Llegará el punto en que el crecimiento económico de Estados Unidos no cumpla las expectativas. No obstante, por el momento parece haber concluido 2023 de manera muy parecida a como ocurrió los años anteriores, con una expansión más que contradice los pronósticos.
Los datos recientes sugieren que la economía creció a un ritmo anual de alrededor del 2.5% en los últimos tres meses del ejercicio, más del doble de las expectativas promedio de los analistas al principio del trimestre.
Aunque nadie se queja de este ritmo, lo cierto es que complica las previsiones ahora que la Reserva Federal evalúa cuándo comenzar a recortar las tasas de interés. Estados Unidos experimenta una fortaleza muy amplia. Las inversiones en instalaciones de manufactura se han elevado a máximos récord, impulsadas por las subvenciones que otorgó el gobierno de Joe Biden en apoyo a la producción de vehículos eléctricos y semiconductores.
Las tasas elevadas de las hipotecas han causado bajas marcadas en las ventas de las casas existentes, pero los desarrolladores inmobiliarios han respondido a la escasez en el mercado de casas-habitación unifamiliares con un esfuerzo redoblado en la construcción.
El gobierno ha mantenido su apoyo al crecimiento (aunque uno un tanto preocupante en términos de la sostenibilidad económica a largo plazo) con un déficit aproximado del 7% del PBI, una cifra virtualmente sin precedentes en tiempos de paz sin una recesión.
El aspecto más importante es que los consumidores estadounidenses se han mantenido imbatibles, actuando contra todas las expectativas de un recorte en el gasto personal.
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Dos factores ayudan a explicar esta resiliencia. Todos los ahorros acumulados por los hogares durante la pandemia de COVID-19, gracias a la generosidad económica del gobierno, les siguen permitiendo tener un colchón. Los economistas de la sucursal de la Reserva Federal en San Francisco calculan que, al mes de noviembre, los hogares tenían alrededor de US$ 290,000 millones en ahorros adicionales con respecto al punto de referencia esperado.
Además, la falta de estímulo en el mercado laboral ha provocado un crecimiento salarial sólido, en especial para los trabajadores de menores ingresos, que, a su vez, son más propensos a gastar. Ahora que la inflación se encuentra bajo control, sus ganancias en salarios reales lucen todavía más sustanciales.
Estas distintas fuentes de fortaleza contribuyeron al apoteósico tercer trimestre de Estados Unidos en 2023, cuando registró un crecimiento anualizado del 4.9%. Era natural que se diera cierta ralentización tras una expansión tan rápida. Apenas en octubre, los analistas habían proyectado un crecimiento de solo el 0.7% en el último trimestre de 2023.
Pero la interpretación más reciente de un modelo de tiempo real que realizó la Reserva Federal de Atlanta (que ha demostrado ser una guía confiable para las cifras recientes del PBI) más bien espera un crecimiento anualizado del 2.5%. Aunque se espera que este cálculo fluctúe conforme se reciban más datos, el margen de error se reduce a medida que se aproxima una fecha de anuncio del PBI; la siguiente es el 25 de enero. Para 2023 en su conjunto, es probable que el crecimiento sea aproximadamente del 2.5%, un resultado impresionante si consideramos que la mayoría de los economistas esperaban que Estados Unidos estuviera al borde de una recesión.
Este crecimiento es todavía más impresionante porque se ha dado en sincronía con una baja en la inflación. El indicador preferido de la Reserva Federal para medir la inflación (el índice de precios del gasto en consumo personal, o PCE, por su sigla en inglés) llegó al 2.6% en noviembre en comparación con el año anterior, cuando bajó con respecto al 7% registrado a mediados de 2022.
Un hecho todavía más alentador es que el PCE subyacente, que no incluye los costos volátiles de los alimentos y la energía, aumentó solo un 2.2% anualizado en los tres meses pasados, en línea con el objetivo de la Reserva Federal del 2%. La desinflación se ha visto impulsada por una caída en el precio de los bienes a medida que las cadenas de suministro se han recuperado de las interrupciones causadas por la pandemia.
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Así se ha generado una situación con lo mejor de dos mundos: crecimiento resiliente e inflación decreciente. Esta combinación tan propicia quizá le permita a la Reserva Federal recortar las tasas en los próximos meses para evitar un control monetario excesivo en vez de hacerlo en reacción a un menor crecimiento. Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, pareció expresar esta esperanza tras la reunión del banco central a mediados de diciembre, cuando afirmó que el recorte de tasas “podría ser solo una señal de que la economía se va normalizando y no necesita la política contractiva”. Sus palabras provocaron un repunte tanto en las acciones como en los bonos.
Sin embargo, este crecimiento sólido indica una situación menos agradable: que la baja en la inflación es una señal falsa. Aunque el precio de los bienes ha bajado, el de muchos servicios sigue al alza a un ritmo más acelerado que antes de la pandemia. Los precios de la vivienda incluso se recuperaron en 2023, con todo y que las tasas hipotecarias se elevaron al 8%, la cifra más alta en dos décadas.
En vista de que las tasas hipotecarias se ubicaron de nuevo por debajo del 7% en diciembre, parece inminente una nueva aceleración más pronunciada en el mercado inmobiliario. Una flexibilización de las condiciones financieras a consecuencia de recortes en las tasas apoyaría el crecimiento económico, pero también intensificaría nuevas presiones sobre los precios.
Si la inflación vuelve al alza, la Reserva Federal no tendría más remedio que mantener elevadas las tasas de interés, lo que quizá avivaría los temores de una recesión, los cuales prácticamente habían desaparecido. Estos riesgos explican en parte por qué John Williams, presidente de la Reserva Federal de Nueva York, vertió agua fría sobre la especulación más febril con respecto a los recortes inminentes a las tasas después de los comentarios de Powell el mes pasado. Comentó que, sencillamente, era “prematuro siquiera pensar en eso”. Quizá también sea prematuro celebrar el escape de Estados Unidos de unos años de inflación despiadada casi sin moretones en su economía.
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