Por Jonathan Bernstein
El índice de aprobación del presidente Joe Biden sigue cayendo. Actualmente tiene un 42.8% de aprobación (y un 51.3% de desaprobación) según el promedio de encuestas de FiveThirtyEight.
Uno puede hacerse el de la vista gorda y argumentar que su aprobación se ha estabilizado (estaba en 43.0% el 30 de octubre), pero es igualmente probable que continúe en un camino descendente constante. Recordemos que los promedios de las encuestas son mucho más confiables que las encuestas individuales, pero igual están sujetos a distorsiones de las encuestas individuales que son más altas o más bajas que la realidad por razones esencialmente aleatorias.
Biden ha perdido alrededor de 10 puntos porcentuales de aprobación desde finales de julio. Eso es aproximadamente dos puntos cada tres semanas, una disminución sustancial, aunque no es inusual para los estándares históricos: la mayoría de los presidentes desde que inició la era de las encuestas han tenido caídas más largas, más rápidas o ambas. El declive de Biden aún no es históricamente inusual.
Pero está a punto de alcanzar un nuevo y triste hito. Durante la mayor parte de su mandato, su aprobación ha superado la de Donald Trump y Gerald Ford en el mismo día de sus presidencias. Dentro de unos días, quedará rezagado frente a Ford, que tuvo un breve ascenso en este punto. Si Biden continúa cayendo, podría mantenerse detrás de Ford por un tiempo. Y además está apenas cinco puntos porcentuales por encima de lo que Trump estaba en este punto.
¿Por qué ha caído la popularidad de Biden? Es difícil dar pruebas sobre este tipo de cosas; hay demasiadas posibilidades en juego. Pero ciertamente es sugerente que el recuento de casos de COVID tocó fondo en la primera semana de julio, por lo que la popularidad de Biden comenzó a caer justo cuando la gente comenzó a notar que —una vez más— las cosas estaban empeorando. Y continuó a medida que las cifras económicas se deterioraban durante el tercer trimestre.
Es cierto que la ola de COVID-19 llegó a su punto máximo a principios de septiembre, y que el recuento de casos ha ido disminuyendo durante aproximadamente dos meses (aunque se han estancado nuevamente). También es cierto, como lo resalta el periodista de datos G. Elliott Morris, que Biden aún obtiene mejores calificaciones de los votantes en su manejo del coronavirus que en la mayoría de las otras cosas.
Pero eso no significa que el virus, y sus efectos en la economía, no sean la causa principal de la mala aprobación de Biden. Si la gente se ha vuelto pesimista sobre el país y la economía, es probable que se desquiten con el presidente, punto. Incluso, paradójicamente, si piensan que no es culpa suya.
Hay otras posibilidades, pero el ajuste no es tan bueno. ¿Podría la gente estar descontenta porque Biden resultó ser demasiado liberal como presidente? ¿O porque es demasiado partidista? Quizás, pero sus índices de aprobación estaban bien cuando los demócratas aprobaron el proyecto de ley “muy liberal” de ayuda pandémica en febrero y marzo sin ningún apoyo republicano, y cuando lanzó el programa actual a fines de abril.
Es probable que sufriera algún daño por la retirada caótica de las tropas estadounidenses de Afganistán durante el verano, pero es difícil notarlo en la línea de tendencia, y acontecimientos similares en el pasado han producido caídas temporales en la popularidad —no sostenidas—, en parte porque desaparecen rápidamente de las noticias. Eso es exactamente lo que sucedió con Afganistán.
Si la “meseta” actual en los recuentos de casos de COVID-19 resulta ser un bache en un camino descendente, y si no hay una ola invernal significativa, y si las noticias recientes de empleo y otros indicadores económicos son evidencia de una economía en recuperación, lo sabremos pronto.
Lo único de lo que todavía dudaría sería cualquier conclusión de que los votantes ya hayan tomado una decisión en contra de Biden para siempre. Eso es algo que el registro histórico sugiere fuertemente que no sucede. En cambio, el historial de índices de aprobación dice que Biden podría recuperar todo lo que perdió, y más, si las percepciones de la economía mejoran drásticamente —o caería aún más si no mejoran.