El anuncio del presidente Joe Biden de que Estados Unidos prohibirá las importaciones de combustibles fósiles rusos intensifica significativamente la respuesta a la guerra no provocada de Vladímir Putin contra Ucrania. La medida está justificada. Estados Unidos y sus aliados deberían hacer todo lo posible para aumentar la presión económica, y la mayor debilidad en su política de sanciones hasta este momento ha sido la incapacidad de detener el flujo de divisas para pagar la energía rusa.
Sin embargo, actuando por sí solo, Estados Unidos no puede hacer mucho. A diferencia de muchos de sus aliados europeos, no compra mucha energía a Rusia. El estrangulamiento de las exportaciones rusas de combustibles fósiles significa que Europa debe frenar la demanda y encontrar suministros alternativos, un paso difícil, pero necesario, para que las nuevas restricciones tengan el efecto deseado.
Las sanciones actuales, sin duda, están cobrando un alto precio. En el espacio de unos pocos días, Estados Unidos y Europa se unieron e idearon, por lejos, las medidas financieras más potentes jamás aplicadas a una economía importante.
El rublo se desplomó y el sistema financiero de Rusia está casi cerrado. Moscú está recurriendo a controles de capital y otras medidas represivas para contener el daño. Putin podría estar calculando que estos costos son soportables, al menos por un tiempo, pero el flujo esperado de divisas fuertes a cambio de energía es una parte crucial de sus cálculos.
Implementar esta sanción adicional no será sencillo. El anuncio de Biden elevó aún más los precios de la energía, lo que se sumó al desafío de la Reserva Federal para controlar la inflación. La situación de Europa es mucho peor. Alrededor del 20% de la energía de la UE proviene del gas y aproximadamente el 40% de él se importa de Rusia.
Alemania es especialmente dependiente, sobre todo por su imprudente prisa por cerrar sus plantas de energía nuclear. Aunque el Reino Unido prometió seguir el ejemplo de Estados Unidos al prohibir las importaciones de petróleo de Rusia, seguirá comprando su gas y su carbón. Los otros Gobiernos de Europa están buscando formas de reducir sus propias importaciones.
En la medida de lo posible, estos planes deben acelerarse, pero, sobre todo, deben ser coordinados. Sin duda alguna, el mercado de la energía es mundial. Si un país reduce sus importaciones de Rusia sin reducir su demanda de energía o aumentar su propia producción, la medida podría servir de poco: la interrupción causada por el cambio de proveedores impondrá costos al importador, pero el equilibrio global de demanda y oferta no cambiará y Rusia venderá su energía en otros lugares.
Hay una complicación adicional: la “autosanción” espontánea ya está en marcha. Los compradores e intermediarios de energía están evitando las exportaciones rusas debido al mayor riesgo financiero, la incertidumbre sobre las sanciones que podrían implicar, el posible daño a su reputación y, sin duda, el simple disgusto por la conducta de Rusia. Esto ayuda a explicar por qué los precios han subido tan bruscamente, dejando de manifiesto el dilema para los responsables políticos.
Para garantizar que las sanciones energéticas sean efectivas, Estados Unidos y sus aliados deben trabajar juntos. El aumento de los costos de la energía, siempre que no se salga de control, ayudará a reducir la demanda y generará una nueva oferta no rusa.
Los Gobiernos deben hacer todo lo posible para fortalecer ambos canales: a corto plazo, con liberaciones coordinadas de existencias de petróleo y una mayor producción de petróleo y gas; y a mediano plazo, con inversión pública adicional en eficiencia energética y un despliegue más rápido de energías renovables.
Siempre que sea posible, las plantas nucleares deben mantenerse en funcionamiento, no cerrarse. La infraestructura energética existente debe adaptarse y planificar una nueva infraestructura para que la demanda pueda trasladarse más fácilmente fuera de Rusia.
Estados Unidos estaba en condiciones para actuar con rapidez y estuvo en lo correcto al hacerlo. Para muchos de sus aliados, una prohibición inmediata de las importaciones desde Rusia sería imposiblemente disruptiva, pero planificar para reducir y luego eliminar su dependencia de la energía rusa es completamente factible. Un compromiso creíble para hacerlo haría retroceder a Putin como pocas cosas lo harían.