
Durante casi 50 años, el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, ha acompañado a inmigrantes temerosos de ser expulsados de Estados Unidos. Sin embargo, la inquietud que vive hoy su comunidad, mientras el presidente Donald Trump impulsa el mayor operativo de deportaciones en la historia del país, no se parece a nada que haya presenciado antes.
Miami, hogar de grandes comunidades provenientes de Cuba, Haití y Venezuela, entre otros países, es un objetivo central de la redada de Trump. Miles de personas en la región podrían enfrentar la deportación mientras la administración busca terminar con las protecciones a migrantes de países devastados por guerras o desastres.
“Ciertamente hay gente viviendo con miedo en esta comunidad”, dijo Wenski en una entrevista. “Viven con miedo a un golpe en la puerta en medio de la noche”.
Cuando circulan rumores de redadas federales en la zona, la asistencia a misa disminuye, contó Wenski. La oficina de Miami del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, o ICE por sus siglas en inglés, ha registrado 15,000 arrestos desde que Trump asumió en enero, más que cualquier otra oficina regional de la agencia, según datos federales compilados por el Deportation Data Project de la Universidad de California en Berkeley.

Wenski, de 74 años, ha asumido un papel activo —con el apoyo de un empresario local acaudalado y opositor a Trump— para proteger a los inmigrantes que temen ser detenidos en las redadas de ICE. Ayudó a expandir un programa de la Iglesia que brinda asesoría legal gratuita a inmigrantes en proceso de deportación. Y presionó a Florida para que permitiera el acceso de clérigos a “Alligator Alcatraz”, la instalación estatal de detención migratoria en los Everglades.
Líderes católicos han sido críticos con la campaña de deportaciones de Trump. El papa León XIV, nacido en EE.UU., en su primer discurso ante diplomáticos mundiales, instó al respeto por los migrantes, en una reprimenda al presidente. Y el cardenal Robert McElroy, de Washington, calificó la política migratoria de la administración como “moralmente repugnante” en una entrevista con CNN.
Algunos acaudalados miamenses, entre ellos el multimillonario cubano Miguel Fernández, han brindado apoyo financiero a Wenski. Fernández conoce al arzobispo desde hace unos 15 años y ha movilizado a otras figuras influyentes de la ciudad indignadas por la imagen de agentes federales enmascarados arrestando a trabajadores y padres de familia.
Miami es una ciudad de inmigrantes. Cerca del 60% de la población nació en el extranjero y 70% son latinos. Sin embargo, fue también una de las grandes áreas metropolitanas que ganó Trump en la elección de 2024, una señal de que buena parte de la poderosa comunidad cubanoamericana abrazó el conservadurismo MAGA. Ahora, algunos parecen experimentar arrepentimiento, según Wenski.
“La mayoría de las familias preferirían una solución menos drástica que separar familias y deportar a los sostenedores o a las madres”, afirmó.

Hijo de inmigrantes polacos, el arzobispo ha visto desarrollarse el drama migratorio en el sur de Florida durante décadas. Cuando comenzó su trabajo pastoral en la región, inmigrantes de Haití y Cuba llegaban en botes y balsas tras escapar de la turbulencia política en sus países.
Pero la ofensiva de Trump se desarrolla en una escala mucho mayor que aquellas controversias pasadas, dijo Wenski. Ha instado al presidente a incorporar a la economía a inmigrantes respetuosos de la ley y calificó las tácticas de control como “alarmantes”. Le preocupa que familias y comunidades en todo el país estén siendo desgarradas.
“Es nacional”, dijo Wenski, sentado en su oficina en la arquidiócesis católica de Miami Shores. “Va a causar mucho dolor, y creo que va a dañar al país”.
La Casa Blanca afirma que Trump está cumpliendo sus promesas de deportar inmigrantes condenados o acusados de delitos. “El pueblo estadounidense reeligió abrumadoramente al presidente Trump sobre la base de su compromiso de hacer cumplir la ley migratoria, y ahora está llevando a cabo la agenda para la que recibió mandato”, dijo Abigail Jackson, portavoz de la Casa Blanca.
Apoyo de los ricos
A comienzos de este año, Fernández reunió a un grupo de cubanoamericanos en su mansión de Coral Gables, frente a la bahía de Biscayne. Encerrados en su biblioteca revestida en caoba, coincidieron en que Trump había ido demasiado lejos, aunque eran reacios a desafiarlo en público.
A pesar de esas reservas, reunieron US$ 250,000, más US$ 50,000 aportados por Fernández. La mitad se destinó a Catholic Legal Services of Miami, que cuenta con 30 abogados que prestan ayuda gratuita a 3,000 inmigrantes al mes en centros de detención o en riesgo de deportación. Fernández se negó a nombrar a los integrantes del grupo.
Fernández, de 73 años, es un republicano convertido en independiente que construyó su fortuna comprando y vendiendo compañías de salud. Cuando tenía 12 años, la policía de Fidel Castro interrumpió la cena de Navidad de su familia y los obligó a subir a un avión militar. Fueron dejados en Ciudad de México sin dinero ni pasaportes, y hallaron refugio en un convento. Posteriormente lograron asilo en EE.UU. y se establecieron en Nueva York.
Fernández dijo que lo impulsan los ecos de su propio pasado, que reconoce en los inmigrantes que Trump intenta expulsar.
“Yo soy uno de esos inmigrantes que llegó a este país sin un centavo”, expresó desde un sillón de cuero en su biblioteca, adornada con armas antiguas y trofeos de caza. “Me veo reflejado en esas personas que hoy están detenidas”.
Además de sus donaciones, Fernández ha recurrido a formas más estridentes de resistir la ofensiva de Trump, como colocar este año carteles en Miami que lo calificaban de dictador.
También retiró US$ 11 millones en donaciones a Miami Dade College y Florida International University después de que las instituciones redujeran la ayuda a estudiantes indocumentados. Fernández había impulsado en 2014 una ley que permitió a inmigrantes que cursaron secundaria en Florida acceder a matrícula estatal, pero una norma firmada este año por el gobernador Ron DeSantis eliminó ese beneficio.
La oficina de DeSantis y las dos universidades no respondieron a pedidos de comentario.
Ecos históricos
Fernández, que abandonó la Universidad de Nuevo México para enlistarse en la 82ª División Aerotransportada del Ejército de EE.UU. durante la guerra de Vietnam, fundó su firma de capital privado MBF Healthcare Partners. Dice que la fortuna familiar supera los US$ 1,000 millones. Su mansión, que valora en US$ 250 millones, se levanta en ocho acres con orquídeas, una escultura de Fernando Botero y una decoración que incluye una balsa improvisada de migrantes cubanos que apareció en su propiedad.
Ha donado millones a republicanos a lo largo de los años, aunque nunca a Trump. Reconoce que sus posturas contrastan con las de muchos de sus amigos de la élite cubanoamericana de Miami, quienes ayudaron al presidente a imponerse en la región en 2024.
Otros activistas en el sur de Florida han celebrado el compromiso de Fernández y su disposición a gastar.

“El silencio es ensordecedor”, dijo la activista cubanoamericana Ana Sofía Peláez. “Necesitamos más personas como Mike Fernández que alcen la voz. Si no, Miami dejará de ser Miami”.
Wenski ha visto llegar oleadas de inmigrantes a su diócesis desde que fue ordenado en 1976. En aquel entonces, haitianos que huían del régimen de los Duvalier arribaban en botes a la costa de Florida. Wenski aprendió a hablar el criollo haitiano y organizó espacios de culto para ellos, aunque muchos terminaron deportados. Luego, presenció cómo miles de cubanos que llegaron en el éxodo del Mariel de 1980 fueron devueltos.
“En muchos aspectos, lo que vivimos ahora a nivel nacional se parece a lo que ocurrió en Miami a inicios de los 80”, sostuvo.
En julio, Florida negó la entrada de clérigos a “Alligator Alcatraz”, el controvertido campamento de detención levantado por DeSantis en señal de lealtad a Trump. Decidido a llegar a los detenidos, el arzobispo buscó otra vía.
Aficionado a las Harley-Davidson, Wenski y 25 miembros de los Caballeros de Colón recorrieron en motocicleta la carretera de dos carriles que cruza los Everglades hasta el campamento. Allí, frente a su Harley, el arzobispo encabezó un rezo del rosario por los inmigrantes recluidos.
Una semana después, Florida cedió y Wenski envió a un sacerdote. Entre un complejo de carpas con literas enrejadas, el cura reunió a 150 detenidos en la cafetería y celebró misa. Al terminar, los directores del campamento pidieron su regreso, no solo para asistir a los detenidos, sino también a los trabajadores, aislados de sus familias en el remoto lugar, relató Wenski.
El arzobispo no ha tenido ocasión de plantear sus preocupaciones directamente a Trump ni a líderes de su administración, pero está convencido de que logros pequeños, como la misa en los Everglades, tienen impacto. Su publicación en X sobre la caravana en moto hacia Alligator Alcatraz obtuvo 1.6 millones de visualizaciones.
“Nunca me he reunido con Trump para hablar de esto”, dijo. “Pero espero que me haya escuchado”.








