Ocho meses después de que Joe Biden lograra la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos con la promesa de hacer un país más habitable, equitativo y respetuoso con el medio ambiente, una guerra al interior de su Partido Demócrata amenaza con destrozar su agenda.
Las disputas internas no son nada nuevo en Washington, pero las iniciativas para gastar hasta US$ 5 billones en la reconstrucción de la economía después de la pandemia han puesto al descubierto el alcance de estas divisiones en el Congreso.
Los desacuerdos entre las facciones izquierdistas y centristas del partido son tan profundos que fácilmente podrían dejar a Biden sin un legado del que hablar y enterrar las posibilidades de los demócratas en las elecciones intermedias del próximo año.
Para el viernes por la mañana, es posible que el proyecto de ley sobre infraestructuras de US$ 1.2 billones -que tiene apoyo demócrata y republicano- haya fracasado, poniendo en peligro un paquete más amplio por US$ 3.5 billones en inversiones para el cuidado de los niños, la educación y la protección del ambiente.
Los moderados quieren que la Cámara de Representantes apruebe sin demora el proyecto de ley de infraestructuras aprobado por el Senado, dando a Biden una victoria fácil mientras se negocia el paquete más amplio.
Pero se espera que hasta 50 progresistas de la Cámara de Representantes echen por tierra el proyecto de ley bipartidista si no tienen un compromiso claro sobre la legislación de mayor envergadura.
Argumentan que ya cedieron en el monto -que comenzó en US$ 6 billones- y que demostraron unidad en un paquete de ayuda económica por pandemia de US$ 1.9 billones, que se aprobó a principios de este año.
La líder demócrata del Congreso, Nancy Pelosi, siempre se apresura a enmarcar los desacuerdos internos como “discusiones familiares” que, en última instancia, fomentan la unión.
Pero los progresistas se han envalentonado desde las elecciones para manifestar en términos cada vez más crudos su frustración respecto a los centristas, a los que consideran demasiado dispuestos a subyugar los valores demócratas al bipartidismo.
Alexandria Ocasio-Cortez, la emisaria más destacada de los progresistas en Washington, ha instado a sus colegas centristas a verlos como aliados, no como enemigos.
“Dividir, dividir, dividir”
Pero Ocasio-Cortez arremetió recientemente contra Joe Manchin, un centrista de Virginia, por su postura sobre el cambio climático después de que se negara a apoyar el proyecto de ley de gastos de US$ 3.5 billones.
Ocasio-Cortez dijo que Manchin había permitido que los lobbies de la industria petrolera dictaran sus posiciones sobre el clima y lo acusó de “‘corrupción bipartidista’ que se disfraza de moderación”.
Manchin, a su vez, fustigó a la congresista por una retórica “simplemente horrible” que, según dijo, sólo tenía el propósito de “dividir, dividir, dividir”.
Y cuando la principal demócrata del Senado, Elizabeth Warren, se manifestó el martes en contra del reciente nombramiento de Jerome Powell para que siga como presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, no se anduvo con rodeos y lo calificó de “hombre peligroso para dirigir la Fed.”
Ilhan Omar, otra progresista, sugirió el lunes en una entrevista que Manchin y otros centristas que se resisten al alto costo del proyecto de inversión social estaban en el partido equivocado.
“Es triste verlos utilizar argumentos republicanos, obviamente no planeamos tener a los republicanos como parte de nuestro partido”, dijo a CNN.
Diversidad vs unión
Si las luchas internas de los demócratas parecen a veces inevitables, es porque el espíritu del partido da tanto valor a la diversidad como a la unidad.
Los demócratas se enorgullecen de reflejar una nación dispar de 320 millones de personas con intereses contradictorios y franjas ideológicas enfrentadas.
La coalición de Biden incluyó a residentes urbanos más jóvenes que desconfían de la policía y exigen justicia racial, votantes negros religiosos de mayor edad, defensores de una cobertura de salud universal y de los derechos de los transexuales.
También había mujeres blancas con estudios universitarios que ven el socialismo como una auténtica amenaza pero que encuentran a Donald Trump repulsivo, latinos que luchan por una reforma migratoria y fervientes defensores de los derechos reproductivos de las mujeres.
Como resultado, los demócratas ganaron el voto popular por márgenes cómodos en todas las elecciones excepto una en los últimos 30 años y sus 50 senadores representan a millones de electores más que los 50 republicanos.
Pero el partido también tiene más dificultades para satisfacer a cada uno de sus electores. Con excepción de la cobertura médica, los dirigentes han batallado para proyectar un mensaje unido.