China ejerce una gran influencia sobre la economía de Estados Unidos, y cuenta con varias bazas para lanzar "contramedidas" tras el veto estadounidense a Huawei, el último intercambio de aranceles y el aparente deterioro de las negociaciones comerciales entre Pekín y Washington.
Cuando un acuerdo parecía cercano, una serie de desencuentros acabó con el presidente estadounidense, Donald Trump, cumpliendo su amenaza de aumentar los aranceles a las importaciones chinas, a lo que se unió la exclusión de Huawei del acceso a la tecnología y el mercado estadounidenses.
Pekín respondió con "contramedidas necesarias" en forma de aranceles, pero la pregunta ahora es si China tratará de utilizar otras bazas para presionar al mandatario estadounidense, que mantiene su idea de aplicar nuevas tasas si no hay trato.
El factor que muchos señalan como principal amenaza de China a Estados Unidos es la cantidad de deuda soberana que controla, situándose como su principal acreedor extranjero -solo Japón le sigue de cerca- con el 17.3% de la vendida a otros países, es decir, US$ 1.12 billones (1.01 billones de euros).
Desde la crisis financiera del 2008, China ha sido el principal titular foráneo de deuda estadounidense, pero la porción del pasivo estadounidense controlada por el país asiático se sitúa actualmente en su mínimo de los últimos dos años.
De marzo del 2018 -mes en el que Trump dio inicio a la guerra comercial- al mismo mes del 2019, Pekín rebajó esta cifra en 5.7%, US$ 67,200 millones (60,338 millones de euros).
Medios oficiales como el nacionalista Global Times advierten de que esta tendencia continuará para "evitar riesgos" tanto económicos como políticos al diversificar sus reservas -compuestas principalmente por dólares-, así como para "apoyar al yuan" (el renminbi, la divisa nacional).
No obstante, el director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad del Pueblo, Shi Yinhong, no cree que China vaya a deshacerse de su parte: "En las circunstancias actuales es poco probable que el Gobierno chino pueda hacer algo con la deuda de EE.UU. porque también sería muy perjudicial para China", comenta a Efe.
Aunque Shi considera que "la interdependencia económica entre ambos países se ha reducido considerablemente" en los últimos meses, una disociación económica entre las dos potencias provocaría ajustes "muy difíciles y que llevarían mucho tiempo" en China que, sin embargo, está "preparada" para la posibilidad.
Global Times advierte de que "si las relaciones comerciales siguen deteriorándose, todas las opciones están sobre la mesa".
"Si China se deshace de la deuda de Estados Unidos, es posible que otros países le sigan, lo que desencadenaría una subida de sus tasas de interés que afectaría mucho a la economía estadounidense", pronostica Dong Dengxin, director de un instituto económico de la Universidad de Ciencia de Wuhan (centro).
Pero la influencia china va más allá de lo macroeconómico, como muestra el efecto que tiene el conflicto sobre tecnológicas cuya cadena productiva pasa por el gigante asiático como Apple, Intel o Qualcomm.
En lo que va de mes, la valoración bursátil de Apple ha caído casi 15%; la de Intel, más de 12%, y la de Qualcomm, casi 21%.
Aunque otros sectores como los juguetes o el equipamiento deportivo también se han visto afectados, otras piezas en el tablero son sectores clave en lo que los medios chinos ya llaman "guerra fría tecnológica" como el de la fabricación de chips.
El presidente chino, Xi Jinping, dejó entrever la posibilidad de utilizar las tierras raras -elementos clave para la fabricación de semiconductores- como carta en la guerra comercial, y un artículo publicado en la prensa oficial advertía de que si Trump bloquea las ventas de chips a China, muchas productoras de Estados Unidos "se enfrentarían a la bancarrota".
El portavoz del Ministerio de Comercio chino, Gao Feng, fue algo más genérico este jueves: "Es probable que la práctica de Estados Unidos de desacreditar y reprimir a las compañías chinas cause un daño mayor a las compañías y consumidores estadounidenses".
Otro de los asuntos que preocupa en Estados Unidos es la evolución del yuan, cuyo valor frente al dólar ha caído más de 8.5% desde el inicio del conflicto. Trump afirma que la devaluación de la divisa china es una estrategia deliberada de Pekín para hacer más atractivos sus productos en el mercado global.
En este sentido, no conviene olvidar uno de los efectos que tiene la fortaleza del dólar con respecto al yuan: muchas de las grandes empresas chinas, especialmente las promotoras inmobiliarias, cuentan con grandes deudas denominadas en dólares, y la devaluación del renminbi hace que sea más difícil pagarlas.
Un yuan excesivamente debilitado también propiciaría la fuga de capitales, algo que preocupa a Pekín, que ha aprobado medidas en los últimos años para tratar de evitarla.
A China, segunda economía mundial, no le conviene entrar en una guerra total: aunque Pekín trata de reconducir su sistema económico hacia el consumo interno, casi un 20% de su PBI todavía procede de las exportaciones de bienes y servicios, y Estados Unidos es su principal comprador con un 19% del total.
Asimismo, el país se encuentra sumido en una desaceleración económica que provocó que el ritmo de crecimiento del 2018 (6.6%) fuese el más bajo desde 1990, tendencia que continuará según las previsiones de los principales organismos internacionales.