaba equivocado.

“No creo haber vivido un período más oscuro”, dice el hombre que comenzó a hacer campaña en la década de 1980 distribuyendo folletos contra la guerra soviética en Afganistán.

“Lo que está pasando ahora no es comparable a lo que podía haber pasado antes un país que había salido del sistema totalitario está volviendo a él”, afirma Orlov, de 68 años.

Para él y otros activistas experimentados de la sociedad civil rusa, la ofensiva en Ucrania marca el final de la era de apertura iniciada por el último líder soviético, Mijaíl Gorbachev, a mediados de la década de 1980.

Casi 40 años después, los soldados rusos luchan, mueren y matan en la casa de un vecino, los opositores al Kremlin son encarcelados, los últimos medios independientes se ven obligados a cerrar y miles de rusos eligen el exilio.

Totalitario

“Nuestras esperanzas se han esfumado, las decepciones son terribles”, señala Svetlana Gannuchkina, de 80 años, otra figura en la defensa de los derechos humanos en la Rusia postsoviética. “Hoy ya no podemos decir que estamos en un sistema autoritario, ya es un régimen totalitario”, agrega.

Oleg Orlov y Svetlana Gannuchkina se encuentran entre las pocas voces críticas que aún hablan alto y claro mientras permanecen en Rusia y ambos dicen que quieren continuar.

Sin embargo, para Orlov, la apuesta promete ser difícil ya que Memorial, su prestigiosa y respetada ONG, fue prohibida en diciembre. Hoy en su oficina, la biblioteca está vacía, los escritorios despejados y las cajas de la mudanza se amontonan en el suelo.

“No me veo fuera de Rusia, siempre quise vivir y morir en este país”, afirma este exbiólogo.

Memorial había sido fundada en el ocaso de la URSS para documentar los crímenes del sistema soviético. Luego, en las décadas de 1990 y 2000, sus activistas investigaron los cometidos por las autoridades rusas durante las dos guerras en Chechenia y en el 2007, fue secuestrado y golpeado en Ingusetia, una república rusa en el Cáucaso, vecina de Chechenia.

Después de un breve período a mediados de la década del 2000 en una comisión de derechos humanos del Kremlin, continuó hablando en contra del presidente Vladimir Putin.

El 6 de marzo fue arrestado por manifestarse contra la ofensiva rusa en Ucrania. Como él, miles de rusos fueron interrogados durante las manifestaciones contra el conflicto desatado por Moscú el 24 de febrero.

Purificación

Esta represión llevó a miles de rusos, a menudo jóvenes, a emigrar, especialmente luego que , a mediados de marzo, abogó por una “autopurificación” de la sociedad.

“No recuerdo nada similar. Realmente cambiará el panorama político y social”, manifiesta Orlov.

Svetlana Gannuchkina, exprofesora de matemáticas y cuya ONG Comité de Asistencia Cívica ayuda a los inmigrantes, no oculta su consternación. “Estos jóvenes en los que pusimos tanta esperanza se sienten en peligro, están desesperados, por eso se van. Y nosotros nos quedamos aquí ante esta locura”.

Sin embargo, ella también se mantiene firme en su compromiso. “No pienso irme”, insiste pero reconoce el alivio de que sus hijos y nietos vivan en el extranjero. “Me alegro de que no estén aquí, porque me permite decir lo que pienso en todas partes y para todos”, reconoce.

Si bien la mujer piensa que Rusia ha desperdiciado la oportunidad de volverse democrática, tiene la esperanza de que algún día la rueda gire... “Pero es muy probable que ya no esté cerca para verlo”.

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