El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, apostó a que un debate con el republicano Donald Trump impulsaría su moribunda campaña de reelección. Su apuesta fracasó.
En lugar de demostrar a los votantes que tenía aguante para otro mandato de cuatro años, todo lo que podía salir mal, salió mal.
Biden se expresó mal en varias ocasiones, citando datos y cifras incorrectos desde su primera respuesta. Su discurso fue suave, salpicado de ataques de tos enfermiza y propenso a la repetición. Miraba fijamente a lo lejos mientras Trump lanzaba una andanada tras otra, y se quedó paralizado al final de una respuesta incoherente.
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Los demócratas expresaron su alarma, tanto en público como en privado, y su enfado con un candidato y una campaña que durante mucho tiempo ha considerado exageradas las preocupaciones sobre la edad y la agudeza del presidente. Se planteó la cuestión de si el presidente debía seguir en la carrera, aunque esa misma noche declaró a los periodistas que tenía intención de permanecer en la candidatura.
Poco después del debate, un legislador demócrata, que habló bajo condición de anonimato, dijo que el presidente parecía una sombra de su antiguo ser y que el partido debe tener una conversación sobre su sustitución. Trump, a quien las encuestas daban una pequeña, pero constante ventaja al comienzo de la noche, parece ahora el claro favorito para conseguir un segundo mandato en la Casa Blanca.
Trump no estuvo exento de sus propias debilidades, con sus características respuestas plagadas de falsedades y exageraciones, y se negó a comprometerse a aceptar los resultados de las elecciones de noviembre. Pero Biden fracasó repetidamente a la hora de tomar ventaja o rebatir los ataques.
El presidente está resfriado, según personas familiarizadas con el asunto.
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Una victoria de Trump tendría consecuencias sísmicas para la política comercial estadounidense, el sistema tributario, los derechos civiles y las relaciones de la nación con aliados y adversarios. Los mercados ya anticipaban el impulso de Trump. El dólar subió frente a las principales divisas, mientras los candidatos intercambiaban reproches, y el peso mexicano y el yen japonés se debilitaban.
El equipo de Biden quería enfrentarse a Trump en junio —la fecha más temprana en la historia política moderna de Estados Unidos— para que la carrera pasara de ser un referéndum sobre su presidencia en contraste con la de su predecesor.
En lugar de ello, fue Trump, de 78 años, quien consiguió poner a Biden a la defensiva sobre la desastrosa retirada estadounidense de Afganistán, la crisis fronteriza y la inflación. Evitó el tipo de arrebatos que plagaron su primer debate con Biden hace cuatro años, cuando habló por encima de Biden en repetidas ocasiones y se mostró excesivamente agresivo.
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