Por Ferdinando Giugliano
Italia fue un símbolo de la primera ola de la pandemia. Fue el primer país del mundo en entrar en cuarentena nacional, dado que sus hospitales, especialmente en ciudades como Bérgamo y Cremona en el norte, luchaban por hacer frente al aumento de los casos y hubo un fuerte repunte en las muertes.
A medida que el temor a una segunda ola se apodera de Europa, Italia parece estar manejando la situación mucho mejor que otros países como Francia, España y el Reino Unido. Pero no es momento de complacencia; como puede atestiguar Gran Bretaña, este virus puede regresar más fuerte que nunca.
Pero en las últimas dos semanas, Italia registró un poco menos de 35 casos por cada 100,000 habitantes, en comparación con casi 315 en España, cerca de 200 en Francia y 76.5 en el Reino Unido.
El número de muertes promedio fue de 0.3 por cada 100,000, una tercera parte de la proporción en Francia y casi una décima parte de la de España. Las cifras de Italia tan solo son marginalmente peores que las de Alemania, que ha sido elogiada como modelo de una buena gestión pandémica.
Hasta ahora, Italia ha podido evitar el tipo de nuevas restricciones establecidas en otras partes de Europa. El Reino Unido anunció que restaurantes y bares cerrarán a las 10 p.m. y que habrá multas de 200 libras (US$ 254) para aquellos que no usen tapabocas como se requiere.
En Francia, París impuso la misma hora de cierre en bares y restaurantes y cerró gimnasios. En Italia, la vida social continúa relativamente sin obstáculos, a pesar de que el Gobierno obligó a los clubes nocturnos a cerrar nuevamente después de una serie de nuevos casos de COVID en el verano, especialmente en la isla de Cerdeña.
Entonces, ¿qué está funcionando en Italia? Es difícil decir exactamente qué factores mejoran la capacidad de un país para controlar un brote. En la primavera, parecía que introducir una cuarentena estricta en una fase temprana, como lo hizo Grecia, era la receta para reducir el impacto.
Sin embargo, la reciente caída pronunciada de casos en Suecia, después de que el país evitó un cierre y otras medidas draconianas tomadas en otros lugares, ha generado dudas sobre qué es exactamente efectivo. El Gobierno italiano no parece haber tomado medidas radicalmente diferentes del resto del continente.
Dos cosas ayudarían a explicar el desempeño relativamente sólido de Italia —hasta ahora— en la contención de una segunda ola del virus. Lo primero es la efectividad de su sistema de seguimiento y localización para identificar y aislar a los contactos de aquellos que dan positivo.
Italia realiza la prueba a unas 100,000 personas al día, lo que no es alto para los estándares europeos. Pero solo cerca de 2% de esas pruebas son positivas, lo que es bajo en comparación con otras partes de Europa.
Esta difusión más lenta que en otros lugares también podría explicarse por el segundo factor: parece que los italianos son muy juiciosos con el uso de las máscaras y manteniendo el distanciamiento social. Los médicos también creen que han mejorado en el tratamiento del COVID-19, aunque esto solo ayuda a explicar la baja tasa de mortalidad, no el número limitado de casos.
No obstante, ninguna de estas explicaciones es perfecta y es importante no dejarse llevar por la aparente resistencia de Italia. El sistema de atención médica del país tradicionalmente ha tenido una alta calificación en las comparaciones internacionales, y sin embargo no logró contener la primera fase de la pandemia, tal vez porque tomó al país por sorpresa.
También hay evidencia de que los italianos cumplieron ampliamente con el requisito de usar máscaras en la primavera, y sin embargo pasaron semanas antes de que el número de muertes y casos disminuyera. Es completamente posible que Italia esté experimentando una segunda ola retrasada, en comparación con Francia y España.
El Reino Unido sufrió su primer brote mucho más tarde que Italia o España, pero terminó teniendo un costo humano similar.
Así las cosas, Roma debería permanecer en alerta total. Basta con unos pocos pasos en falso para que la epidemia se salga de control. Por ahora, sin embargo, los ciudadanos italianos pueden sentirse orgullosos de su sistema de salud y de sí mismos.