El alto precio de la gasolina está poniendo a prueba la dependencia que tienen millones de estadounidenses hacia sus automóviles para trabajar. Muchos están cambiando sus hábitos, apuntándose para viajes compartidos o incluso abandonando sus autos por completo para trasladarse en bicicleta.
El precio de la gasolina rebasó recientemente la barrera psicológica de los US$ 5 por galón en todo el país. El precio promedio esta semana fue de US$ 4.95 frente a los US$ 3.06 de hace un año, según la American Automobile Association (AAA, una federación de clubes de automovilistas).
El miércoles, el presidente Joe Biden pidió al Congreso que suspenda los impuestos federales sobre la gasolina durante tres meses, lo que supondría una reducción de 18.4 centavos por galón en el precio de la gasolina.
También pidió a los estados que suspendan sus propios impuestos sobre el hidrocarburo. Mientras tanto, sin embargo, la gasolina está presionando los presupuestos familiares y empujando a la gente a buscar alternativas.
Wallace Reid, por ejemplo, está buscando una nueva forma de ganarse la vida.
Reid, que conduce en Nueva York para los servicios de taxis por app Uber y Lyft, llena su Lexus al menos tres veces por semana. Paga alrededor de US$ 95 cada vez, casi el doble de lo que pagaba el año pasado. Para compensar eso, conduce con más frecuencia, pero también está buscando otros trabajos que no requieren que use su automóvil.
“Son más horas, más estrés. La ciudad de Nueva York no es una ciudad fácil para trabajar y esto está afectando nuestras vidas”, manifestó.
En un verano normal, Orvilia Nieto podía trasladarse en su camioneta desde la casa rodante en la que vive en Lytle, Texas, pero eso es cada vez más difícil este año. Le cuesta mucho llenar el tanque de su SUV Ford Expedition 2008 para poder llegar a su trabajo en un centro de distribución de T.J. Maxx en San Antonio, a unos 32 kilómetros (20 millas) de distancia.
Nieto y sus compañeros de trabajo intercambian consejos sobre dónde es más barata la gasolina. A veces comparte automóvil o llena su tanque solo hasta la mitad, lo que aún le cuesta más de US$ 50, pero ella dice sentirse afortunada. Dice que varios colegas en su turno, que termina a las 2:30 a.m., regresan a sus casas en bicicleta, en plena oscuridad.
“Ha sido un camino difícil. Si viviéramos en la ciudad sería más fácil, podría tomar el autobús, pero al final del turno a las 2:30 de la mañana, ¿qué línea de bus está disponible?”, lamentó.