
El 2 de abril, “Día de la Liberación”, Donald Trump se deshizo en elogios sobre cómo el comercio finalmente iba a inclinarse a favor de Estados Unidos después de décadas de “saqueo” de sus trabajadores y empresas. Para el presidente, los aranceles sin restricciones pronto convertirían a EE.UU. en “un país completamente diferente”.
Al explicar su política de “reciprocidad” con los socios comerciales, afirmó: “Eso significa que ellos nos lo hacen a nosotros y nosotros se lo hacemos a ellos, muy sencillo, no puede ser más sencillo”.
Tres meses después, la transformación está resultando más difícil y lenta de ejecutar de lo que se había anunciado.
A medida que se acercaba la fecha límite del miércoles para la imposición de aranceles, con menos de un puñado de acuerdos —o meros marcos de acuerdo— listos para anunciarse, la administración Trump está reconociendo de facto que el plazo que se había impuesto era demasiado optimista para desmantelar y reconstruir por completo la antigua arquitectura del sistema comercial mundial liderado por Estados Unidos.
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La decisión de posponer la imposición de todos los aranceles del 2 de abril hasta el 1 de agosto adoptada esta semana es, en parte, un esfuerzo por obtener las mejores ofertas finales de las economías que Trump considera que aún están dispuestas a negociar.
“Esto parece mucho el último intento”, señaló Kelly Ann Shaw, socia de Akin Gump y antigua asesora comercial sénior de Trump.
Pero también es una admisión de una realidad más práctica: que el equipo negociador estadounidense parecía demasiado disperso para conseguir las concesiones comerciales que Trump esperaba obtener al final de la moratoria arancelaria de 90 días.
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El martes, en Asia y Europa, los movimientos de los mercados bursátiles fueron moderados ante la aparente voluntad de Trump de mantener las negociaciones durante el nuevo periodo de prórroga. Los futuros de las acciones estadounidenses subieron, ya que el nerviosismo inicial por su avalancha de cartas de advertencia sobre los aranceles dio paso al optimismo sobre la dirección de las negociaciones en curso.
Según personas al tanto, los acuerdos con India, la Unión Europea y Taiwán estaban casi concluidos a principios de esta semana, aunque sería difícil anunciar cualquier avance importante antes del miércoles.
“El final de cualquier negociación comercial es complicado y, en este caso, la administración está negociando con todos los países del mundo al mismo tiempo”, afirmó Shaw, quien aún espera que se alcancen acuerdos en las próximas tres semanas. “Creo que muchos de estos aranceles se reducirán a medida que se cierren más acuerdos”.

Algunos de los asesores comerciales de Trump cuestionaron desde el principio el plazo de 90 días por considerarlo arbitrario y poco realista. La caída de los mercados bursátiles y la maniobra de la mayoría de los miembros de su equipo económico —con la oposición del crítico de la globalización Peter Navarro— contribuyeron a convencerlo, en la semana posterior al 2 de abril, de que una pausa temporal obligaría a los países a sentarse a la mesa.
Y Trump, conocido por su afición a los números redondos, se dejó convencer una vez más de que debía dar un poco más de tiempo a las negociaciones comerciales en curso para que llegaran a buen puerto.
El lunes, se negó a decir que el nuevo plazo fuera inflexible.
No al 100%
“Diría que firme, pero no al 100%”, respondió Trump cuando se le preguntó si el plazo del 1 de agosto era la última oportunidad para que los países evitaran los aranceles más altos. “Si llaman y dicen que quieren hacer algo diferente, estaremos abiertos a ello”.
El riesgo para la Casa Blanca es que dar marcha atrás y retrasar las negociaciones erosione la imagen de rapidez y decisión de Trump.
Trump ha anunciado con confianza en varias ocasiones que iba a imponer —y posteriormente suspender temporalmente o reducir— aranceles a países como México, Canadá, China y la UE. Se ha mostrado públicamente molesto por cómo Wall Street cuestiona su valentía con el TACO trade, acrónimo de “Trump Always Chickens Out” (Trump siempre se acobarda).
Sin embargo, algunos de los países afectados por sus aranceles, entre ellos el Reino Unido, están optando por la certeza que ofrece un acuerdo parcial, que compensa la incertidumbre de no llegar a ningún acuerdo. Por el momento, también se están absteniendo de tomar represalias contra EE.UU.
“Aumento de los precios”
Mientras tanto, las idas y venidas políticas preocupan a los importadores estadounidenses por la carga que supondrá para los hogares.
“Aunque hay un respiro de varias semanas, vamos a seguir viendo aranceles elevados y eso hará subir los precios para nuestros consumidores”, dijo Matt Priest, presidente y director ejecutivo de Footwear Distributors and Retailers of America, en una entrevista con Bloomberg TV. “Tenemos que entender todas las cartas antes de poder volver a tomar decisiones de abastecimiento que son fundamentales para nuestros negocios”.
Las oportunidades para nuevos giros políticos se acumulan y lo que está en juego es cada vez mayor.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, trató el lunes de defender la política de cartas arancelarias y afirmó que los países no deben interpretar el tiempo adicional como una falta de compromiso para imponerlos.
“Se tomarán en serio las cartas porque se han tomado en serio al presidente, y por eso, puedo decirles, el teléfono del presidente no para de sonar con llamadas de líderes mundiales que le ruegan que llegue a un acuerdo”, afirmó el lunes. “Y esta administración está trabajando duro para garantizar que esos acuerdos sean los más beneficiosos para el pueblo estadounidense”.
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Los funcionarios de la administración insisten en que la fecha de entrada en vigor de los nuevos aranceles será el 1 de agosto, pero para que eso ocurra, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza tendría que empezar a reprogramar los ordenadores en consecuencia, y con una semana o más de antelación.
Trump también se enfrenta a una fecha límite a mediados de agosto con Pekín, en la que los aranceles sobre los productos chinos podrían volver a situarse en el 145%. Un marco aclamado por su representante comercial, Jamieson Greer, como excelente para Estados Unidos, se convirtió rápidamente en una fuente de frustración, ya que China utilizó su influencia sobre las tierras raras para dictar los términos de la tregua arancelaria.
“El proceso continuará porque a Trump le gusta”, afirmó Derek Scissors, experto en China del American Enterprise Institute. “Le gusta fanfarronear, le gusta llamar la atención y va a conseguir suficientes victorias contra socios más pequeños para que parezca que vale la pena”.
Este enfoque no funciona con China, afirmó. “Podemos posponer el tema comercial y conseguir más y más acuerdos menores con países pequeños que le echarán un cable a Estados Unidos para evitar problemas”, dijo Scissors. “Pero los chinos no lo harán”.