Cuatro meses de combates en Ucrania han provocado niveles asombrosos de destrucción, desde puentes hasta viviendas, hospitales y centros comerciales. Una estimación reciente del director del Banco Europeo de Inversiones sitúa el costo de la reconstrucción en más de un billón de dólares.
Con millones de ciudadanos desplazados y la infraestructura del país en ruinas, Ucrania no podrá sostenerse por sí misma durante los próximos años, posiblemente décadas. Un Estado empobrecido o disfuncional del tamaño e importancia de Ucrania en la frontera de Europa sería vulnerable a futuras agresiones y una fuente de inestabilidad económica y política.
Prevenir tal resultado requerirá que el mundo democrático financie gran parte de la reconstrucción del país, tal como lo hizo Estados Unidos en Europa después de la Segunda Guerra Mundial con el Plan Marshall. Incluso mientras el conflicto continúa, sería prudente que los Gobiernos occidentales comenzaran ese esfuerzo ahora.
Dado que Rusia muestra pocas señales de reducir sus ataques a las ciudades de Ucrania, proporcionar armas y apoyo al Ejército ucraniano sigue siendo la prioridad de Occidente. Sin embargo, retrasar la reconstrucción civil hasta que termine la guerra sería un error. Áreas significativas del país están libres de combates; dejarlas abatidas solo desalentará el regreso de los refugiados y prolongará la dependencia de Ucrania a la ayuda exterior.
El apoyo occidental a los proyectos de reconstrucción también ayudará al esfuerzo bélico, al permitir que el Gobierno ucraniano se concentre en brindar servicios básicos y mantener abastecidas a sus tropas.
Si bien tiene poco sentido reconstruir una estructura que será bombardeada nuevamente, los aliados de Ucrania pueden hacer mucho ahora. La construcción de puentes flotantes y otros tipos de infraestructura vital temporal puede ayudar a sacar del país millones de kilos de granos. Los agricultores y las empresas agrícolas necesitan apoyo para plantar este año, así como instalaciones de almacenamiento más sólidas, como los silos de granos temporales prometidos por la Administración Biden a lo largo de la frontera con Polonia.
Siempre que sea factible, se debe acelerar la reconstrucción de las zonas residenciales. Se necesitan viviendas prefabricadas para los desplazados internos por la guerra y para los refugiados que regresan a fin de restablecer cierta normalidad. En áreas donde la violencia ha disminuido lo suficiente, los expertos externos pueden ayudar a retirar las minas de zonas agrícolas del país (el ministerio de Agricultura ha estimado que el 30% de las tierras cultivables están ocupadas o son inseguras). Un gran número de ucranianos no pueden regresar a sus hogares hasta que esas áreas sean seguras.
Más allá del trabajo de reconstrucción de emergencia, los Gobiernos extranjeros deberían ayudar a Ucrania a sentar las bases para un crecimiento futuro sostenible. Eso incluye diversificarse lejos de los combustibles fósiles, mejorar las instalaciones nucleares, construir recursos de energía renovable y una mayor integración en la red de transmisión de electricidad de Europa. También consiste en otorgar un mejor acceso a la financiación para las pequeñas y medianas empresas.
Quizás el mayor desafío del proceso de reconstrucción sea pagarlo. Si bien participarán muchos Gobiernos e instituciones financieras internacionales, tiene sentido que la Unión Europea, que acaba de convertir a Ucrania en candidato a la membresía, lidere este proceso. Unos pocos principios deberían guiarlo. En primer lugar, si bien los préstamos serán parte de cualquier paquete de ayuda, cargar a Ucrania con demasiada deuda solo presentaría el riesgo de una crisis en el futuro.
Al igual que el Plan Marshall, la reconstrucción de Ucrania debe financiarse principalmente mediante subvenciones, con la condición de que el Gobierno y las empresas de Ucrania igualen una fracción de los fondos.
Como parte de cualquier acuerdo negociado de guerra, Rusia debería tener que pagar algún tipo de diezmo a largo plazo, tal como Irak pagó a Kuwait después de la primera guerra del Golfo, aunque la simple redistribución de los activos rusos incautados es legalmente dudosa y un precedente peligroso. Una conferencia internacional clave sobre reconstrucción que comenzó el lunes es una oportunidad para que los socios de Ucrania analicen estos problemas y, al menos, acuerden una plataforma y prioridades comunes.
Finalmente, mantener el apoyo público para el esfuerzo de reconstrucción requerirá que los Gobiernos occidentales se aseguren de que los fondos se gasten adecuadamente. Las reformas judiciales e institucionales ayudarán a garantizar un entorno comercial más estable y alentarán a los inversionistas a regresar. Un comité antimonopolio efectivo y un entorno regulatorio mejorado ayudarán a debilitar la influencia de los oligarcas.
La reconstrucción de Ucrania puede servir como un potente símbolo de unidad dentro del mundo democrático y un mensaje para futuros agresores. Poner en marcha ese trabajo lo antes posible es fundamental para mantener bajos los costos, limitar el desperdicio y ayudar a la gente de Ucrania a lograr un futuro mejor.