El hecho de que los pronosticadores no hayan podido prever el aumento de la inflación derivado de la pandemia ha llevado a muchos a cuestionar la eficacia de los modelos macroeconómicos que utilizan para tratar de comprender lo que sucede en la economía.
Pero tal vez el problema no sean los modelos per se, sino los datos que se introducen en ellos. Tradicionalmente, cubren los acontecimientos económicos desde la Segunda Guerra Mundial y las correlaciones y patrones que se han observado durante ese período.
“Los economistas se centran demasiado en los datos de la posguerra”, dijo el ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional y profesor de la Universidad de Harvard, Kenneth Rogoff. “Cuando se experimentan conmociones diferentes e inusuales, es extremadamente útil observar un período de tiempo un poco más largo”.
Eso es exactamente lo que hace la profesora de la Universidad de Columbia, Stephanie Schmitt-Grohe, en su análisis del reciente aumento de la inflación a máximos de varias décadas. Y su cálculo numérico, que se remonta a 1900, sugiere que la explosión actual de los precios puede no ser tan preocupante como muchos temen.
La inflación fue mucho más variable, con amplias oscilaciones hacia arriba y luego hacia abajo, desde 1900 hasta los años de la guerra. Eso plantea la posibilidad de que el último estallido de precios resulte tan efímero como en ese momento y no se arraigue en la economía, como sucedió desde finales de los años sesenta hasta los setenta.
La última vez que el mundo sufrió una pandemia, en 1918, la inflación iba en aumento. Pero en 1921, se había derrumbado: los precios cayeron un 11% ese año.
Cuando Schmitt-Grohe ejecutó su modelo con datos de 1955 a 2021, mostró un aumento de 2.5 puntos porcentuales en lo que llamó el componente permanente de la inflación por encima del precio objetivo del 2% de la Fed.
Cuando la entrada se extendió hasta 1900, el incremento fue de solo medio punto porcentual, un problema de precios notablemente más fácil de resolver para el presidente de la Fed, Jerome Powell, y sus colegas.
Eso no significa que no deban aumentar las tasas de interés para frenar el aumento de los precios, dijo Schmitt-Grohe.
“La respuesta política correcta si se desea reducir la inflación es tener un aumento transitorio en la tasa de fondos federales y luego volver a bajarla”, comentó el 7 de enero en la conferencia anual de la Asociación Estadounidense de Economía.
En una presentación realizada por Rogoff en la conferencia ese día, usó datos que se remontan a 1300 para argumentar que es poco probable que la economía global vuelva a un régimen de tasas de interés ultrabajas una vez que haya pasado la pandemia.
Si bien los rendimientos han estado disminuyendo durante siglos, la baja ha sido lentísima. La fuerte caída observada a raíz de la crisis financiera de 2007-2009, en la que los rendimientos de algunos bonos se tornaron negativos, fue una anomalía que ahora se está revirtiendo.
Sostuvo que una variedad de factores, incluido el aumento del déficit y la deuda del Gobierno y la próxima inversión para combatir el cambio climático, elevarán las tasas en general por encima de los bajos niveles observados en los años posteriores a la crisis financiera.
Esta no es la primera vez que Rogoff retrocede en la historia para comprender el presente y pronosticar el futuro.
En su libro de 2009 “Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera”, junto con Carmen Reinhart, Rogoff usó ocho siglos de datos para argumentar, correctamente, que la recuperación económica de la crisis financiera sería lenta y prolongada.