Por Lionel Laurent
La historia de las epidemias está plagada de ejemplos de rebeliones de la sociedad contra los edictos de salud pública, como la violación de la cuarentena de la peste en Marsella del siglo XVIII o las protestas contra los tapabocas durante la pandemia de gripe de 1918. La sombría consecuencia es una nueva ola de infecciones mortales.
Las millones de muertes a causa del COVID-19 pueden palidecer en comparación con los 50 millones de vidas perdidas en 1918, pero existe el riesgo de que el ciclo vuelva a cobrar fuerza.
Francia, el Reino Unido y España se enfrentan a una triple amenaza: un aumento de los casos, una población agotada por la recesión inducida por la cuarentena y una mayor resistencia a medidas más estrictas.
Los toques de queda y los cierres de restaurantes y bares han hecho que los dueños de negocios en Marsella literalmente cierren sus locales. En Madrid, los manifestantes están enfurecidos por un cierre local selectivo que consideran discriminatorio. No son solo los teóricos de la conspiración en las calles de Londres y Berlín los que están enojados.
Los que protestan no deben ser considerados como excepciones egoístas a la regla. Más allá de la minoría que se manifiesta, hay señales de que la mayoría silenciosa también está perdiendo la fe en restricciones cada vez más burocráticas. Los políticos deben restaurarla.
Si bien el respeto por el uso de tapabocas y la higiene personal es ampliamente alto, según encuestas de YouGov en países europeos, el apoyo a la cuarentena y al autoaislamiento está disminuyendo. En Francia, solo 48% de las personas actualmente apoya la cuarentena de quienes han tenido contacto con pacientes contagiados, frente a 78% en marzo. También ha caído en el Reino Unido y España, aunque en menor grado.
Hay cada vez más pruebas de que las personas a las que se les pide que se queden en sus casas no lo hacen. Una reciente encuesta en el Reino Unido realizada por el King’s College de Londres a más de 30,000 personas entre marzo y agosto encontró que solo 18.2% informó permanecer en casa después de desarrollar síntomas y un mísero 10.9% lo hizo después de ser alertado por rastreadores de contactos.
Eso es preocupante dada la importancia crítica del autoaislamiento para romper las cadenas de transmisión antes de que lleguen a la población vulnerable y a los ancianos.
Obviamente estar encerrado no es la idea de diversión de nadie, y trae el estrés psicológico de elegir altruistamente el dolor a largo plazo en lugar del placer a corto plazo. Pero para aquellos que no pueden darse el lujo de tener trabajos que se pueden hacer desde la mesa de la cocina, el aislamiento también significa verse privados de un salario decente.
Alrededor de 10% a 11% de los encuestados citaron “salir a trabajar” entre las razones del incumplimiento. Eso confirma un hallazgo anterior de que la mitad de los trabajadores de bajos ingresos de Gran Bretaña no podían darse el lujo de autoaislarse porque la remuneración obligatoria por enfermedad es muy baja, según el Congreso de Sindicatos. Otras razones dadas incluyeron el cuidado de una persona vulnerable (10%-12%) y el estrés mental (8%-11%).
Este no es el caso para todos los países. En Austria, donde los trabajadores en cuarentena tienen derecho a recibir un pago normal, el cumplimiento supera 98%, según el Washington Post. Se ha prestado mucha atención al enfoque de confinamiento de los países europeos, pero relativamente poco a sus sistemas de seguridad social, según Joan Ramón Villalbi, de la Agencia de Salud Pública de Barcelona.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico alienta, con razón, a los países a extender la licencia por enfermedad y otros beneficios a más trabajadores, especialmente a los trabajadores independientes. Europa también debería hacerlo.
Recompensar a aquellos que se aíslan a sí mismos idealmente debería ir acompañado de un castigo para aquellos que no lo hacen. Pero esto requiere confianza en las reglas y su cumplimiento, lo que ha faltado. La infraestructura de prueba y rastreo está a punto de colapsar en varios países, con retrasos que han causado que la gente no vea el punto de seguir las pautas oficiales.
Y en el Reino Unido, límites cada vez más complejos, como “la regla de los seis”, son evidentemente imposibles de aplicar, mientras los políticos alientan a las personas a espiar a sus vecinos y delatarlos. Ayudaría una mayor capacidad de prueba y reglas que realmente se puedan hacer cumplir con multas.
Además de los incentivos y castigos, la transparencia y la educación pueden ayudar al cumplimiento. Las nuevas reglas, como el cierre de restaurantes y bares a las 10 p.m. en lugar de a las 11 p.m., no se han justificado con explicaciones científicamente respaldadas, el tipo de medidas que pueden dañar la confianza pública.
Peor aún, algunos médicos creen que simplemente pueden trasladar las fiestas hacia el interior de casas particulares.
Reglas claras y comprensibles tienden a una mayor obediencia, según Joan Costa-Font, profesor asociado del departamento de políticas de salud de la London School of Economics. Esta es un área en la que a Suecia, a pesar de las críticas a su enfoque más individualista respecto a las restricciones para quedarse en casa, le está yendo bien.
Dado que el público está empezando a perder la confianza en las reglas dictadas desde arriba, lo menos que los políticos podrían hacer es seguir su propia orientación.
Sin embargo, están demostrando ser su peor enemigo, ya sea por la desobediencia a las cuarentenas de Dominic Cummings o la débil excusa del primer ministro francés, Jean Castex, de “ya no tomo el metro” para no descargar la aplicación de seguimiento de contactos de Francia.
Aparentemente, el Gobierno del Reino Unido ni siquiera entiende sus propias reglas, a juzgar por tres errores confusos en la explicación de las nuevas reglas, en tan solo tres horas el martes, por parte de funcionarios, uno de los cuales fue el propio primer ministro, Boris Johnson.
La desobediencia a las reglas para contener el COVID-19 va más allá de lo que pensamos. Aquellos cuyos dedos se ciernen sobre el botón de bloqueo pueden y deben hacer más para frenarla.