Donald Trump y su gente están intensificando sus esfuerzos por humillar —y tal vez destituir— a los miembros del Partido Republicano que consideran desleales al expresidente y rechazan su afirmación falsa de que le robaron las elecciones del año pasado.
La representante Liz Cheney, número tres de la jerarquía republicana en la cámara baja, corre peligro de ser degradada por sus cuestionamientos a Trump.
El senador Mitt Romney, otro de los pocos republicanos que critican a Trump, fue abucheado el fin de semana en una conferencia de conservadores y tuvo que recordarle al público que no hace mucho fue el candidato presidencial de su partido.
Y en Texas, el único candidato republicano abiertamente antitrumpista en una votación especial por una banca vacante en la Cámara de Representantes terminó noveno.
Trump dejó la presidencia hace casi cuatro meses con su reputación manchada por una insurrección de partidarios suyos que tomaron el Congreso en un esfuerzo por impedir la certificación de la victoria de Joe Biden en las elecciones de noviembre.
Los últimos acontecimientos, no obstante, indican que resurgió de las cenizas y mantiene el control del Partido Republicano, en el que quienes se resisten a seguirle la corriente con sus falsedades se encuentran a la defensiva.
“Es algo que mete miedo”, comentó Michael Wood, aspirante a un escaño en la Cámara de Representantes que decía que los republicanos debían hacer a un lado el “culto a la personalidad” de Trump. Al final sacó el 3% de los votos en la consulta de Texas. Dos partidarios de Trump resultaron los más votados y avanzaron a una segunda ronda.
El control de Trump del partido podría acentuarse en los próximos días.
Está disparando andanadas de comunicados de prensa y su cuenta de Facebook podría ser restablecida esta semana si una junta evaluadora independiente se pronuncia a su favor. Un fuerte partidario suyo, por otro lado, podría ser nombrado candidato a la gobernación de Virginia en una de las pocas elecciones importantes de este año.
La decisión en torno al futuro de Cheney podría ser un buen indicio del rumbo que tomará el partido.
La representante de Wyoming es la figura republicana de más alto rango que votó a favor de un juicio político a Trump cuando era presidente e insiste en que el partido debe rechazar la mentira de Trump de que le robaron las elecciones.
Esa afirmación no tiene ningún sustento, pero Trump insiste en ella y el lunes lanzó una “proclama” en la que trata de cambiar el significado de la expresión “la gran mentira”, usada para describir esa aseveración.
“La Fraudulenta Elección Presidencial del 2020 será, a partir de este momento, conocida como LA GRAN MENTIRA”, señaló.
La respuesta de Cheney no tardó en llegar. “La elección presidencial del 2020 no fue robada. Cualquiera que diga que lo fue está propagando LA GRAN MENTIRA, dándole la espalda al imperio de la ley y envenenando nuestro sistema democrático”, dijo en un tuit.
Cheney ya sobrevivió a un intento de hacerla a un lado, pero esta vez podría ser distinto. En esa ocasión el jefe del bloque republicano de la cámara baja Kevin McCarthy la apoyó. Esta vez, no obstante, no la defendió de las críticas que recibe de los conservadores, que piden su cabeza.
El martes McCarthy declaró a Fox News Channel que otros legisladores republicanos le expresaron su preocupación en torno a si Cheney, jefa de la conferencia republicana, está realmente en condiciones de aportar a la causa de los republicanos, que aspiran a recuperar el control de la Cámara de Representantes en el 2022.
“Tenemos que trabajar al unísono para poder recuperar la mayoría”, expresó McCarthy.
Si bien los detractores de Trump dentro del Partido Republicano son pocos, no se los puede ignorar.
Diez representantes votaron a favor del juicio político de Trump por haber alentado el ataque del 6 de enero al Congreso y siete senadores republicanos lo hallaron culpable. El líder republicano del Senado Mitch McConnell votó a favor de absolver a Trump, pero lo criticó duramente y en privado alentó a sus correligionarios a dar vuelta la página.
Los miembros de la cámara baja, sin embargo, enfrentan una coyuntura diferente, sobre todo los de distritos abrumadoramente republicanos, donde unos ocho de cada 10 republicanos ven con buenos ojos a Trump.
De todos modos, es difícil calibrar el apoyo a Trump en estos momentos. Algunos estrategas republicanos dicen en privado que hay indicios de que está perdiendo fuerza en el partido.
“Pierde relevancia con cada día que pasa. Pero entre los que lo siguen escuchando, es más relevante que nunca”, declaró el veterano encuestador republicano Frank Luntz. “Sigue incidiendo, aunque con el correr del tiempo, incidirá cada vez menos”, insistió.
Por ahora, esta antigua celebridad de la reality TV disfruta del presente.
“Qué lindo ver cómo abucheaban al RINO de Mitt Romney en la Convención Estatal Republicana de Utah”, declaró el lunes. RINO es una abreviatura de “Republican in Name Only” (Republicano solo de nombre).
En su presentación del fin de semana Romney le recordó a los presentes que ha sido conservador toda su vida y su candidato a la presidencia en el 2012. Y les dijo que los republicanos saldrán perdiendo si se atacan entre sí. “Si dividimos nuestro partido, vamos a ser un partido perdedor”, afirmó.
Mike DuHaime, importante estratega republicano, dijo que el partido todavía trata de definir su identidad tras el paso de Trump por la presidencia, pero sostuvo que le irá mejor si mantiene en sus filas a personas como Cheney y Romney.
“Hay gente que corteja a la base del electorado, que es muy apasionada y cree la gran mentira sobre las elecciones. Eso da para ganar una primaria para el Congreso, el Senado, una gobernación e incluso la presidencia, según parece”, manifestó.
Advirtió, sin embargo, que “si nos enfocamos solo en eso, no alcanzará para recuperar la mayoría” en las dos cámaras legislativas en el 2022.