Estados Unidos está convencido de que Rusia usa la desinformación para influir en América Latina y en las comunidades hispanohablantes en general, como arma política en plena guerra en Ucrania y a tres meses de las elecciones de medio mandato.
En un país con más de 62 millones de hispanos, los congresistas escribieron durante los últimos meses a los colosos digitales como Facebook, Instagram o Twitter y a aplicaciones de mensajería instantánea como Telegram para exigirles que impidan que medios rusos como RT en español y Sputnik Mundo “difundan y exporten mentiras al extranjero” que “perjudican directamente los intereses nacionales”.
Mientras que China, el otro gran quebradero de cabeza del presidente Joe Biden, financia infraestructura y crea lazos financieros, Rusia “tiene que ser más creativa para acumular influencia y una de sus estrategias ha sido difundir información falsa”, afirmó recientemente el congresista demócrata Albio Sires durante una audiencia en el Congreso sobre la influencia rusa en América Latina.
“Guerra de información”
Rusia “lleva a cabo, según sea necesario, actividades de guerra de la información orientadas a aumentar la polarización y disminuir la confianza en las instituciones democráticas”, afirmó durante la audiencia Evan Ellis, profesor e investigador del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos.
Para conseguirlo recurre a las redes sociales que “complementan las actividades de sus plataformas estatales de desinformación RT y Sputnik”, explica.
Pero es posible contrarrestar sus efectos con inversión, opinó Candace Rondeaux, directora de Future Frontlines New America, un grupo de reflexión de Washington.
“Durante la Guerra Fría Radio Free Europe y Radio Liberty fueron, sin duda, extremadamente importantes para obtener resultados en Europa del Este y en Europa”, afirmó refiriéndose a la organización de radiodifusión financiada por el gobierno estadounidense. “Hoy no se ve nada comparable a eso” para América Latina y “es un déficit que probablemente debería abordarse”, consideró.
Kimberly Marten, profesora del departamento de ciencia política del Barnard College, una universidad de Nueva York, coincide en la necesidad de combatir esta estrategia.
“Lo que tenemos que hacer es responder” y “decirle a la gente en programas en español y portugués exactamente lo que (el presidente ruso Vladimir) Putin y su régimen han hecho en términos de corrupción y violencia”, recomendó.
De puertas afuera la desinformación en español preocupa porque Estados Unidos lleva años perdiendo influencia en América Latina.
La inquietud va en aumento desde el estallido de la guerra en Ucrania, tras la invasión rusa. Algunos países, como México, Argentina o Brasil, no han secundado a Estados Unidos en sus iniciativas de ayuda al gobierno ucraniano con la diligencia y la firmeza que le hubiera gustado a Washington.
La desinformación ha alcanzado un nivel “asombroso” en América Latina, lamentó en junio el secretario de Estado Antony Blinken durante la Cumbre de las Américas.
Y de puertas adentro, la clase política está alarmada por la posibilidad de que se repitan las supuestas injerencias en sus elecciones de las que se ha acusado a Rusia en los últimos años.
“Verdad y mentiras”
Sobre todo, a falta de poco más de tres meses para los comicios de noviembre, en los que se renueva un tercio del Senado y toda la Cámara de Representantes, justo a mitad del mandato presidencial de cuatro años.
Al menos 11.6 millones de latinos votarán en esas elecciones, pronostica el Fondo Educativo de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Designados (Naleo). Es decir, casi uno de cada diez votantes (9.8%) será latino.
Y la desinformación puede tener un efecto devastador en estos votantes, muy codiciados tanto por demócratas como por republicanos.
Según un estudio publicado por el Brennan Center for Justice de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, “cuando hay lagunas de información, suelen afectar mucho más a los nuevos votantes y a los ciudadanos recién naturalizados” y “son, en su gran mayoría, latinos”.
El fenómeno no es nuevo.
Durante las presidenciales del 2020, “hubo muchísimos ejemplos de ciudadanos confundidos y actores malintencionados que divulgaban información errónea directamente entre las comunidades latinas”, recuerda el estudio, aunque sin señalar a ningún país.
Pone como ejemplo los “rumores engañosos de que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) iba a patrullar” los centros de votación, con el objetivo de “intimidar al votante”.
En palabras de Biden: “Hay verdad y hay mentiras, mentiras dichas para obtener poder y beneficio”.