La sequía sin precedentes que afecta a Argentina está empeorando la inflación y llevando al peso a nuevos mínimos, debilitando con ello al partido gobernante de cara a las elecciones presidenciales de octubre, lo que podrían presagiar un cambio drástico en la dirección política del país.
El Fondo Monetario Internacional recortó el martes su perspectiva de crecimiento para la segunda mayor economía de Sudamérica, mientras analistas privados advierten que la sequía provocará una profunda recesión.
Millones de hectáreas de maíz, trigo y soja, los principales productos de exportación de Argentina y un motor clave de empleo e ingresos fiscales, se perderán este año, lo que le costará a la economía unos US$ 19,000 millones, según estimaciones de una consultora.
La sequía está empeorando una situación económica que ya era insostenible. En medio de la rápida emisión de dinero, las luchas políticas internas y la incapacidad del Gobierno para controlar el déficit, la inflación anual se disparó por encima del 100%. El peso ha perdido dos tercios de su valor desde el inicio de la pandemia, incluso ante la gran cantidad de controles de divisas.
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El impacto económico de las cosechas perdidas probablemente se sentirá mucho más allá de Argentina, desde los corrales de engorde del mundo, donde los cerdos comen más soja argentina que de cualquier otro país, hasta los mercados de cereales de Chicago.
En Argentina, la escasez de dólares resultante probablemente limitará las importaciones de las fábricas, exigirá nuevos controles de divisas y alimentará aún más la inflación a través del aumento de los precios de los alimentos (el costo de la carne subió más de un 30% en febrero con respecto al mes anterior). La deuda externa del país cotiza a unos 25 centavos por dólar, un nivel considerado de deuda en dificultades.
La calamidad ha alimentado las predicciones de agitación política. El candidato independiente Javier Milei avanza en las encuestas a medida que los votantes se sienten cada vez más frustrados con los partidos tradicionales, en particular con la coalición gobernante peronista, de cara a las elecciones presidenciales.
La vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que ha gobernado dos veces el país, y su eterno rival conservador Mauricio Macri, han declarado que no serán candidatos. El actual presidente, Alberto Fernández, no ha dicho si se postulará a un segundo mandato, pero si lo hace, es poco probable que gane.
El Gobierno de Fernández ha respondido al desastre económico con maniobras desesperadas para evitar la implosión, como canjes obligados de bonos y la creación de múltiples tipos de cambio. Los analistas advierten que la estrategia generará problemas a futuro, lo que aumenta el riesgo de una devaluación masiva de la moneda que provocaría un mayor repunte de la inflación y aumentaría la pobreza.
“En realidad no se está pateando el problema para más adelante”, dijo Alberto Ramos, director de investigación para América Latina de Goldman Sachs Group Inc. “Se están lanzando cartuchos de dinamita. Es un juego muy peligroso”.
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El Ministerio de Economía declinó hacer comentarios.
Ariel Striglio, de 57 años, sufre en carne propia la sequía. Alquila 700 hectáreas de campos de soja cerca de Chabás, al noroeste de Buenos Aires. La producción estimada de un año normal es de 4.5 toneladas métricas de soja por hectárea, pero este mes la cosecha será de menos de la mitad. Con menos ingresos, le resultará difícil pagar su préstamo bancario y a su arrendador.
Striglio, quien ha sido agricultor por 25 años, dice que nunca había vivido una sequía como esta. Está agobiado por las deudas ya que el propietario del terreno y el banco quieren que les pague y su familia tiene que vivir.
Striglio tiene razón: son tiempos sin precedentes en Argentina, el mayor exportador mundial de harina y aceite de soja. El 29 de marzo, Fernández dijo en la Casa Blanca al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que se trata de la peor sequía en Argentina desde que comenzaron los registros oficiales en 1929.
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Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la cosecha de soja de este año, de 25 millones de toneladas métricas, será la peor de la historia. Al comienzo de la temporada, los campos sembrados con soja tenían potencial para producir 48 millones de toneladas.
La magnitud de la destrucción es desoladora en las vastas llanuras conocidas como la Pampa, una extensión fértil de 800,000 kilómetros cuadrados que se extiende desde el Océano Atlántico hasta las llanuras semiáridas del oeste. A principios de este año, medios locales mostraron fotografías de cadáveres hinchados y podridos de ganado muerto por deshidratación. Los canales de riego se han secado, las lagunas están vacías y los campos secos carecen de todo tipo de vegetación.
Mientras los precios al consumidor se disparan y el banco central gasta sus preciadas divisas para apuntalar el peso, sus reservas de efectivo ascendían a solo US$ 2,700 millones a fines de marzo, alrededor de US$ 6,000 millones menos que a principios de año. Las arcas del banco central suelen recibir un impulso de las exportaciones de soja en época de cosecha, pero este año los ingresos disminuirán con la reducción de la producción.
Esto pondrá a prueba la capacidad del Gobierno para pagar su deuda de US$ 44,000 millones al FMI. El martes, la entidad crediticia recortó su previsión de crecimiento para Argentina en 2023 del 2% al 0.2%, mientras que economistas privados en Buenos Aires esperan que la economía se contraiga en torno al 4%.
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“La situación económica se ha vuelto más desafiante desde principios de este año a la luz de la sequía cada vez más severa y los reveses en las políticas”, dijo la primera subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, en un comunicado el 1 de abril. Es posible que se requiera una política monetaria más estricta y “modificaciones” a las políticas monetarias para salvaguardar la estabilidad macroeconómica.
El ministro de Economía, Sergio Massa, está recurriendo a medidas elaboradas y complejas para evitar un desplome del peso, entre ellas múltiples tipos de cambio temporales. Por ahora, los exportadores de soja pueden vender su producto a un tipo de cambio de 300 pesos por dólar, mucho mejor que la tasa oficial de 211 por dólar que está sujeta a controles de divisas. Las mejores condiciones deberían ser un incentivo para exportar más.
En cuanto a la deuda, Massa dijo que obligaría a las empresas públicas a vender sus bonos denominados en dólares a cambio de pesos, una medida que daría al Gobierno cierto poder de fuego a corto plazo para frenar la volatilidad de los tipos de cambio de Argentina.
Además, Massa canjeó 4.3 billones de pesos (US$ 21,700 millones) de deuda que vencía para dar al Gobierno más margen de maniobra, obligando a las empresas públicas argentinas a participar. El carácter involuntario del canje hizo que S&P Global Ratings declarara a Argentina en situación de impago de su deuda local. Massa también vinculó las tasas de interés de los bonos a la inflación, lo que probablemente disparará la carga de la deuda en el futuro.
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Esto podría terminar siendo el lastre de uno de los candidatos que están ganando impulso de cara a las elecciones de octubre. Milei, que se define a sí mismo como libertario, está avanzando en las encuestas de opinión gracias a una retórica cargada de rabia que incluye un plan para cambiar el peso por el dólar estadounidense como moneda oficial de Argentina. Patricia Bullrich, la candidata más conservadora de la coalición opositora, propone un mensaje favorable a las empresas y de mano dura contra la delincuencia.
Augusto Mc Carthy, agricultor de cuarta generación, está considerando votar por Milei o Bullrich. Quiere que el próximo Gobierno solucione problemas estructurales, como el alto gasto público, y ayude a los agricultores.
Hasta entonces, McCarthy, de 39 años, lidia con las consecuencias de la sequía. Vendió cerca de 200 de sus 800 cabezas de ganado este año porque no había suficiente pasto para alimentarlas. Parte de su soja está en tan mal estado que ni siquiera quiere cosecharla. En su lugar, deja que su ganado deambule por los campos para que se coma lo que queda de las plantas marchitas. Según McCarthy, muchos agricultores no sobrevivirán después de esta sequía ya que no se ve agua por ninguna parte.
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