Mississippi retira su bandera estatal y numerosas municipalidades sacan estatuas de la Confederación de los sitios públicos. Una campaña bipartidista está eliminando todo vestigio de la guerra civil y de la segregación racial en el sur de Estados Unidos.
Este revisionismo del pasado racista tiene a los demócratas frotándose las manos, esperanzados en que estos cambios simbólicos se reflejen en las urnas.
En muchas partes del sur el electorado se está rejuveneciendo, es cada vez menos blancos y más urbano, y probablemente menos proclive a apoyar las políticas del presidente Donald Trump enfocadas más que nada en la población de raza blanca.
Los demócratas piensan que una serie de candidatos de distinto origen a cargos municipales, estatales y nacionales, combinado con un candidato a la presidencia como Joe Biden, un hombre blanco de 77 años, pueden darles grandes dividendos en la que probablemente sea la región más conservadora del país.
“Hay grandes oportunidades para todos en esta región”, dijo Jaime Harrison, un candidato de raza negra de 44 años que aspira a la banca del senador Lindsey Graham.
Décadas de desarrollo económico han atraído nuevos residentes a la zona. Personas blancas de otras partes del país, familias negras que regresan tras la gran migración hacia el norte de la era de segregación y linchamientos, y una creciente población hispana. Harrison dice que las generaciones nativas más jóvenes, tanto blancas como negras, son menos rígidas en sus lealtades políticas que sus padres y abuelos.
“A veces nos frenan dirigentes de la vieja escuela”, dijo Harrison. “Pero todos estos cambios están alterando las dinámicas de muchas comunidades”.
Las elecciones de noviembre dirán qué tan grande es el cambio. Hay contiendas competitivas por la presidencia, el control del Senado y el equilibrio de poder en las legislaturas desde Raleigh (Carolina del Norte) hasta Austin (Texas).
Los republicanos no adhieren a la tesis de que todo va a cambiar en el 2020, pero admiten que se están produciendo importantes cambios que empezaron con el crecimiento de la población suburbana de Virginia en el norte y se fueron expandiendo hacia el sur, a lo largo de la costa atlántica, y hacia el oeste, hasta Texas.
“Carolina del Norte, Georgia, Texas... Estos están pasando a ser estados de dos partidos”, dijo el encuestador republicano Brent Buchanan, aludiendo al hecho de que hasta hace poco eran hegemonizados por los republicanos.
La directora de la campaña de Biden, Jen O’Malley Dillon, dice que Carolina del Norte y la Florida son hoy estados peleados, lo mismo que los estados de los Grandes Lagos que mandaron a Trump a la Casa Blanca hace cuatro años. Y Georgia y Texas, acota, serán más reñidos que en tiempos recientes.
Buchanan dijo que las cámaras bajas de Georgia y Texas, controladas por los republicanos, podrían cambiar de manos, lo mismo que bancas republicanas en el Senado de Carolina del Norte, Georgia y tal vez Texas. Las pujas por asientos en el Senado serán más reñidas en estados como Carolina del Sur, Alabama y Mississippi.
“Georgia y el sur están cambiando mucho más rápido de lo que piensa la gente piensa”, dijo DuBose Porter, ex legislador de Georgia. “Esto empezó antes de la llegada de Trump”, pero el presidente “lo aceleró”.
Después de la guerra civil (1861-1865) el sur fue dominado por los demócratas de raza blanca que se oponían visceralmente al Partido Republicano de Abraham Lincoln.
A partir de la década de 1960 y del movimiento por los derechos civiles, la mayoría de los votantes blancos se pasaron al Partido Republicano y esa tendencia se acentuó durante los dos mandatos de Barack Obama, el primer presidente negro que tuvo Estados Unidos.
Más que la identidad partidista, el factor determinante fue el conservadurismo de la población blanca, sobre todo en el terreno cultural. “Los votantes dan prioridad a los principios, y en segundo lugar a las políticas”, dijo Buchanan.
“Biden es una alternativa segura para los votantes blancos que tal vez aprobaron a Trump cuando todo iba bien, pero ahora quieren un líder estable que haga lo que hay que hacer”, opinó Zac McCrary, encuestador demócrata de Alabama.
Biden dice que la historia de Estados Unidos muestra un “constante tira y afloja entre dos partes de nuestra personalidad: la idea de que todos los hombres y mujeres --todas las personas-- fueron creadas iguales y el racismo que nos desgarra”.
Pero no está a favor de hacer reformas radicales a la policía a pesar del furor por sus actos de violencia en prejuicio de personas de raza negra y opina que los símbolos confederados deben ser eliminados, pero en lo posible no a través de la acción de turbas.
Y hace una distinción entre confederados traidores y los padres de la patria que poseyeron esclavos, incluidos George Washington y Thomas Jefferson. Dice que sus monumentos deben ser protegidos.
McCrary dijo que estas actitudes pueden tranquilizar a los conservadores y sacarle votos a Trump.