La elección que tendrá que hacer Estados Unidos en menos de un mes no dependerá de que los votantes sopesen dos conjuntos rivales de políticas. Los planes de Kamala Harris no son muy detallados, mientras que los de Donald Trump muchas veces están desconectados de la realidad. En todo caso, lo cierto es que las divisiones culturales motivan más a los electores que la política fiscal.
De cualquier manera, esta decisión es muy importante en lo que respecta a las políticas, no solo para Estados Unidos, sino para el resto del mundo. Este aspecto de las elecciones no ha recibido mucha cobertura en comparación con las fantasías sobre lo que almuerzan los inmigrantes haitianos en Ohio. El propósito de este artículo, que contiene ocho resúmenes concisos de las políticas en áreas en que, en nuestra opinión, la elección marcará una mayor diferencia, es actuar como antídoto para este mal.
La lista es selectiva: no incluimos temas en los que las posturas de los dos candidatos contrastan muchísimo, pero no tendrán ninguna injerencia directa en la política pública, como el carácter de los candidatos o lo que la elección implicaría para las instituciones e incluso para la democracia estadounidense.
Tampoco incluimos el aborto, pues no creemos que sea probable que las posturas encontradas de los candidatos se traduzcan en políticas muy distintas debido a la poca probabilidad de que alguno de los partidos domine el Congreso. Una vez eliminados esos temas, que sin duda son importantes, si nos concentramos más bien en políticas que dependen del presidente, descubrimos algo sorprendente. Sin importar quién reciba 270 votos del colegio electoral el 5 de noviembre, ganarán las ideas de Trump. Es él, y no Harris, quien ha fijado los términos de esta contienda. La política estadounidense se ha trumpificado por completo.
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Un ejemplo es la plataforma interior de Harris. Su política en el tema de inmigración consiste en respaldar la reforma bipartidista más conservadora de este siglo, entre cuyas disposiciones se encuentra la suspensión de las solicitudes de asilo si el flujo de inmigrantes irregulares es muy elevado.
Su política de comercio exterior pretende conservar, con ciertas modificaciones, la mayoría de los aranceles impuestos por Trump durante su primer mandato. En el tema fiscal, Harris planea mantener la mayoría de los recortes aprobados por Trump en 2017 (y elevar las tasas solo para quienes ganan más de US$ 400,000).
En cuestiones energéticas, ahora es una firme creyente en la fractura hidráulica y perteneció a una administración bajo cuya dirección Estados Unidos ha extraído más petróleo y gas que nunca antes en la historia. En vista de que Estados Unidos es muy partidista y Trump es una personalidad tan polarizante, Harris ha podido adoptar parte de la agenda del primer mandato de Trump sin que la mayoría de la gente siquiera se diera cuenta.
Estos son nuestros ocho análisis de políticas y las consecuencias de las elecciones de 2024:
La apropiación de políticas que ha ocurrido es muy lógica en el aspecto político. Trump fue el primero en invadir el territorio de los demócratas, cuando bombardeó de atenciones a los sindicatos y desechó los planes de los republicanos de recortar el gasto público en las pensiones y los servicios de salud.
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Puesto que las elecciones se decidirán en seis o siete estados en disputa y todos ellos eran unos dos puntos porcentuales más republicanos que el promedio nacional en 2020, la decisión de Harris de adoptar discretamente posiciones más trumpistas podría ayudarle a ganar. Sin embargo, el resultado es que un candidato que perdió las elecciones pasadas y cuyo partido fue derrotado en las elecciones de medio mandato en 2018, que además es un candidato que nunca ha ganado el voto popular y quizá nunca lo haga, ha reconfigurado la política estadounidense a su imagen.
Lo mismo ocurre en el caso de la política exterior. Los dos candidatos tienen enfoques diferentes: uno se basa en valores y alianzas; el otro, en preguntar qué puede hacer el mundo por Estados Unidos. Si Trump gana, regresarán las especulaciones e inquietudes en cuanto al compromiso de Estados Unidos con la OTAN; con Harris, ese compromiso no se pone en duda.
No obstante, existe un traslape sorprendente. Trump adoptó una postura de mayor confrontación con China que cualquier otro presidente reciente, aunque, en la práctica, sus políticas resultaron menos atemorizantes de lo que sonaban. La administración a la que pertenece Harris ha sido menos antagonista de palabra, pero más estricta en la práctica: prohibió las exportaciones de tecnología a China y les impuso aranceles enormes a las importaciones de vehículos eléctricos chinos.
En el tema de Medio Oriente, Harris no ha dejado que Trump la aventaje en la derecha, a pesar de las presiones de su propio partido para reducir la entrega de armas a Israel. Tampoco parece ansiosa por revivir el acuerdo con Irán que abandonó Trump; esta semana se refirió al régimen islámico como el mayor adversario de Estados Unidos. En este tema también, Trump ha fijado los términos.
El apoyo a Ucrania parece ser el tema en el que la separación es más notoria. Harris forma parte de una administración que encabezó las acciones de Occidente para ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión no provocada de Rusia. Su plan sería seguirle proporcionando armas y dinero a Ucrania, en tanto el Congreso se lo permita.
La política de Trump es de lo más vaga: solo ha dicho que la guerra ni siquiera habría estallado si él hubiera estado al mando y que le pondría fin muy rápido. Pero no ha dicho cómo, y su renuencia a decir qué lado le gustaría que ganara hace temer que pudiera instar a Ucrania a aceptar las condiciones de Rusia. Sin embargo, no hay ninguna certidumbre de que llevaría cabo esa traición catastrófica. Hasta a Trump podría preocuparle que permitir la circulación de tanques rusos por una mayor extensión del territorio de Ucrania lo haga parecer débil.
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Una decisión y un eco
La segunda conclusión clara de nuestro resumen de políticas es que, si bien Harris ha aproximado su postura más a la de Donald Trump durante su primer mandato, Trump se ha ido más al extremo, incluso en comparación con su yo anterior. Con respecto al comercio exterior, apenas este año indicó que favorecía aranceles universales del 10% sobre las importaciones, cantidad que ya aumentó al 20%. Pretende aplicarles aranceles del 60% a todas las importaciones de China.
En materia fiscal, ahora quiere recortar a diestra y siniestra, pues planea hacer permanentes todos los recortes de 2017 y reducir más el impuesto corporativo. El Comité para un Presupuesto Federal Responsable calcula que sus planes le sumarían a la deuda nacional el doble de lo que le sumarían los de Harris (y tampoco es que los de ella sean moderados).
En cuanto a la inmigración, la postura de Trump en 2024 es más extrema que en 2016. Siempre necesita hacer una gran promesa nueva, y como esta vez no se puede conformar con un muro, decidió ir por las deportaciones en masa. Algunas de sus políticas son extremas por omisión: no tiene ningún plan claro para reducir las emisiones de carbono ni para ayudar al país a adaptarse al cambio climático.
La próxima semana analizaremos con más detalle cómo podrían afectar a la economía las políticas de los dos candidatos. A pesar de las innumerables ocasiones en que Trump ha señalado que el presidente Joe Biden “destruyó” la economía estadounidense, lo cierto es que en este momento es la envidia de todo el mundo.
No obstante, es sorprendente lo poco que ambos candidatos confían en los elementos que la han hecho sobresalir, como la apertura al comercio exterior, el talento y la competencia. Evidentemente, Harris no intentaría aislar a Estados Unidos con tanto ímpetu como lo haría Trump. Pero, sin importar quién gane en noviembre, parece que lo más probable es que continúe la trumpificación de las políticas de Estados Unidos.
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