Renzo Morales
Para la RAE, exceso es ir más allá de la medida, de la regla, y sobrepasar los límites de lo normal. En la vida de Diego Armando Maradona, el exceso es el complemento perfecto de cual fuera su cualidad o sufrimiento que lo acompañó por 60 años. Fue un exceso de talento y de fútbol, de coraje, carácter y liderazgo, de corazón y respeto eterno por sus ideales, un exceso de picardía y rebeldía, de magia y leyenda, pero también de excentricidades y males. Él, por sí solo, fue un exceso.
Lo fue en la pobreza, con sus años duros en Villa Fiorito, un pequeño y pobre pueblo de los suburbios de Buenos Aires, donde fue el quinto de ocho hermanos en una humilde familia. Como lo fue en sus últimos años, con un patrimonio incalculable, lleno de propiedades, mansiones, autos regados tanto en Argentina como en Arabia Saudita, y otras “pequeñeces”, como un anillo de 300 mil euros.
Pero para hablar de Diego Armando, hay que fragmentarlo. Está el futbolista que hizo delirar a todo un planeta con una habilidad inigualable y una zurda irrepetible. Está la persona, que defendía a los suyos, siempre cerca del pueblo, contestatario y solidario, ácido y retador. Y está el triste personaje, envuelto en mil y un problemas: una figura mediática caída en desgracias y escándalos.
-«Ni siquiera el día que me muera seré capaz de dejar el fútbol»-
Antes de su debut en Argentinos Jrs., Maradona ya destacaba entre la promoción de ‘Los Cebollitas’ de 1960. A los 10 años, protagonizó una portada en Clarín, donde informaba sobre “un pibe con una clase de crack”, y con su equipo, consiguió 136 partidos invicto. Luego, a los 14, ya podía ser inscrito por la AFA en el primer equipo, e hizo su estreno dos años después, a los 16.
Sin embargo, a temprana edad también vendría su primera desilusión. En 1978, Cesar Luis Menotti decidió no convocarlo en la lista final para disputar el Mundial de Argentina de ese año, en el que la ‘Albiceleste’ logró el título, debido a su juventud. Pero, como todo en su vida, ‘D10S’ le dio la vuelta al destino: salió campeón del Mundial Juvenil de 1979, donde fue nombrado como mejor futbolista de la competencia, y se ganó su convocatoria al Mundial de España 1982.
Durante estos años, había dejado Argentinos Jrs. para universo a Boca Juniors, donde ganó el título nacional de 1981. Y, al año siguiente, luego del Mundial, dio el salto a Europa: Barcelona de España. En ese momento, el costo de sus traspasos ya lo consolidaban como uno de los futbolistas más caros de la época: llegó al cuadro ‘xeneize’ por cuatro millones de dólares, y luego ‘Barza’ desembolsó una suma de 7,2 millones de dólares.
Sin embargo, y pese a que consiguió una Copa del Rey, una Copa de la Liga de España y la Supercopa de España, Maradona confesó no sentirse cómodo en el club. Eso, sumado a que padeció una lesión que lo retiró casi cuatro meses de las canchas, y que, a poco de volver, agredió a un jugador y originó una pelea en la final de la Copa del Rey ante Athletic Club, por lo que fue castigado otros tres meses sin poder jugar en el fútbol español.
Justamente esta sanción, facilitó su llegada al Napoli de Italia para la temporada 1984/85. Y fue aquí donde alcanzó la cúspide de su carrera deportiva, ganando dos Serie A, una Supercopa de Italia, una Copa de Italia y la Copa de la UEFA (hoy Europa League). Pero, además, fue lo que representó Diego en el club lo que lo hizo gigante: Napoli, que pagó 7,5 millones de dólares por el ’10′, era un equipo considerado chico y que pertenecía a una de las ciudades más pobres, pero que alcanzó la gloria de la mano de Maradona, luchando contra potencias de Milán y Turín.
Su ascenso también fue en lo económico. En 1984, ‘Pelusa’ tenía una prima de 800 mil dólares, una ganancia por publicidad de un millón y otros 400 mil por cada amistoso que jugaba. Y con todo esto, vino su momento sublime, con el que pasó a la historia como el ‘Barrillete cósmico’.
En 1986, en su segundo Mundial con la selección argentina, alzó el trofeo de flamante campeón, en una reñida final ante Alemania, donde dio la asistencia a Jorge Burruchaga para decretar el 3-2. Sin embargo, su mejor actuación en este torneo, fue en cuartos de final ante Inglaterra, en un encuentro cargado de peso histórico, por los rezagos de la Guerra de las Malvinas. En este partido, no solo fue autor del mejor gol de la historia de los Mundiales, tras correr 52 metros en 10.6 segundos, también marcó la inolvidable ‘Mano de Dios’.
Los años siguientes fueron igual de exitosos para Maradona, que se consolidó en Napoli por muchas temporadas más. No obstante, luego del Mundial de Italia 1990, donde fue subcampeón, un hilo de escándalos comenzó a desencadenar el inicio de su declive. Según comentó el mismo exjugador en su autobiografía, fue en la época del Barcelona donde tuvo su primer contacto con las drogas. Pero, recién el 17 de marzo de 1991, tras el triunfo 1-0 ante AS Bari, fue elegido para un control antidopaje y dio positivo a sustancias de cocaína. En Italia, lo suspendieron 15 meses.
-«Déjenme vivir mi propia vida. Que yo recuerde, nunca pedí ser un ejemplo»-
Tras su primer positivo, Maradona se refugió en Argentina, en donde fue detenido por la policía con tenencia de drogas y se le ordenó pasar rehabilitación. Luego, la justicia italiana lo condenó a pasar 14 meses de prisión (que no fueron efectivas) por portar estupefacientes.
Al acabar su suspensión, fue fichado por Sevilla de España que dirigía Carlos Bilardo. Pero nunca fue capaz de despegarse de los problemas. Hizo caso omiso a la advertencia del club y abandonó Europa para jugar la Copa Artemio Franchi con su selección, comenzó a jugar infiltrado por una lesión en su rodilla, y la gota que derramó el vaso fueron las discusiones con su técnico, a quien insultó y ofendió en vivo por sacarlo en un partido.
Con eso, rompió toda relación con la dirigencia y, a los dos meses, estaba de vuelta en Argentina. La primera parada fue Newell’s Old Boys, donde solo jugó cinco partidos oficiales por una nueva lesión y más diferencias con el entrenador. Pese a esto, por presión popular, Alfio Basile, técnico del elenco argentino por esos años, lo convocó para disputar el repechaje a Estados Unidos 94, y luego para el Mundial al que sí clasificaron. Pero, en su segundo encuentro, Maradona volvió a arrojar positivo en la prueba antidopaje. La foto de Sue Carpenter acompañando al jugador hoy es histórica, como sus posteriores palabras: “Me cortaron las piernas”.
Pero la mala suerte no acabó. En 1997, volvió a dar positivo, esta vez por sustancias de la cocaína, y la contraprueba confirmó el resultado. Diego pidió que se le realice una prueba de ADN para conocer si era o no su prueba, lo cual no se pudo por la poca cantidad de material genético en las pruebas. Pero, en este proceso de investigación, sufrió una lesión más. Finalmente, el ’10′ anunció su retiro del fútbol profesional en el día de su cumpleaños 37.
Ya los últimos años su vida personal se volvió pública y atravesó problemas con la prensa. Luego, se hundió entre más y más escándalos: hijos fuera del matrimonio, la adicción a las drogas confirmada y sus intentos por tratarla, el supuesto vínculo con la mafia napolitana, las críticas por su peso y sus descuidos, su amistad con políticos cuestionables, su apoyo a Fidel Castro, su ideología y, obvio, sus excesos. Ese fue el personaje.
-«Por muy extraño que parezca, yo no soy Dios, solo soy un buen jugador de fútbol»-
Pero también está la persona. La eufórica, la que vivía cerca al llanto las derrotas, la que te saludaba con un beso en la mejilla y un abrazo fraterno. Para sus amigos, los más cercanos, lo que lo pudieron conocer en la intimidad y no por videos o supuestos, Diego Armando era una persona solidaria, con un corazón gigante y que lo daba todo por los suyos.
En sus últimos clubes, fue capaz de donar su sueldo completo para los trabajadores, jardineros y el personal administrativo, como sucedió en Al Fujairah. Y, durante la pandemia, fue quien alzó la voz para exigir el apoyo a los futbolistas del nivel amateur y divisiones menores, quienes no tenían todo el ahorro de un futbolista profesional. Además, de otras ideas que siempre lo acercaron a la gente.
Cabe mencionar que, antes de morir, Maradona decidió donar toda su herencia, aunque esto debe pasar un proceso según las leyes de Argentina, pues tiene cuatro hijos. Y el monto es incalculable al día de hoy, pues además de una mansión, tres casas, un apartamento y varios autos de lujo, ‘Pelusa’ también tenía gustos excéntricos para los relojes, joyas y gustos.
A ello, se suman las ganancias exuberantes tras su retiro: en Dorados de Sinaloa cobraba 150 mil dólares mensuales, como presidente honorario del Dinamo Brest tuvo un acuerdo de 20 millones al año, y en Arabia Saudita también realizó contratos millonarios. Por si fuera poco, en 2017, hizo un acuerdo con Konami para que utilicen su imagen en un videojuego, y promocionó escuelas en Chila. Mientras que, en Cuba e Italia, hizo inversiones en el negocio hotelero.
Por todo lo que representó y todos los detalles que no entraron en esta nota, y que tampoco pueden hacerse espacio en un solo libro o documental, el legado histórico de Diego Armando Maradona es increíble y no permite grises, es de amor y odio. Porque, así como él y su vida, lo es el amor y respeto que se tendrá al mejor futbolista de la historia: en exceso.
«Si me muero, quiero volver a nacer y ser futbolista. Y quiero volver a ser Diego Armando Maradona. Soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra»