
La caída de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, o USAID por sus siglas en inglés, cortó miles de millones de dólares en financiamiento para programas sociales y de salud alrededor del mundo. También complica su legado como promotor de los valores de Estados Unidos en el extranjero.
Donald Trump y su zar de la eficiencia, Elon Musk, convirtieron a USAID en uno de sus principales blancos de su campaña de reducción de costos, en parte porque el presidente quiere priorizar los asuntos domésticos sobre el apoyo internacional. La agencia financió medios de comunicación, grupos de derechos humanos y organizaciones anticorrupción. Sus críticos dentro y fuera del país lo veían como una innecesaria intervención en asuntos de otros países.
Muchas veces estas organizaciones eran las únicas fuentes de crítica o investigación independiente en lugares con gobiernos autocráticos, aunque también trabajaban en países aliados, como México y Colombia. Sin el dinero de Estados Unidos, varios de estos grupos tendrán dificultades para seguir operando, y el recorte de Trump ya está envalentonando a algunos líderes autoritarios para que tomen enérgicas medidas contra la disidencia.
“Ahora es el momento de desmantelar estas redes internacionales, hay que barrer con ellas”, dijo el mes pasado el primer ministro húngaro Viktor Orbán en un discurso. Anunció además planes para ilegalizar cualquier organización no gubernamental que reciba fondos extranjeros y elogió la medida de Trump. “Es necesario hacer que su existencia sea legalmente imposible”.
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Hay una ofensiva de un “eje consolidado de actores antidemocráticos” para reprimir a la sociedad civil que solo se acelerará a medida que Estados Unidos vuelca su atención hacia adentro con Trump, dijo Christopher Sabatini, miembro senior de Chatham House en Londres, y director entre 1997 y 2005 para América Latina de la Fundación Nacional para la Democracia. Esta organización también sufrió recortes en su financiamiento junto con USAID.
“Esta era una de las únicas fuentes de apoyo para abrir y mantener espacios políticos en estos países”, dijo. “Muchas de las fundaciones privadas no hacen eso”.
Tras una revisión de seis semanas, el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció el 10 de marzo que más del 80% de los contratos de USAID se cancelaron oficialmente porque no servían —y en algunos casos incluso perjudicaban— a los “intereses nacionales fundamentales”. El Departamento de Estado no respondió a una solicitud de comentarios.
Algunas actividades de USAID eran incómodas incluso para aliados de Estados Unidos. Frustrado por un grupo anticorrupción que, según dijo, estaba vinculado a partidos conservadores de la oposición, el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, escribió una queja formal a Joe Biden en 2023 sobre lo que consideró un “acto intervencionista”.
El presidente de Colombia, el izquierdista Gustavo Petro, también se ha opuesto a la ayuda exterior. “Es que esa ayuda es veneno”, dijo durante una reunión de gabinete televisada en febrero, en la cual se preguntaba por qué su país no podía pagar él mismo la factura de una patrulla fronteriza financiada por USAID.

En otros lugares, USAID era vista como un aliado de gobiernos que luchaban por los ideales democráticos. En Ucrania, la agencia apoyó el periodismo independiente que ayudó a influir en el país para que aplicara reformas encaminadas a la integración con Europa, según Oksana Romanyuk, directora del Instituto de Información de Masas del país.
Más del 80% de los 120 medios de comunicación encuestados recientemente por el instituto recibieron subvenciones de Estados Unidos. “Era el poder blando el que mantenía unido al mundo democrático”, dijo.
Existe un alto riesgo de que los actores extranjeros aprovechen el vacío, dijo Ola Myrovych, directora del Foro de Medios de Leópolis, a Bloomberg por correo electrónico. “Con el apoyo externo de regímenes autoritarios como Rusia y China, los medios de comunicación de Ucrania pueden enfrentarse a una mayor presión para alinearse con las agendas extranjeras”, dijo.
El expresidente de Rusia elogió la medida en una publicación en X.
En Asia se está produciendo una dinámica similar. El Monitor de Disidencia de China de Freedom House, una plataforma que documentaba protestas y otras formas de oposición en país, suspendió sus actividades tras el fin del financiamiento de USAID. Esto dificulta la medición del sentimiento público en la segunda mayor economía del mundo.
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“El mensaje que envía es que Estados Unidos se está alejando de algunas de sus prioridades más antiguas”, según Emily Mendrala, quien trabajó en Cuba y en política migratoria bajo el mandato del expresidente Joe Biden y ahora es consultora en Washington.
En distintas partes de Europa, otros líderes se hacen eco de Orban. En Serbia, aliados del presidente Aleksandar Vucic allanaron las oficinas de grupos prodemocráticos financiados por USAID y la Fundación Nacional para la Democracia, en busca de pruebas de fraude financiero o malversación de fondos.
“Habrá muchas más sorpresas en los próximos días, están saliendo a la luz documentos”, dijo Vucic el 9 de marzo, refiriéndose a la investigación de los proyectos de USAID. “Todo lo que no se haya hecho de acuerdo con la ley tendrá que ser justificado”.
USAID también financió servicios de noticias independientes en regímenes autocráticos en América Latina. La poca prensa independiente que había en esos lugares tendrá que buscar recursos en otros lados.
En Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro ha cerrado más de 400 medios de comunicación independientes desde el año 2000. Trece medios con financiación de Estados Unidos estaban entre los pocos que se opusieron a la línea oficial de los medios estatales cuando Maduro, quien regularmente describe a USAID como un complot imperialista destinado a un cambio de régimen, se declaró reelegido para un tercer mandato en julio. De los 235 reporteros que conformaban esa red durante la votación y la dura represión que le siguió, solo quedan 39.
Un periodista exiliado en Costa Rica que cubre el autoritario gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua, describió la medida de Trump como un regalo para el régimen. Pidió permanecer en el anonimato por temor a represalias tanto en Nicaragua como en Estados Unidos.
En El Salvador, el presidente Nayib Bukele ha expresado en repetidas ocasiones su apoyo a la decisión. “La gran mayoría de los periodistas y medios ‘independientes’ son, en realidad, parte de una operación mundial de lavado de dinero cuyo objetivo es impulsar la agenda globalista, junto con las ONGs financiadas bajo el mismo esquema”, dijo en X el mes pasado.
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Los medios de comunicación criticados suelen ser algunos de los pocos que informan sobre el tráfico de drogas y la inmigración, cuestiones clave para la administración Trump, dijo Gypsy Guillen Kaiser, jefa de asuntos globales del Comité para la Protección de los Periodistas. Pero ahora que están siendo desmantelados, los periodistas que recibieron financiación están siendo acosados por sus gobiernos.
“El mensaje que todo este proceso está enviando a otros gobiernos es que esos periodistas son presa fácil”, dijo.
Al otro lado del Atlántico, en la región africana del Sahel, la franja semiárida que se extiende por todo el continente, gobernantes militares que tomaron el poder en los últimos años y han obtenido el apoyo de Rusia, se suman a la presión para investigar a las ONG. Algunos incluso sostienen que Trump sigue sus ejemplos.
La junta que gobierna Malí dijo que había “denunciado, mucho antes de que el nuevo gobierno de Estados Unidos tomara posesión, el peligro de que la ayuda al desarrollo se utilizara para financiar redes terroristas”, según una declaración del Ministerio de Asuntos Exteriores del 24 de febrero. Tras derrocar al gobierno civil en 2021 y expulsar a tropas occidentales que llevaban más de 10 años apoyando la lucha contra movimientos islamistas, los militares han tomado medidas enérgicas contra la sociedad civil y el número de fallecidos en el país se ha elevado.
La junta prometió “investigar y castigar” a los responsables del mal uso de los fondos. Instó a las autoridades estadounidenses a investigar y acusar a quienes utilizaron el dinero “para financiar el terrorismo internacional”. Musk respondió con entusiasmo a la afirmación en una publicación en X.
“Con la suspensión de la ayuda por parte de la administración estadounidense, los regímenes militares del Sahel pueden decir: ‘Miren, hasta Estados Unidos lo dice, así que nuestras sospechas eran acertadas’”, dijo Yvan Guichaoua, un investigador independiente especializado en la región.
En una entrevista con un influencer de derecha de Estados Unidos la semana pasada, el presidente de Ruanda, Paul Kagame, criticó duramente la ayuda exterior. Kagame lleva más de 30 años en el poder y ha sido objeto de una creciente presión occidental, ya que una milicia a la que su ejército apoya y arma ha tomado las principales ciudades de la vecina República Democrática del Congo, desplazando a casi un millón de personas.
“Quien te da ayuda controla tu vida”, dijo Kagame, cuyo país ha sido durante mucho tiempo uno de los mayores receptores de ayuda per cápita de África. “Se convierte en un arma”.
Aun así, algunos líderes elegidos democráticamente también han acogido la medida con agrado. Alegan que ayudará a poner fin a la dependencia de África de la ayuda externa. Hakainde Hichilema, presidente de Zambia, es uno de ellos. Sin la financiación de Estados Unidos, dijo la semana pasada, “estamos solos” y eso representa “una gran oportunidad”.