La oleada de órdenes ejecutivas emitidas por Donald Trump su primer día de regreso en la presidencia mostró que su gran prioridad es hacer menos porosas las fronteras de Estados Unidos. Sus medidas a fin de “repeler la invasión perniciosa de nuestro país” por parte de inmigrantes y drogas de México y Canadá pronto podrían incluir detener el tránsito de automóviles.
La promesa de imponer aranceles generalizados el “primer día”, incluidos tributos del 25% sobre bienes de esos dos países si no hacen más para detener el flujo de personas y drogas ilícitas, se retrasó tras conversaciones entre Trump y los líderes de México y Canadá. No obstante, ya sea que los aranceles se impongan en el corto o mediano plazo, tendrán consecuencias inmensas para la industria automotriz.
La fabricación de automóviles en América del Norte es tan compleja como un motor de combustión y tiene tantas interconexiones como los componentes que integran ese motor. La industria se ha desarrollado en la región a partir de tratados de libre comercio.
En un principio, se suscribió uno con Canadá, en 1965, y más adelante se incluyó a México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994 (el TLC fue remplazado con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, o T-MEC, en 2020).
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Con la transformación de la industria en un contexto cada vez más global y competitivo, las empresas estadounidenses, en busca de costos de fabricación más bajos, voltearon la mirada al sur de su frontera. El año pasado, 3.6 millones de automóviles, alrededor de la mitad de las importaciones de automóviles de Estados Unidos por valor, provinieron de sus dos vecinos (aproximadamente 2.5 millones de ellos de México).
Para fabricar esos automóviles, que representaron el 22% por volumen y el 16% por valor de las ventas en Estados Unidos, en el transcurso de décadas se han ido creando cadenas de suministro complejas que atraviesan ambas fronteras.
En 2024, el valor de las exportaciones automotrices de México y Canadá a su vecino fue de alrededor de US$ 200,000 millones, y casi la mitad correspondió a componentes para vehículos ensamblados en Estados Unidos. Por lo tanto, los aranceles propuestos por Trump tendrían un “impacto masivo” en la industria automotriz, según la proveedora de datos S&P Global Mobility. Daniel Roeska, de la agencia de corretaje Bernstein, describe el efecto de manera todavía más concisa: un “desastre”.
Las tres grandes automotrices de Detroit serían las más afectadas. Aproximadamente dos quintas partes de los automóviles vendidos en Estados Unidos por Stellantis (cuya mayor accionista, Exor, es propietaria parcial de la empresa controladora de The Economist) provienen de México y Canadá, según Bernstein.
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En el caso de General Motors (GM), esta proporción es de casi una tercera parte. Ford está menos expuesta. Solo una cuarta parte de sus ventas cruzan las fronteras de Estados Unidos, y se trata, en general, de vehículos más pequeños y baratos como el Bronco Sport y el Maverick. GM y Stellantis, en cambio, importan a Estados Unidos sus lucrativas camionetas “pickup” Silverado y Ram, respectivamente.
El impacto sería de tal gravedad que unos aranceles del 25% acabarían con las utilidades de Detroit si sus tres automotrices no aumentan los precios o cambian la producción, según cálculos del banco Barclays. También afectarían a otras fabricantes automotrices.
Aunque Tesla, la empresa de autos eléctricos de Elon Musk, fabrica sus autos en Estados Unidos, importa hasta una cuarta parte de los componentes de México. Las fabricantes de automóviles europeas y asiáticas también dependen de México en distinta medida. Volkswagen es la que tiene una mayor exposición. Su producción en México representa más de dos quintas partes de sus ventas en Estados Unidos.
Trump también amenazó a las empresas automotrices extranjeras con aranceles independientes sobre las importaciones de otras regiones. Estos podrían causar más problemas. Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones automotrices de Europa que, según la consultora Oxford Economics, en 2023 correspondieron a una quinta parte por valor, alrededor de 56,000 millones de euros (US$ 60,000 millones).
Los aranceles impuestos a estas exportaciones afectarían muchísimo a las tres mayores automotrices alemanas. En total, las exportaciones a Estados Unidos representan casi el 10% de las ventas de BMW y Mercedes-Benz, y el 15% de VW. Bernstein calcula que unos aranceles del 20% generarían para VW un costo de 3,300 millones de euros si no los traslada a precios más altos.
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Sin duda, los consumidores también saldrían afectados. Lo más probable es que el precio del auto promedio en Estados Unidos aumente US$ 3,000, en opinión de la consultora Wolfe Research. Un aumento en los precios afectaría las ventas totales justo en un momento en que la industria podría enfrentar otro tipo de turbulencia.
Trump ha mencionado que planea reducir las normas relativas a emisiones y acabar con los subsidios aplicables a la venta de vehículos eléctricos (VE). Retrasar la transición a las baterías eléctricas crearía más complicaciones para las fabricantes automotrices, en particular Ford y GM, que hicieron inversiones considerables en la producción de VE tanto en su país como del otro lado de las fronteras de Estados Unidos.
Los aranceles pondrían a las automotrices en un dilema. Roeska, de Bernstein, subrayó que, si se imponen esos derechos, es muy poco probable que sean permanentes. El problema es que no está claro cuánto tiempo podrían aplicarse. Por ejemplo, tan solo la amenaza de imponerle a Colombia aranceles y otras sanciones en una controversia relacionada con el regreso de migrantes el 26 de enero fue suficiente para que el país sudamericano desistiera en solo unas horas.
Casi ridículo
Aunque los aranceles se aplicaran solo unas semanas, en tanto Trump consigue concesiones en el tema migratorio y de drogas que pueda presentar como una victoria, de cualquier manera serían de lo más disruptivos. Si persistieran, quizá se podría reubicar parte de la producción a Estados Unidos. Pero reconfigurar fábricas y cadenas de suministro lleva tiempo, además de que provocaría un aumento permanente en los costos.
Una teoría es que las amenazas tienen otra motivación: usarlas como herramienta para forzar una renegociación pronta del T-MEC, que en este momento tiene programada una revisión en 2026, en condiciones más favorables para Estados Unidos, con el propósito de impulsar el objetivo de Trump de llevar la fabricación de nuevo al país. Ha dicho que los aranceles son la única manera de salvar a la industria automotriz estadounidense. Por desgracia, también podrían causar una crisis en el sector.
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