El contaminante carbón está en horas bajas en Europa debido a las necesidades climáticas, pero esta tendencia puede frenarse temporalmente debido a la guerra en Ucrania y sus consecuencias en el suministro de energía.
El carbón, presente pero declinante
El carbón, que representa en el mundo la mayor fuente de producción de electricidad, pero también de emisiones de CO2, declina en Europa.
La Unión Europea (UE) contaba aún con 202 centrales equivalentes a 111 gigavatios (GW) de capacidades de producción a principios del 2022, según datos de Global Energy Monitor.
En Europa, estas centrales se concentran esencialmente en Alemania (63 unidades), en Polonia (44) y República Checa (24).
Pero el recurso a esta energía es declinante con el alza del precio del CO2 (derechos para contaminar): el carbón representaba 13% de la producción eléctrica de los 27 en el 2020, contra más de 25% en el 2013, según datos del grupo Ember.
“Desde el 2015, progresivamente todos los países europeos se han comprometido a salir del carbón, incluído Polonia, país opuesto a ello”, constata Nicolas Berghmans, del Instituto de Desarrollo Sostenible y de Relaciones Internacionales (IDDRI).
Así, el continente ya no tiene actualmente nuevos proyectos con carbón, contrariamente a otras regiones, como Asia.
Medidas temporales
Pero ante la baja de los suministros de gas ruso y el riesgo de penuria en Europa, varios países anunciaron recientemente medidas temporales en favor del carbón.
Tal es el caso en Alemania, donde varias centrales de carbón van a seguir operando más tiempo del previsto. Pero el país asegura que ello no cambia en nada su objetivo de abandonar esta energía en el 2030.
Anuncios similares se han producido en Austria, en Italia o en Países Bajos.
¿Retraso de Europa en sus objetivos?
“Hay que asegurarnos de que aprovechamos esta crisis para seguir avanzando” en la transición energética, “sin marcha atrás hacia los combustibles fósiles contaminantes”, advirtió la jefa del ejecutivo europeo, Ursula von der Leyen.
“Evidentemente en el plano climático, ello supondrá emisiones suplementarias a corto plazo. La ventaja sin embargo de apelar a estos medios de producción (con carbón) es que iban a cerrar, por tanto no se invierte en nuevas capacidades”, subraya Nicolas Berghmans.
La situación es bien diferente a la de Asia, donde los proyectos de nuevas centrales --que podrán producir durante décadas-- siguen en desarrollo.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) se preocupa del alza de inversiones en el carbón en el mundo, especialmente en Asia: +10% en el 2021 y otro tanto se espera este año.
En Europa, los 27 debaten por su lado un plan (RepowerEU) para acelerar energías renovables y reducir la demanda energética. Ello permitirá alcanzar los objetivos climáticos, espera Berghmans.
La AIE, que presentó un plan para reducir la dependencia europea al gas ruso, estima por su lado que hay margen de maniobra para recurrir un poco más al carbón sin aumentar por ello las emisiones del sector energético en Europa.
Según sus cálculos, una utilización mayor del carbón equivalente a 120 TWh (teravatios-hora) podría reducir la demanda europea anual de gas en 22,000 millones de m3 (sobre los 155,000 millones de m3 importados de Rusia el año pasado), sin aumentar las emisiones.