Más de tres semanas después de que Brandon Bell dejara de asistir a una oficina de Nueva York que atiende a personas con esquizofrenia, los empleados lograron localizarle en un refugio cercano para personas sin hogar.
La oficina sigue abierta, pero durante la pandemia, los pacientes no se acercan con tanta frecuencia como antes. Las actividades en grupo como la comida caribeña semanal, que también eran una importante fuente de alimento, se han suspendido por el coronavirus.
Las visitas de los cuidadores son menos frecuentes y más breves, normalmente cinco o 10 minutos, para reducir el riesgo de contagio.
Cuando una cuidadora se acercó a verle hace poco, Bell señaló que la vida antes de la pandemia era más feliz y “más social”.
Su experiencia muestra los desafíos para terapeutas y pacientes durante una pandemia que pone a prueba el sistema de salud mental de Estados Unidos.
Ya antes del COVID-19, el acceso a servicios de salud mental en el país podía ser difícil, incluso para personas con seguro.
Ahora, los expertos temen que el virus empeore la situación, porque los pacientes más vulnerables podrían quedarse fuera del sistema y la situación puede provocar dolor, ansiedad y depresión nuevos para muchos otros.
Las órdenes de distanciamiento social ya afectan al acceso a atención médica en todos los niveles de ingresos, mientras terapeutas y pacientes tratan de ajustarse.
Medicare y Medicaid han relajado sus normas para permitir las consultas por teléfono, FaceTime y otros medios a distancia. Pero muchos de los ancianos y pobres que dependen de esos programas no se sienten cómodos con las alternativas. Algunos no tienen celulares o acceso a internet.
“Para las personas socialmente desfavorecidas y que tienen enfermedades mentales, es sencillamente mucho pedir”, dijo la doctora Jeanie Tse, del Institute for Community Living, que atiende a Bell y a otras personas que no pueden costearse atención médica y son derivadas al servicio municipal por refugios y trabajadores sociales.
Menos de la mitad de los estadounidenses con enfermedades mentales dijeron haber recibido ayuda en el último año, según un sondeo federal. Entre los principales obstáculos estaban el coste y la falta de profesionales.
En las clínicas que ofrecen terapia gratis o de bajo coste, las listas de espera a menudo son de varias semanas en circunstancias normales. Y conseguir atención puede ser igual de difícil, o incluso más, para personas que tienen problemas para llegar a fin de mes, pero ganan demasiado como para optar a la ayuda estatal.
Por ejemplo, en Pittsburgh, Pensilvania, Karalyn Hipsley trabajaba extra los fines de semana para cubrir el copago de la terapia y el seguro al que tiene acceso a través del empleo de su esposo.
Entonces la pandemia le impidió trabajar durante seis semanas, y sus empleos de fin de semana como limpiadora desaparecieron. Teme que tendrá que recortar la terapia, que le ayudó a conseguir una vida estable tras una relación abusiva.
“He estado muy, muy mal, y no quiero volver a estarlo", dijo Hipsley, de 27 años.
La mayoría de los seguros ofrece cobertura de salud mental, pero encontrar un terapeuta que trabaje con seguros puede ser difícil, y las tarifas para personas sin cobertura pueden superar fácilmente los US$ 100 por sesión.
El virus también amenaza con hacer que muchos pacientes nuevos necesiten ayuda. Casi la mitad de los estadounidenses dicen que las preocupaciones o el estrés asociados a la pandemia han afectado negativamente a su salud mental, según un sondeo de la Kaiser Family Foundation.
“No puedes poner a la gente en situaciones en las que está encerrada en sus casas durante semanas sin esperar que vaya a haber un número significativo de personas que desarrollan problemas mentales”, dijo Elinore McCance-Katz, que lidera la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias.
En Nueva York han subido las llamadas a la línea de teléfono NYC WELL, que ofrece asistencia en crisis y deriva a la gente a programas de terapia de largo plazo. La ciudad tiene previsto ampliar el personal de la línea, de 104 a 191 terapeutas.
“Esto es el inicio de cubrir una nueva demanda que esperamos que continúe”, dijo Susan Herman, directora del programa.
Muchas personas sin techo evitan ir a los albergues por miedo a contagiarse, lo que hace más difícil para las agencias identificar a las personas que necesitan ayuda.
Tse, del Institute for Community Living, señaló que la gran mayoría de las personas derivadas a servicios municipales sufren esquizofrenia, que puede manifestarse de muchas formas, incluidos delirios y tendencia a aislarse.
Después de que entraran en vigencia las órdenes de distanciamiento social, Tse y su equipo han seguido visitando a las personas bajo su cuidado.
Pero ahora las breves visitas son sobre todo para asegurar que la gente tiene cubiertas necesidades básicas como jabón y comida, que se han vuelto aún más difíciles de conseguir para ellos.
Durante su reciente visita a un refugio en Brooklyn, Tse notó que Bell había perdido peso, pero se sintió alentada al ver que parecía llevarse bien con la gente cuando le llevó a tomar un emparedado.
Bell también parecía animado, incluso cuando se refirió a las complicaciones causadas por la pandemia. “Va a llevar un tiempo volver a poner la mente en el horario y la programación habitual”, dijo.