Los líderes invitados este jueves en la Cumbre por la Democracia, organizada por Estados Unidos, coincidieron en destacar la necesidad urgente de renovar y reforzar el modelo democrático “el gran desafío de nuestro tiempo” ante la creciente amenaza de Gobiernos autoritarios, en palabras de Joe Biden.
“Los sostenidos y alarmantes desafíos a la democracia y los derechos humanos en todo el mundo hacen que la democracia necesite defensores”, señaló el presidente estadounidense en el discurso inaugural desde la Casa Blanca de este evento virtual que reúne a más de un centenar de países, con las destacadas ausencias de China y Rusia.
Tampoco han estado invitados un miembro de la Unión Europea (UE), Hungría, y uno de la OTAN, Turquía.
Biden subrayó también que las democracias son sistemas que necesitan un trabajo constante y que “no ocurren por accidente”, y reforzarlas, insistió, es “el gran desafío de nuestro tiempo”.
Desde Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea (CE), Úrsula von der Leyen, alertó que “la erosión de la democracia y la silenciosa propagación de las autocracias pueden darse muy rápidamente”.
“El terreno más fértil para ello -indicó- es aquel en el que la desinformación sesga la manera en cómo vemos la democracia y percibimos el mundo”.
En el marco de la cumbre, la Casa Blanca anunció 424 millones de dólares en programas de ayuda para la lucha anticorrupción, la promoción de medios de comunicación independientes y la defensa de elecciones libres y justas.
Polémica lista de invitados
La variopinta lista de invitados ha provocado revuelo, ya que si bien incluye países considerados democracias sólidas como la mayoría de la UE, y tradicionales socios como Israel y Australia, también aparecen otros con unas credenciales más dudosas como es el caso de la República Democrática del Congo, Irak y Pakistán y otros que han mostrado retrocesos en los últimos años, como Brasil, India y Filipinas.
Asimismo, de Latinoamérica no fueron invitados El Salvador, Guatemala y Honduras, países considerados claves por Washington para confrontar el masivo flujo migratorio hacia Estados Unidos, y tampoco participan Bolivia, Nicaragua y Cuba.
La cita se produce, además, en medio de crecientes tensiones de EE.UU. con Rusia, por su concentración de tropas en la frontera con Ucrania, y con China, por los movimientos y retórica amenazadora sobre Taiwán.
Precisamente, Taiwán es uno de los países invitados, lo que ha provocado la ira por parte de Pekín.
Desde Moscú, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, lamentó hace una semana que con la convocatoria “lamentablemente, Estados Unidos prefiere crear nuevas línea divisorias” y separar “a los países en buenos y malos, según su criterio”.
Además, Peskov acusó a EE.UU. de intentar “privatizar la palabra ‘democracia’”, y criticó que para Washington es democracia solo lo que se ajusta a su entendimiento.
Autocrítica de EE.UU.
Pese los ataques por haber dibujado un conjunto de “buenos y malos” países, EE.UU. ha insistido en que la convocatoria de la la cumbre se había planeado desde la “humildad”, en palabras de su secretario de Estado, Antony Blinken.
En este sentido, el presidente estadounidense reconoció en su intervención de apertura que su propio país no es ajeno a los retos que encara la democracia actualmente.
“Aquí en Estados Unidos sabemos mejor que nadie que renovar nuestra democracia y fortalecer nuestras instituciones democráticas requiere un esfuerzo constante”, dijo Biden, en referencia poco velada al asalto al Capitolio por parte de una turba de seguidores del expresidente Donald Trump (2017-2021) durante el proceso de certificación de las elecciones del 2020.
En la misma línea se expresó su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, quien admitió que su país es, en estos momentos, “el mejor lugar para ocultar y lavar ganancias ilícitas” mediante empresas pantalla a causa de la facilidad con la que se pueden crear este tipo de firmas.
Yellen apuntaba así a que estados como Delaware, Nevada, Montana, Wyoming y, muy especialmente en los últimos años, Dakota del Sur, operan como paraísos fiscales en los que resulta muy fácil crear una compañía fantasma para evadir el pago de impuestos y lavar dinero, por encima incluso en volumen de operaciones de clásicos como Malta, Suiza, las Bahamas, Luxemburgo y Panamá.