Los votantes de California infligieron esta semana un aparente voto de castigo a políticos progresistas al despedir a un fiscal liberal en San Francisco y darle a un exrepublicano del ala dura contra el crimen la oportunidad de convertirse en alcalde de Los Ángeles.
Dos de los enclaves más inclinados a la izquierda en Estados Unidos parecieron manifestar a sus líderes un hartazgo de políticas que no logran controlar el aumento de la criminalidad o la creciente cantidad de gente sin techo.
Argumentan que si ese tipo de políticas no da resultado en la costa oeste tradicionalmente liberal, no funcionará en ninguna parte.
“La destitución de Chesa Boudin de la noche a la mañana es un momento decisivo”, tuiteó el columnista del Washington Post, James Hohman, refiriéndose al fiscal general de San Francisco, relevado el martes de su cargo por una amplia mayoría de votantes.
“No es solo el rechazo a un solo [fiscal de distrito]. Es un repudio al enfoque fallido complaciente con la delincuencia que vuelve menos seguras a nuestras ciudades”, dijo Hohman.
El desempeño del adinerado promotor inmobiliario Rick Caruso en las elecciones a la alcaldía de Los Ángeles también fue anunciada como un rechazo a una política liberal buenista.
Caruso invirtió más de US$ 40 millones de su bolsillo en una campaña primaria enfocada exclusivamente en el combate a la criminalidad con más policías y la eliminación de campamentos de los sin techo que proliferan en las calles de la ciudad.
El miércoles tuvo una ventaja de 42% contra 37% sobre su rival más cercana e incondicional del Partido Demócrata, Karen Bass.
Ambos disputarán en noviembre la alcaldía de la ciudad más grande de Estados Unidos, aunque una mayor participación electoral podría cambiar la relación de fuerzas.
Estos resultados ocurren tras la elección el año pasado de Eric Adams como alcalde de Nueva York, de tendencia demócrata, cuyo énfasis en la inseguridad y la falta de vivienda ya había sido recompensado en las urnas.
El Partido Demócrata parecía estar tomando nota el miércoles, y el presidente Joe Biden reconoció que el crimen era un gran problema para el electorado antes de las elecciones intermedias de noviembre.
“Los votantes enviaron un mensaje claro anoche. Ambos partidos tienen que tomar medidas contra el crimen y la violencia armada”, declaró.
Hizo un llamado a los estados y ciudades a invertir miles de millones de dólares en la contratación de más policías y reformar el funcionamiento de las comisarías.
Una realidad muy alejada de los llamados a “desfinanciar a la policía” que hicieron eco en todo el país a raíz de la muerte hace dos años de George Floyd, un hombre negro, a manos de un oficial de policía blanco.
Contrapunto
Sin embargo, a pesar de la sonora derrota de Boudin y la campaña generosa y protagónica de Caruso, otros resultados en el resto del estado sugieren que California, en el corto plazo, no abandonará sus políticas progresistas.
El alguacil del condado de Los Ángeles, Alex Villanueva, un reformador que recientemente se ha dedicado a hostigar a los liberales y criticar a la izquierda más militante apodada en inglés “woke”, tuvo que lamerse la herida de un durísimo golpe electoral el miércoles.
Se encamina a una segunda vuelta en noviembre, a pesar de haber corrido con la ventaja de ser el desafiante y enfrentarse a un escenario fragmentado de oponentes, en una contienda que nunca pareció entusiasmar.
La pugna por el cargo de fiscal general en todo el estado de California también ofreció un contrapunto.
El titular Rob Bonta logró un fácil primer lugar después de promocionar su historial y sus ambiciones de una reforma de la justicia penal, el mismo tema que los críticos dicen que hundió a Boudin.
Y ahí está lo cuestionable de la idea de que la derrota de Boudin sea una derrota del progresismo.
Es más bien una reorientación, asegura el veterano consultor demócrata John Whitehurst al San Francisco Chronicle.
“El péndulo ha regresado con relación a donde estaba hace un par de años con George Floyd, Black Lives Matter y el reclamo de una reforma total”, explicó.
Sin embargo, eso no quiere decir que los votantes quieran volver a una política represiva sin miramientos.
“Hay matices. Están diciendo: ‘No queremos desfinanciar a la policía, solo queremos tener policías que no golpeen a las personas y violen los derechos civiles de las personas’. No queremos tener personas tras las rejas por delitos de drogas”.
San Francisco probablemente seguirá siendo un bastión progresista e incluso aquellos que votaron contra Boudin admiten que el rechazo que generó quizás se deba más a su perfil que a la sustancia de su política.
Hijo de militantes de extrema izquierda condenados por la muerte de dos policías durante un asalto en 1981, Boudin trabajó durante un tiempo como traductor del presidente venezolano Hugo Chávez, antes de graduarse como abogado.