Controles exhaustivos de las tropas israelíes, largas esperas en ‘checkpoints’ o el cruce de zonas de combate activas son desde hace meses algunas de las interminables trabas a las que se enfrentan las agencias encargadas de distribuir ayuda humanitaria en Gaza, que las últimas semanas afrontan un nuevo problema: los asaltos a sus camiones y el contrabando de tabaco.
“Hay un negocio masivo de contrabando de cigarros”, explica a EFE Sam Rose, director de planificación de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), desde Deir al Balah, en el centro del enclave.
Los camiones se están viendo “infestados”, cuenta, por cajas de tabaco antes de cruzar la frontera, sin que las agencias sepan quién o cómo se introducen, presumiblemente en Egipto, las cajetillas entre los palés de harina, medicamentos, y otros productos destinados a la Franja, que atraviesa una severa crisis humanitaria.
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Es una operación “muy organizada” entre los proveedores del tabaco y las bandas, que en el lado palestino saben qué camiones han sido cargados con tabaco y los esperan en la carretera armados para asaltarlos tras atravesar -tras exhaustivos controles israelíes- el paso de Kerem Shalom, una de las tres únicas entradas terrestres de ayuda a Gaza en funcionamiento junto a Gate 96 (centro) y Erez (norte).
A un precio de entre 25 y 30 dólares el cigarro y unos 500 el paquete, el tabaco se ha convertido en uno de los bienes más rentables para los contrabandistas en la Franja, donde el consumo, que ya estaba muy extendido entre la población, se ha disparado por el estrés de la guerra.
“No es algo que puedas comprar por ti mismo” en el devastado territorio palestino, donde además los cigarrillos se han convertido en moneda de cambio ante la grave crisis de liquidez, explica a EFE un gazatí que prefiere permanecer en el anonimato.
“Yo tengo a mis amigos, somos un grupo de cinco. Ponemos unos 25 shékel cada uno (algo menos de US$ 7) para poder comprar un cigarro y lo compartimos”, relata. “Es la forma de tener el subidón de nicotina que necesitas diariamente”.
Falta de ley y orden en Gaza
El saqueo de camiones en el sur de Gaza se ha convertido en una práctica habitual a falta de una fuerza de seguridad interna, explica Rose. La policía de Hamás ha sido un claro objetivo del Ejército israelí, especialmente en sus operaciones en Rafah (sur), iniciadas el pasado 6 de mayo.
En el vacío de poder, bandas organizadas ganaron influencia en rutas como el corredor de Salah al Din, que atraviesa la Franja de sur a norte desde el cruce de Kerem Shalom.
En esta vía operan especialmente “dos grupos de bandidos, dos de las familias más grandes de Rafah”, relataron a EFE fuentes palestinas, señalando a los clanes de Al Omour y Maddi, residentes cerca del paso fronterizo con Egipto.
Además del tabaco escondido en los convoys de ayuda humanitaria, estos grupos “quieren los camiones comerciales, porque les dan más dinero”, cuentan estas mismas fuentes, al ser los que introducen en Gaza alimentos frescos como carne y verduras, ausentes en la dieta gazatí en los últimos meses, especialmente en el norte.
Cerca de 500,000 personas afrontan “niveles catastróficos de inseguridad alimenticia” en Gaza, donde al menos 34 niños han muerto por desnutrición, según el último informe de la OCHA.
Más ayuda para evitar los saqueos
“Si hubiera suficientes suministros, nadie trataría de beneficiarse de ellos”, resume a EFE Jonathan Crickx, jefe de comunicaciones de UNICEF en Palestina, sobre el ínfimo número de camiones con ayuda que entra a la Franja.
Antes de la guerra, unos 500 camiones de ayuda humanitaria entraban a Gaza diariamente, pero la primera semana de julio OCHA registró unos 90 diarios, cargados a la mitad de su capacidad como demanda el COGAT, el organismo militar israelí que gestiona los asuntos civiles en los territorios palestinos, para agilizar su inspección.
Una vez en Gaza, comienza un largo proceso de permisos entre las organizaciones humanitarias y el Ejército para que sus trabajadores atraviesen zonas de combate activas, como Rafah, y recojan los cargamentos, sufriendo esperas en los puntos de control de hasta cinco horas.
A todo ello se suma un último problema: la falta de combustible para movilizar los convoys. “Israel se ha negado a permitirnos meter gasolina”, dice Rose, lo que inhabilita sus equipos.
Ante las continuas denuncias del COGAT contra agencias como UNRWA, a las que acusa de no recoger la ayuda que entra a Gaza, el portavoz Jonathan Fowler responde: “No hay nada sorprendente en un atasco de camiones de ayuda en Kerem Shalom, porque es imposible en estas condiciones ir de forma segura y regular a recogerlos”.
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