México accedió a comprar inmediatamente grandes cantidades de productos a nuestros agricultores, dijo hoy Trump en Twitter. (Foto: EFE)
México accedió a comprar inmediatamente grandes cantidades de productos a nuestros agricultores, dijo hoy Trump en Twitter. (Foto: EFE)

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llamó a CNBC esta semana para elogiar reticentemente a la Unión Europea, algo que no sucede todos los días. Sugirió que EE.UU. debería seguir el ejemplo de los "fantásticos" burócratas de Bruselas que sacudieron a Google de Alphabet Inc. y Facebook Inc. con investigaciones antimonopolio y multas.

Como era de esperar, no fueron los detalles de la ley de competencia los que más predominaron en la mente de Trump, sino la cantidad total de dólares extraídos de las empresas estadounidenses para el beneficio de los europeos. "Dinero fácil", dijo con admiración.

Sin embargo, el presidente parece no haber entendido el asalto de la UE a Silicon Valley y Seattle. Las grandes multas pueden captar la atención, pero es la discusión sobre quién se beneficiará con todos los datos del mundo lo que realmente está impulsando la estrategia en Bruselas. Y si los datos son efectivamente el nuevo petróleo, entonces Estados Unidos y Europa probablemente avancen directamente a una guerra de recursos.

Las recientes multas de miles de millones de dólares aplicadas a Google y Apple Inc. por la principal funcionaria antimonopolio de Europa, Margrethe Vestager, deberían ser vistas como una salva de apertura. La mayor ambición de Europa es abordar la forma en que las plataformas tecnológicas acaparan los datos de los usuarios que hacen que sus negocios sean tan lucrativos, ya sea a través de la venta de publicidad u otros servicios como las compras.

No se trata solo de mejorar la privacidad y la seguridad de los usuarios de internet; se trata de compartir el botín de sus datos de manera más justa. Si Bruselas tiene éxito, tendría un impacto mucho más profundo en los ingresos de los gigantes tecnológicos que la multa ocasional de miles de millones de dólares.

Esta pregunta sobre quién se beneficia del llamado "dividendo digital", la monetización de los datos de las redes sociales, los resultados de los motores de búsqueda y los mercados en línea, bien podría ser la batalla política central para las empresas de tecnología en los próximos años.

Google, en particular, es el foco de atención de los funcionarios europeos. Durante la última década, ha escaneado la literatura de Europa, su arte, las calles de sus ciudades y los deseos más profundos de sus ciudadanos. Ha sido forzado a destruir o silenciar parte de esa información, pero la capacidad de la compañía para seguir buscando la información del mundo no ha disminuido. La pregunta en Bruselas es si los beneficios financieros deberían acumularse solo para Google y sus secuaces.

Los funcionarios de la UE están jugando con varias medidas potenciales. Algunos argumentan que los usuarios deberían ser capaces de usufructuar sus datos de alguna manera y beneficiarse directamente de la venta de estos a las plataformas. Otros, como Vestager, sugieren que los gigantes de la tecnología deberían compartir sus datos con empresas rivales y nuevas empresas para mejorar la competencia.

La verdadera tentación para los gobiernos europeos será solicitar una parte de los ingresos de los datos mediante impuestos especiales o, lo más probable, acceso directo a los datos para su uso en servicios públicos. Piense en la información de ubicación para sistemas de transporte masivo o datos médicos para la salud.

Sin duda esto sería ridiculizado como proteccionismo punitivo por EE.UU., pero los europeos lo verían como una justa recompensa por la fuerte inversión de sus contribuyentes en infraestructura de investigación y telecomunicaciones (en la que las plataformas tecnológicas esencialmente se han beneficiado).

Por supuesto, muchos estadounidenses estarán de acuerdo en que el comportamiento de la tecnología "Gran Hermano" debe ser contrarrestado. Pero el contexto de las tensiones comerciales entre Bruselas y Washington hará que sea más difícil encontrar un terreno común en temas como este.

Un nuevo artículo de Andrea Renda, director del Centro de Estudios de Política Europea, presenta un caso convincente de que las preocupaciones por la ciberseguridad y el futuro poder de la inteligencia artificial están presionando a los países para que busquen un mayor dominio sobre los flujos de datos, incluso a costa de una internet menos abierta.

Entonces, aunque por ahora Trump se ríe de Europa por utilizar a los campeones de la tecnología de Estados Unidos como cajero automático, rezongará con lo que vendrá después: una Europa que quiera recuperar el control de sus datos. Es poco probable que Estados Unidos lo conceda sin luchar.

Por Lionel Laurent

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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