Irma Gómez trabaja desde hace casi una década en las plantaciones del valle central de California y nunca vivió un año tan caliente como éste, cuando un colega se desplomó mientras recogían hojas y falleció.
“Preocupa, le podría pasar a cualquiera de nosotros”, dice Gómez, que en este día de otoño lleva una mascarilla para protegerse del humo de los incendios forestales, una densa neblina ocre que cubre el cielo.
El aumento de las temperaturas amenaza cada vez más a los trabajadores en Estados Unidos, poniendo en peligro su salud y también su desempeño. Y ese fenómeno tiene grandes consecuencias económicas, según dos estudios recientes sobre el tema.
El país ya pierde unos US$ 100,000 millones anuales debido a la disminución de la productividad por el calor, indica un informe del Centro de Resiliencia de la Fundación Adrienne Arsht-Rockefeller, un laboratorio de ideas con sede en Washington DC.
Si no se toman medidas para frenar el calentamiento global, las pérdidas alcanzarán los US$ 200,000 millones en el 2030 y los US$ 500,000 millones en el 2050, señala el estudio.
“Cuando uno está más lento y necesita descansos para tomar bebidas frías y resguardarse en la sombra, produce menos”, resume Kathy Baughman McLeod, directora del Centro de Resiliencia.
El bolsillo de los trabajadores también sufre el impacto del cambio climático.
“En muchos sectores como la agricultura, los empleados cobran por hora o por pieza”, explica Kristina Dahl, coautora de un estudio realizado por la Union of Concerned Scientists, una oenegé especializada en temas como el calentamiento global. “Si esos trabajadores toman descansos y no son compensados por ello, eso tiene implicaciones para su bienestar económico”.
Gómez, de 37 años, lo siente en la piel: “Este año ha habido menos trabajo por el calor”.
Al no poder hacer jornadas de ocho horas, este verano Gómez recibió US$ 1,700 por mes, US$ 700 menos que en el mismo periodo del año pasado. Para ella, la diferencia equivale a un mes de renta.
“Miles de lesiones”
Con un verano que registró récords de calor en algunas regiones del país, las pausas en las jornadas se han vuelto más frecuentes.
Y la situación va a empeorar, advierte la Union of Concerned Scientists.
Tres millones de trabajadores sufren cada año en Estados Unidos al menos una semana laboral con temperaturas superiores a los 37.7° centígrados, en las que el calor los pone en peligro.
De seguir los actuales patrones climáticos, para mediados de siglo, unos 18.4 millones de personas trabajarán más de una semana en esas condiciones extremas, lo que implica más descansos para proteger la salud.
“Todo el mundo, independientemente del trabajo que tenga, va a notar los efectos de esa caída de la productividad”, dice Dahl. Esas personas “plantan y cosechan nuestra comida, entregan nuestros paquetes, mantienen nuestros edificios, carreteras y puentes”.
Trabajar con mucho calor entorpece los movimientos. Provoca cansancio, confusión, desmayos y, en los casos más graves, un aumento de la temperatura corporal puede ser mortal.
“Estimamos que, sólo en California, las altas temperaturas pueden estar causando miles de lesiones laborales anualmente”, alerta el economista Jisung Park, profesor de la Universidad de California, en Los Ángeles.
Proteger al trabajador
Los dos estudios coinciden en que la prioridad es reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de las temperaturas.
Pero, a la espera de conseguirlo, abogan por cuidar a los trabajadores. “Esto se resume en darles tres cosas: agua, sombra y descanso”, señala Dahl.
“El calor mata a más estadounidenses que cualquier otro fenómeno climático”, recuerda Baughman McLeod.
Ambas especialistas ven necesaria una ley federal que contemple, además de medidas de protección, que los descansos sean pagados.
“El objetivo es que los trabajadores no tengan que elegir entre su salud y sus salarios”, dice Dahl.
En setiembre, la Casa Blanca anunció que estudiará una regulación para proteger a los trabajadores, pero el proceso toma tiempo.
California, Minnesota y Washington son los únicos estados del país con normas al respecto. En días de mucho calor, las empresas están obligadas a ofrecer agua y sombra a los trabajadores. Y en caso de temperaturas extremas, deben detener totalmente el trabajo.
En el campo, una alternativa para evitar esto es que los trabajadores cosechen de noche o de madrugada. Pero eso les impone otros desafíos.
Gómez, por ejemplo, pierde jornadas cuando no consigue encontrar a quién cuide a su hija menor de madrugada.
Ahora se siente aliviada de haber dejado atrás las temperaturas estivales, pero teme el futuro: “Es preocupante, no sabemos cómo será el año que viene”.