Por Bill Dudley
Ahora que la Reserva Federal de Estados Unidos ha entrado en un modo de ajuste cuantitativo total al revertir un programa de compra de activos que había ampliado su balance a casi US$ 9 billones surge una preocupación: ¿podría producirse una crisis de efectivo disruptiva, similar a lo que sucedió en los mercados monetarios hace unos años?
No se preocupe demasiado. Esta vez, la Fed está mucho mejor preparada.
Es cierto que la Reserva Federal ha aumentado la liquidación de activos a su tasa máxima mensual de US$ 60,000 millones en bonos del Tesoro y de US$ 35,000 millones en valores de agencias respaldados por hipotecas. Según lo previsto, esto agotará la liquidez que se había agregado para respaldar la economía durante la pandemia de COVID y reducirá gradualmente los más de US$ 3 billones en reservas de efectivo que los bancos comerciales tienen en la Reserva Federal.
Los pesimistas argumentan que las reservas eventualmente caerán por debajo de las necesidades del sistema bancario, lo que provocará que las tasas de interés se disparen en el crucial mercado de acuerdos de recompra, del que dependen los fondos de cobertura y otras instituciones para financiar valores, en lo que sería una repetición de la crisis observada en setiembre del 2019 que obligó a la Fed a abandonar abruptamente su esfuerzo de ajuste cuantitativo.
Señalan que ya se han desviado casi US$ 3 billones en reservas: más de US$ 2 billones de los instrumentos de recompra inversa de la Fed, que toma efectivo de los fondos mutuos del mercado monetario, y otros US$ 600,000 millones del saldo de efectivo del Tesoro en la Reserva Federal.
Comencemos con el instrumento de recompra inversa. Instituciones como los fondos del mercado monetario lo están utilizando mucho ahora, porque la Fed paga una tasa de interés más alta (2.3%) de lo que pueden ganar prestando dinero en los mercados privados. Esto elimina las reservas del sistema bancario, depositando el dinero directamente en la Reserva Federal.
Pero a medida que el ajuste cuantitativo drena el exceso de liquidez, las tasas del mercado privado se fortalecerán y los bancos aumentarán las tasas de los depósitos para alejar a los clientes de los fondos del mercado monetario. En conjunto, esto reducirá el uso de los instrumentos de la Fed y aumentará las reservas, posponiendo el momento en que se vuelvan inadecuadas.
La Fed también actuó tomando en consideración las lecciones de la última crisis del mercado monetario de dos maneras cruciales. Por un lado, ha establecido un instrumento de recompra permanente para limitar los picos de las tasas de interés: si las reservas se vuelven indebidamente escasas por cualquier motivo, los bancos pueden reponerlas tomando prestado a una tasa ligeramente elevada, contra la garantía de los bonos del Tesoro y otros instrumentos de deuda garantizados por el Gobierno.
Más allá de eso, la Fed tiene la intención de reducir las reservas con más cuidado esta vez, en tres fases distintas. Ahora estamos en la primera etapa, donde las reservas disminuyen relativamente rápido junto con la liquidación de los activos de la Fed. En la segunda y tercera etapa, cuando las reservas caigan al 10% y al 9% del producto bruto interno (PBI), respectivamente, la venta de activos se ralentizará y luego cesará.
El objetivo final será el 8% del PBI, que la Fed mantendrá mediante la gestión de sus tenencias de valores. Ese objetivo, por supuesto, puede cambiar: el objetivo final es garantizar que la oferta de reservas esté siempre ligeramente por encima de la demanda subyacente de los bancos.
Es posible que el ajuste cuantitativo no resulte tan aburrido como “ver como se seca la pintura”, como Janet Yellen sugirió en el 2017, pero es poco probable que cause disrupciones importantes. A medida que se reduce el balance de la Reserva Federal y aumenta la cantidad de bonos del Tesoro en manos privadas, los rendimientos de los bonos deberían subir levemente. Eso es todo.