Apoyados por el presidente Joe Biden y reforzados por algunas victorias como la obtenida ante Starbucks, los sindicatos de Estados Unidos parecen atravesar un buen momento.
Pero la realidad sigue siendo complicada, a juzgar por las batallas que libran actualmente en Amazon.
“Algunas declaraciones del presidente estadounidense son simbólicamente muy importantes”, destacó Rebecca Givan, especialista en temas laborales de la universidad Rutgers.
Biden nominó al exsindicalista Marty Walsh a la cabeza del Departamento de Trabajo y remodeló el consejo de administración de la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB), agencia encargada de salvaguardar los derechos de los trabajadores.
Su gobierno tiende a promover los empleos sindicalizados, como cuando invita a eventos sobre vehículos eléctricos a empresas como General Motors y Ford pero omite a Tesla, el único gran constructor en donde el potente sindicato de la industria automotriz, el UAW, no está presente.
“Son pequeños pasos que pueden hacer una diferencia”, agregó Givan. Pero la ley actual está tan sesgada a favor de los empleadores que es extremadamente complicado sindicalizarse, estimó.
Según la encuestadora Gallup, un 68% de los estadounidenses se muestran favorables a los sindicatos, el porcentaje más alto desde 1965.
Pero la tasa de trabajadores sindicalizados en el sector privado, en declive desde hace varias décadas, bajó nuevamente en el 2021 a 6.1%.
El sindicato RWDSU, presente en el sector de la distribución, fracasó el año pasado en su intento de convencer a los empleados de un depósito de Amazon en Bessemer, Alabama, de unirse a sus filas. En este caso, la NLRB juzgó que la multinacional había infringido algunas reglas y actualmente se organiza un segundo escrutinio.
En Nueva York, un pequeño grupo independiente de antiguos y actuales empleados de Amazon son quienes dan la pelea por la creación de un sindicato al interior de dos de sus depósitos con votaciones previstas para fin de marzo y abril.
Los trabajadores ganaron el derecho a organizar una votación tras haber recogido suficientes firmas en un esfuerzo que tomó varios meses. El grupo empresarial, sin embargo, puede convocar a su gusto a los trabajadores para reuniones sobre los horarios de trabajo con el fin de disuadirlos de la necesidad de un sindicato.
Jóvenes y diplomados
Pequeños grupos de trabajadores, en general jóvenes y diplomados, han cosechado algunas victorias en los últimos meses, comenzando por Starbucks.
Los asalariados de dos cafés en Búfalo, en el norte de Estados Unidos, votaron en diciembre por la creación de un sindicato, una primicia para los establecimientos que gerencia esa cadena en Estados Unidos. Lo mismo hicieron otros empleados de más de 150 Starbucks que después exigieron la organización de un escrutinio.
En los museos, organizaciones sin ánimo de lucro, universidades y salas de redacción, otros pequeños grupos también se organizan.
Pero para hacer realmente la diferencia habría que cambiar la ley, según varios expertos consultados.
Hay una propuesta legislativa en el Congreso, la ley PRO, pero esta tiene, bajo la configuración actual, pocas oportunidades de ser aprobada.
Julie Pinkham, directora de la asociación de enfermeras de Massachusetts y acostumbrada al mundo sindical desde hace 30 años, describe la sucesión de gobiernos como un “enorme ocho”, con cada una aportando un lote de reformas. Incluso con un presidente particularmente favorable a los sindicatos como Biden, cualquier cambio “toma tiempo” y sus poderes son limitados.
“Mientras tanto, no paramos”, dice ella. “Nunca ha sido fácil negociar (con los empleadores) pero se ha hecho cada vez más difícil”.
En ese mismo estado del norte del país, tres años fueron necesarios para que las enfermeras del hospital St. Luke en New Bedford pudieran crear un sindicato y negociar un primer convenio colectivo.
Y después de 301 días de huelgas que finalizaron a inicios de enero, 700 enfermeras del hospital St. Vincent, en Worcester, debieron enfrentar en febrero una votación que buscaba disolver su sindicato.
Nuevas dificultades aparecen regularmente, como las propuestas de ley que buscan considerar a los conductores de Uber o Lyft como trabajadores independientes, haciendo más difícil cualquier iniciativa de sindicalización, subrayó Pinkham.
Pese a los obstáculos, el contexto puede jugar a favor de los asalariados, cree Rebecca Givan.
“Muchos trabajadores se dieron cuenta de lo poco que se preocuparon por ellos sus empleadores durante la pandemia” y saben que con un mercado de trabajo tenso “pueden encontrar fácilmente un nuevo empleo en otro sitio”.