Por Cass Sunstein
El equipo de transición del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, ha anunciado sus cuatro prioridades principales y no es de extrañar que el cambio climático se encuentre entre ellas. Para ese problema, la clave está en determinar el costo social del carbono.
Ese es el número más importante del que nunca ha oído hablar.
Esa cifra está diseñada para reflejar el equivalente monetario de los daños causados por una tonelada de emisiones de carbono. Por esa razón, es fundamental para las decisiones sobre la rigurosidad de las próximas regulaciones del poder ejecutivo que regirán la economía de los combustibles de automóviles y camiones, los límites de emisiones para las centrales eléctricas, los requisitos de eficiencia energética para los electrodomésticos y mucho más.
Si el costo social del carbono se fija alto, veremos regulaciones agresivas que reducirán significativamente el riesgo de cambio climático. Si el costo social del carbono se establece bajo, bueno, el riesgo no se reducirá tanto.
En el 2009, la Administración del presidente Barack Obama dijo que el costo social del carbono sería de alrededor de US$ 52 en el 2020. En el 2017, el presidente Donald Trump y sus representantes redujeron esa cifra a entre US$ 1 y US$ 6.
De forma muy sorprendente, la brecha no se debió a razones políticas, al menos no en un sentido simple.
La mayor parte de la diferencia se debió a diferentes respuestas a una misma pregunta: si tenemos en cuenta el daño causado por una tonelada de emisiones de carbono, ¿debemos considerar el daño a todo el mundo, o simplemente el daño a Estados Unidos?
El Gobierno de Obama eligió la medida global. La Administración Trump eligió la medida interna.
Hay al menos dos razones para pensar que el Gobierno de Obama tenía razón. Primera: si las instituciones estadounidenses y las empresas del país están causando daños a personas en otros lugares, como en Alemania, Francia, India, Australia y Nueva Zelanda, hay razones morales para considerar ese daño al decidir si reducir las emisiones. ¿Deberían los estadounidenses ignorar al resto del mundo?
La segunda razón es que, en términos de interés nacional, existen poderosas razones para usar la cifra global. Si todas las naciones usan la cifra doméstica, los estadounidenses se verán gravemente perjudicados. Las emisiones están aumentando en todo el mundo, particularmente en China, y la única forma de proteger a los estadounidenses es tomar medidas para garantizar que todas las naciones tengan en cuenta el daño global al establecer sus límites de emisiones.
Es altamente improbable que Estados Unidos use la cifra interna. El uso por parte de la Administración de Obama de la medida global del costo social del carbono ayudó a inspirar a otras naciones a hacer lo mismo, y desempeñó un papel importante en las complejas negociaciones que llevaron a la firma del acuerdo sobre el cambio climático de París en 2016.
Si el Gobierno de Biden elige usar la cifra global, las estrictas regulaciones sobre gases de efecto invernadero se verán mucho más atractivas de lo que son bajo el mandato de Trump, porque ofrecerán beneficios monetizados mucho más grandes. Pero, sin duda alguna, la nueva Administración preguntará si esa cifra de US$ 52 es la correcta, y exactamente de dónde proviene.
La respuesta es la siguiente: utilizando la ciencia y la economía, los investigadores de varios países han creado “modelos de evaluación integrados” por medio de los cuales buscan evaluar de la forma más exacta posible el daño que probablemente causará el cambio climático, y convertir ese daño en cifras monetarias. Uno de esos modelos fue desarrollado por William Nordhaus de la Universidad de Yale, quien ganó el Premio Nobel en 2018, en parte por su trabajo en este tema.
Para calcular el costo social del carbono en el 2009, la Administración Obama-Biden se basó en gran medida en los tres modelos principales y, esencialmente, los promedió. Cabe destacar que el Gobierno de Trump no discrepó públicamente con esa decisión en particular.
Pero los investigadores han aprendido mucho desde el 2009 y hay razones para pensar que los números de Obama-Biden eran demasiado bajos. Según una cuenta técnica, deberían duplicarse. Según otra, deberían cuadruplicarse. En el 2017, la Academia Nacional de Ciencias publicó un informe definitorio, cuestionando algunas de las decisiones tomadas por la Administración de Obama y pidiendo actualizaciones frecuentes.
Para aceptar las proyecciones más altas, la Administración de Biden tendrá que hacer una serie de preguntas. ¿Qué sabemos ahora sobre el daño probable? ¿Cómo deberíamos tratar el daño que ocurriría en el futuro? ¿Cuál es el tratamiento correcto de la incertidumbre? Debido a que hay muchas cosas que no sabemos, tal vez deberíamos incorporar un margen de error, lo que conduciría a un número mayor.
Estas son preguntas técnicas. Principalmente involucran ciencia y economía. Pero está claro que la cifra de la Administración Trump para el costo social del carbono es indefendiblemente baja y que necesitamos rápidamente una mejor. Esta cifra en particular tendrá un impacto excepcionalmente importante.