Sudamérica, una región de 420 millones de personas que se extiende desde el mar Caribe hasta la Antártida, sintió particularmente la mano dura de la pandemia de coronavirus.
Allí se ha dado el 24% de las muertes por COVID a pesar de que representa solo el 6% de la población. Los sistemas de salud de la región se desbordaron, las economías padecieron y cerca de 20 millones de personas cayeron en la pobreza.
Así que este repentino y misterioso aire de mejora de los últimos meses ha sido como la luz al final del túnel para muchos.
Como proporción de casos y muertes mundiales, Sudamérica representa solo el 6% y el 9% durante un período de siete días, en comparación con el 38% y 44% en el pico de la segunda ola en junio.
Los países están abriendo sus puertas una vez más a los visitantes extranjeros, los fanáticos están comenzando a regresar a los estadios de fútbol y se están levantando algunos mandatos de uso de tapabocas al aire libre.
Entonces, ¿qué hay detrás de este brusco giro?
Los expertos en salud consultados de Colombia, Chile y Brasil señalan varios factores. El nivel de duda frente a la vacunación es extremadamente bajo en la región, dado que la gente está acostumbrada a vacunarse para enfermedades como la fiebre amarilla, la malaria, la meningitis y la tuberculosis. Así, la vacuna contra el COVID-19 es simplemente una más.
Si bien las campañas de vacunación comenzaron tarde en la región y aún hacen falta suministros, los países aceleraron el ritmo en los últimos meses. Chile y Uruguay ya inocularon casi por completo al 75% de su población, mientras que seis de las 10 naciones principales han suministrado al menos una primera dosis a más del 50% de la población.
En las megaciudades brasileñas de São Paulo y Río de Janeiro, alrededor del 99% de los adultos elegibles han recibido al menos una primera dosis.
Otro factor en juego es el hecho de que la región fue el punto de partida de las variantes gamma y lambda que nacieron en las profundidades de la Amazonía y en los Andes, respectivamente. Esas variantes, como delta, se consideran más contagiosas y fueron responsables de la rápida y mortal segunda ola que barrió con la región en el primer semestre del 2021.
Eso significa que gran parte de la población ya había estado expuesta al COVID o ya había dado positivo en las pruebas, y también que, hasta ahora, delta ha perdido fuerza hasta cierto punto por las mutaciones similares que ya están presentes en Sudamérica.
“La vacunación ocurrió en un ambiente en el que ya había habido un alto nivel de transmisión”, dice Lyda Osorio, epidemióloga de la escuela de salud pública de la Universidad del Valle en Cali, Colombia. “Entonces, una hipótesis que uno podría anticipar es que las vacunas se convirtieron en ese ‘refuerzo’ para las personas que ya se habían contagiado, y que la inmunidad puede durar un poco más”.
Por optimistas que puedan parecer las perspectivas a medida que el hemisferio sur sale del invierno y avanza hacia los meses más cálidos, los médicos insisten en que el uso del tapabocas, el distanciamiento social y las campañas de vacunación deben mantenerse durante parte del 2022.