Por Tyler Cowen
La interrogante de la inmunidad colectiva –específicamente, si algunas ciudades y regiones la están desarrollando antes de lo esperado y, por lo tanto, tienen una protección más alta de la esperada contra el COVID-19– ha atraído más atención últimamente.
Sin embargo, incluso si esta hipótesis es cierta, deja al mundo con ciertos desafíos realmente importantes y requiere de una lucha enérgica y permanente contra la pandemia.
La evidencia de la inmunidad colectiva se puede observar, por ejemplo, en Suecia, donde las tasas de contagio y mortalidad han disminuido bruscamente, pese a que los suecos todavía no usan mascarillas protectoras ni aplican un distanciamiento social extremo.
En Londres, los bares, cines y muchos otros lugares están abiertos, pese a ello, la situación de salud parece ser estable, nuevamente con una baja tasa de mortalidad.
Por supuesto, tanto Suecia como el sureste de Inglaterra se vieron muy afectados por el coronavirus en un principio, por lo que, si desarrollaron una inmunidad colectiva, puede deberse a que un mayor porcentaje de su población se contagió y desarrolló alguna forma de protección.
Algunos investigadores sugieren que las regiones adquieren una inmunidad colectiva al menos parcial con una exposición de 20%, mientras que estimaciones anteriores sugerían que se necesitaría hasta 70% de exposición. De ser así, podría ser muy bueno para las áreas más afectadas.
Pero hay salvedades. En primer lugar, muchas hipótesis sobre la inmunidad colectiva suponen la idea de los “superpropagadores”, donde un número relativamente pequeño de personas explica una cantidad desproporcionada de contagios.
Quizás fueron los camareros, cantantes de coros de las iglesias y conductores de autobuses los que propagaron el virus a tantas otras personas al principio de la pandemia. Es posible que, ahora que esos grupos ya han tenido un alto nivel de exposición y han adquirido inmunidad, sea mucho más difícil que el virus se propague.
Esa lógica tiene cierto sentido, excepto por un problema: que las identidades de los potenciales superpropagadores pueden cambiar con el tiempo.
Por ejemplo, tal vez los cantantes de coros fueron superpropagadores en un principio, pero dado que la mayoría de los coros está fuera de actividad, tal vez los guardias de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos sean los nuevos superpropagadores; después de todo, los viajes aéreos han aumentado constantemente.
O bien, es posible que el inicio del invierno y el clima más frío hagan que los camareros se conviertan en un nuevo grupo de superpropagadores, a medida que más personas comienzan a comer dentro de los restaurantes y cafés.
En otras palabras, la inmunidad colectiva podría ser algo temporal. Los propios cambios económicos y sociales provocados por la pandemia pueden inducir una rotación de posibles superpropagadores, anulando así parte de la protección adquirida.
Un problema relacionado es que las regiones con inmunidad colectiva son vulnerables a una “invasión” de zonas menos protegidas del país. Tal vez Nueva York, una de las ciudades más afectadas, sí tenga una inmunidad colectiva parcial, pero en la medida en que la ciudad parezca segura durante varios meses, personas ajenas a ella comenzarán a visitarla y a vivir allí, anulando una vez más parte del actual nivel de protección.
Mientras tanto, los propios neoyorquinos se arriesgarán más y se expondrán más a niveles más altos del virus. Sus actuales niveles de inmunidad, si bien son útiles, no los harán inmunes a todas las formas y grados de exposición posibles.
Una vez más, no hay garantía de durabilidad en lo que respecta a la inmunidad colectiva.
Otro problema es su naturaleza global, que podría ser muy grave. Un posible factor de la hipótesis de la inmunidad colectiva es que una gran parte de la población ya haya estado expuesta a otros coronavirus, lo que le otorga una inmunidad parcial contra el COVID-19.
En esencia, esa cohorte de personas protegidas ha ayudado a frenar o detener la propagación del virus antes de lo que se podría haber esperado.
Sin embargo, hay una trampa. De ser cierta, esa hipótesis significa que el virus se propaga más rápidamente entre grupos con poca o ninguna protección. Entonces, si algunas regiones del mundo tienen una menor protección de las inmunidades cruzadas, es probable que el COVID-19 las impacte aún más, y muy rápidamente.
Nuevamente, todo esto está en el ámbito de lo hipotético. Pero ese escenario podría ayudar a explicar las graves cifras del COVID-19 en gran parte de América Latina, y posiblemente en India y Sudáfrica. La inmunidad colectiva, como concepto general, podría significar un virus más peligroso para algunas áreas y subgrupos de la población.
Es probable que un constante monitoreo de Suecia, el sureste de Inglaterra y Nueva York revele si la hipótesis de la inmunidad colectiva es cierta. Pero sin importar el resultado de esa evidencia, este no es el momento para bajar la guardia.