La gira “Eras” de Taylor Swift, que rompió toda clase de récords, podría terminar siendo una de las más lucrativas en la historia de la música y quizá incluso cree a la multimillonaria más reciente del mundo. Sin embargo, Swift tiene algo más a favor de sus finanzas personales. Según algunos informes, cuando la invitaron a invertir en FTX, una casa de cambio de criptomonedas que cayó en la quiebra, la cantante se negó y preguntó: “¿Me pueden confirmar que estos no son valores sin registro?”.
Los reguladores estadounidenses están haciendo preguntas similares. El 6 de junio, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por su sigla en inglés) demandó a Coinbase, la casa de cambio de criptomonedas más grande del país, por no registrarse como bolsa de valores, casa de cambio o cámara de compensación. Cuando los mercados abrieron, se había reducido una quinta parte del precio de las acciones de Coinbase.
El día anterior, la SEC había demandado a Binance, la casa de cambio más grande del mundo, con el argumento de que había ofrecido servicios de negociación de valores sin los registros necesarios y que había depositado fondos de clientes en una sociedad mercantil propiedad de su jefe, Changpeng Zhao. Binance negó todas las acusaciones y declaró que se “defendería con firmeza”.
Al centro de ambas demandas está la idea de que muchas criptomonedas en realidad son valores. Según la ley estadounidense, los valores incluyen cualquier “contrato de inversión” que produzca un activo con el que el propietario pueda aspirar a una acumulación de ganancias dependiendo del esfuerzo del promotor.
La SEC sugirió que el bitcoin, la criptomoneda más valiosa del mundo, no cumple con este requisito. También eludió hacer declaraciones definitivas sobre el ether, el segundo token de mayor valor. Pero Gary Gensler, el presidente de la SEC, ha dejado claro que considera que casi todas las demás criptodivisas tienen este mismo problema.
LEA TAMBIÉN: Criptofortunas se desploman por ofensiva de SEC tras gran repunte de 2023
A falta de una normativa pertinente o reguladores más amigables, las demandas dejan el futuro de la criptoindustria estadounidense en manos del poder judicial. La emisión de tokens de criptomonedas por parte de una entidad es muy similar a la emisión de acciones de capital. Si le va bien a la organización, el valor de sus tokens se eleva. Esto hace que sea difícil rebatir el argumento de que son valores.
Por otro lado, algunas criptomonedas, como el bitcoin, no tienen un promotor o asesor financiero, ya que no hay ninguna entidad centralizada que saque provecho del crecimiento del token. Y otras, como algunas criptomonedas estables, se usan más como una forma de liquidez, por ejemplo, para facilitar el comercio dentro un protocolo criptográfico, que como inversión.
Coinbase cotiza en la bolsa de Estados Unidos. Binance, que no tiene ninguna sede formal, es un caso más complicado. Separó las operaciones estadounidenses de las internacionales, pero los reguladores afirman que se hacía de la vista gorda cuando los estadounidenses operaban en la plataforma internacional.
La demanda de la SEC destaca un mensaje condenatorio que les envió el director de operaciones de Binance a sus colegas: “Hermanos, estamos operando como una maldita bolsa de valores no autorizada en Estados Unidos”.
Por su parte, las casas de cambio arguyen que la SEC está “regulando mediante imposición” (o “regulation by enforcement”, una práctica ampliamente criticada en la que una agencia gubernamental crea una norma fragmentada tomando medidas unilaterales) y que no ha brindado lineamientos claros sobre lo que está permitido y lo que no. En este sentido estricto, puede que tengan razón. Si las normas hubieran estado claras desde un principio, se habrían podido canalizar años de inversión y talento de mejores maneras.
Las medidas enérgicas que se están tomando en Estados Unidos contra el sector tienen dos consecuencias importantes. La primera es que, si la SEC gana, Estados Unidos podría, en la práctica, unirse a los 25 de 45 mercados monitoreados por The Atlantic Council, un centro de investigación, que han prohibido las criptomonedas de manera parcial o total. Aunque los reguladores abran un camino para que las firmas operen conforme a la ley, las criptomonedas se devaluarán, ya que será más difícil evitar los costosos trámites que deben procesar las instituciones financieras tradicionales.
La segunda es que más criptoempresas se mudarán a territorios con normativas más amigables y rechazarán hacer negocios en Estados Unidos por completo. Dubái será una de las grandes ganadoras. Ya cuenta con un organismo regulador especializado en criptomonedas y recibió con brazos abiertos a las oficinas de Binance, Crypto.com y Bybit. El juego regulatorio del gato y el ratón aún no termina.
LEA TAMBIÉN: Gobierno de EE.UU. redobla su ofensiva contra las plataformas de criptomonedas
Disfruta tus descuentos del Club de Suscriptores cuantas veces quieras gracias a tu suscripción a Gestión. Más de 300 promociones te esperan, descúbrelas aquí. Y si aún no eres suscriptor, adquiere tu plan aquí.