Una conferencia internacional convocada por Alemania y con la participación del ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, culpó en Berlín a Rusia de la crisis alimentaria suscitada por la guerra y estudio posibles salidas a la situación.
Las declaraciones de los diversos participantes en la conferencia se parecían bastante.
La anfitriona y ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock; el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, el propio Albares y un comunicado del G7 insistieron en señalar que la causa de la crisis no son las sanciones, que excluyen expresamente el grano, sino la actitud de Rusia.
“Ha quedado claro -y después luego España ha aportado en ello-, que esta crisis alimentaria no tiene nada que ver con las sanciones contra Rusia, que exceptúan claramente al grano”, dijo Albares al resumir una de las conclusiones de la conferencia.
“Tiene en cambio mucho que ver con la actitud de Rusia en esta guerra y con la agresión ilegal de Rusia a Ucrania”, agregó.
Antes, Annalena Baerbock había acusado a Rusia de estar utilizando de forma cínica el trigo como arma, bloqueando los puertos ucranianos y bombardeando infraestructura agrícola, y de recurrir además a la desinformación culpando a las sanciones occidentales a Moscú de la crisis alimentaria.
Blinken, por su parte, había recordado que había excepciones para el grano, por lo que no se podía responsabilizar a las sanciones de la crisis.
Tanto Blinken como Baerboch instaron a Rusia a desbloquear los puertos ucranianos en el mar Negro y permitir la salida del trigo.
“Tenemos claro que no vamos a darles la espalda a los muchos países en el mundo que se ven amenazados por el hambre como consecuencia de la guerra”, dijo Baerbock, en una comparecencia conjunta con Blinken.
Busca rutas alternativas
El ministro de Agricultura turco, Cem Özdemir, advirtió en una rueda de prensa antes de la conferencia de que “el mar Negro no podrá ser una vía segura para Ucrania a largo plazo, incluso si acaban los enfrentamientos armados”, por lo que hay que buscar “una ruta o rutas alternativas permanentes”.
Agregó que mientras el presidente ruso, Vladímir Putin, siga en el poder, Ucrania puede ser chantajeable y habrá implicaciones para la seguridad alimentaria mundial.
Recordó que las exportaciones de grano ucraniano se desplomaron de cinco millones de toneladas al mes antes de la guerra a 350,000 al comienzo de la agresión rusa, y que en mayo subieron de nuevo a 1.7 millones, pero advirtió de que esto va ligado a un “enorme esfuerzo” y “costes notablemente mayores” y de que hay limitaciones de infraestructura y problemas logísticos.
La busca de rutas alternativas por tierra -tanto por carretera como por tren- está en marcha, pero, según Albares, de momento es mejor no dar detalles al respecto por razones de seguridad.
Por su parte, el ministro ucraniano de Agricultura, Mykola Solskyi, pidió ayuda a los países europeos para incrementar las capacidades de exportación de cereal de Ucrania, en vista de que, según afirmó, Rusia “no tiene intención” de desbloquear la situación.
Blinken, por su parte, pidió más aportaciones financieras a nivel internacional para lidiar con la situación humanitaria producto de la crisis alimentaria global exacerbada por la guerra de Ucrania.
Las necesidades del Programa Mundial de Alimentos (PMA) se han incrementado de forma drástica, dijo Blinken.
El secretario de Estado recordó que Washington ya ha invertido 2,800 millones de euros en ayuda alimentaria de emergencia y avanzó que el presidente, Joe Biden, anunciará más ayudas en la cumbre del G7 de Elmau, en el sur de Alemania.
Además de buscar rutas alternativas para sacar el grano de Ucrania, los participantes de la conferencia barajaron fórmulas posibles para contener la explosión de los precios del trigo y de los fertilizantes en todo el mundo.