El metotrexato, un medicamento utilizado para tratar la leucemia y otros cánceres, se receta comúnmente, por lo general se tolera bien y a menudo se administra en forma de inyección. Gran parte se fabrica en India. Es un líquido de color amarillo pálido que siempre debería ser estéril, sin bacterias.
Para elaborarlo de la forma correcta, es necesario que cada paso esté estrictamente controlado: la forma en que los empleados lavan sus manos, usan gafas protectoras y se desplazan por la línea de producción. Si alguien se mueve demasiado rápido en un ambiente estéril, el movimiento del aire podría propagar bacterias. Si los técnicos ingresan sin haber sido cuidadosamente desinfectados, podrían transportar un contaminante. Incluso sus bolígrafos y papeles deben ser desinfectados. Si los ingredientes activos no se someten adecuadamente a prueba, si el equipo no se sanitiza de la forma correcta, si el agua no se filtra a fondo, el medicamento —en lugar de salvar vidas— podría volverse letal.
En una localidad industrial ubicada tres horas al norte de Bombay, los empleados de Naprod Life Sciences se apresuraban a completar pedidos de miles de viales. Hacía meses que nadie se hacía cargo del departamento de control de calidad. El metotrexato que fabricaban estaba destinado a los más vulnerables: pacientes con leucemia, algunos de ellos niños, en países en desarrollo.
En 2019, unos meses después de que los viales salieran de las instalaciones de Naprod, médicos de más de una docena de clínicas en toda Colombia comenzaron a reportar que pacientes tratados con metotrexato estaban desarrollando cuadros con fiebre alta, “alteración del estado de conciencia” y otros preocupantes síntomas. En una clínica, la salud de varios niños tratados el mismo día se deterioró tanto tras recibir las inyecciones que todos tuvieron que regresar al hospital. Alan no dejaba de vomitar, Valery se retorcía de dolor, Cristhian no podía mover sus piernas.
En febrero de 2020, las autoridades de salud de Colombia anunciaron que habían analizado viales sellados de tres lotes de metotrexato de Naprod. Todos contenían Pseudomonas aeruginosa, la misma peligrosa bacteria que se había detectado en muchos de los niños enfermos. Los reguladores emitieron una orden para retirar el medicamento. Para entonces, más de 100 pacientes habían sufrido reacciones que los médicos sospechaban estaban relacionadas con el medicamento contaminado. Cuatro niños habían muerto.
Detrás de las ventanas de vidrio tintado en las instalaciones de fabricación de Naprod, los controles de calidad destinados a mantener seguros a los pacientes habían fallado. Posteriormente, inspectores europeos encontrarían “graves violaciones” de las directrices básicas de fabricación en una filial, Mac-Chem Products India Pvt Ltd., que suministraba el ingrediente activo para el metotrexato enviado a Colombia.
En entrevistas con Bloomberg Businessweek, un científico que antes trabajaba para Naprod afirmó que le dijeron que se apresurara con las pruebas de esterilidad para que la producción avanzara más rápidamente. Varios exempleados del departamento de calidad dicen que cuando denunciaron prácticas inseguras a sus jefes, fueron ignorados. “En lugar de animar a la persona a reportar problemas de calidad, la interrogan”, dice uno de ellos.
Naprod desempeña un papel crucial —aunque a veces desapercibido— en la cadena de suministro mundial de medicamentos, ya que fabrica fármacos oncológicos genéricos de bajo costo. Ninguno de los medicamentos que fabrica la empresa está aprobado para su venta en Estados Unidos, donde las regulaciones son más estrictas. Naprod puede vender algunos medicamentos en Europa, pero dijo que actualmente no lo hace.
Para reconstituir esta historia, Businessweek consiguió acceso a informes de inspección de tres continentes, documentos internos de la empresa, resultados de pruebas de calidad de los medicamentos y registros médicos, y habló con más de 130 personas, incluidos exempleados de Naprod, reguladores, expertos en salud pública y familias afectadas.
Una y otra vez, el medicamento contra el cáncer de Naprod ha potencialmente perjudicado a pacientes, ha alarmado a médicos e investigadores y ha sido sujeto a su retiro del mercado. En 2018, un regulador de India descubrió que las muestras de un medicamento contra el cáncer llamado cisplatino no tenían suficiente ingrediente activo, lo que llevó al Estado de Guyarat a dejar de comprar el medicamento para sus hospitales públicos durante varios años.
Casi al mismo tiempo, un investigador estadounidense sometió a prueba algunos de los medicamentos de Naprod almacenados en un hospital etíope y encontró el mismo problema: una serie de muestras de cisplatino contenían solo la mitad del ingrediente activo declarado. Este año, las autoridades tailandesas retiraron del mercado otro de los medicamentos contra el cáncer de Naprod debido a problemas de calidad.
Nada de esto ha tenido consecuencias graves por parte de los reguladores ni advertencias públicas de la Organización Mundial de la Salud, que se supone debe coordinar los esfuerzos entre todas las autoridades gubernamentales que controlan la calidad de los medicamentos. Naprod y Mac-Chem siguen siendo proveedores clave de medicamentos contra el cáncer para pacientes de todo el mundo.
Varios de los grandes compradores que se anuncian en su sitio web, como Cipla, Dr. Reddy’s Laboratories y Mylan, no respondieron a solicitudes de comentario. Abbott Laboratories dijo que compra unos pocos productos de bajo volumen para su venta en India, pero no habló de problemas de calidad. Intas Pharmaceuticals Ltd. dijo que no ha recibido ningún informe sobre inconvenientes por la calidad de los productos de Naprod, y continúa comprando a la empresa para su venta en India.
En un comunicado, Naprod dijo que está “comprometida a entregar productos farmacéuticos de alta calidad que cumplan con los respectivos requisitos reglamentarios y de calidad”. La empresa declinó comentar sobre casos específicos en Colombia, aduciendo razones legales, pero dijo que respondió adecuadamente a las preocupaciones de calidad de sus productos planteadas allí, así como en India, Etiopía y Tailandia.
Una quinta parte de los medicamentos genéricos del mundo son suministrados por empresas indias; la industria tiene un valor de alrededor de US$ 50,000 millones al año y es fuente de orgullo nacional, especialmente para Narendra Modi, el primer ministro nacionalista del país. Pero ha sido objeto de un escrutinio cada vez mayor por deficiencias en la fabricación y problemas de calidad. Naprod es uno de varios laboratorios farmacéuticos indios que han producido medicamentos de tan mala calidad que se han vinculado a muertes e infecciones y han sido retirados del mercado en varios países.
El año pasado, un jarabe para la tos envenenado y gotas para los ojos contaminadas elaboradas por otras empresas afectaron a decenas de personas. Como reveló Bloomberg News en su serie The Business of Bad Medicine, los fabricantes presionados para producir medicamentos baratos economizaban o cometían errores. Algunos no evaluaban a sus proveedores ni sometían los ingredientes a prueba de forma adecuada y, cuando les informaban sobre problemas, no los corregían.
Las autoridades indias responsables de garantizar que los medicamentos producidos dentro de sus fronteras sean seguros pasaban por alto los problemas o acortaban las investigaciones. Cuando finalmente llegaban las alertas de los reguladores, a menudo era demasiado tarde. Las sanciones eran en vano.
Naprod, una empresa relativamente pequeña, ha prosperado gracias a este vacío. A medida que las herramientas de diagnóstico y el acceso a la atención médica han mejorado en todo el mundo, ha aumentado la demanda de metotrexato y otros medicamentos contra el cáncer. Fabricantes como Naprod, con un historial de fabricación de productos de baja calidad, todavía pueden encontrar clientes dispuestos, lo que lleva a que tanto familias como médicos incautos sufran las consecuencias.
Valery Fernández normalmente era una niña inquieta que podía devorar un plato de sopa de pollo más grande que su cabeza. Pero en el verano de 2018, cuando tenía 4 años, Valery entró en estado de letargo. Se quejaba de dolor de piernas, tenía fiebre recurrente y manchas de color rojo oscuro en los brazos.
Los médicos le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda, que, en teoría, es una enfermedad tratable. Pero en Venezuela, no lo era. El sistema de salud del país estaba al borde del colapso. La escasez de medicamentos era tan grave que a menudo ni siquiera había antibióticos básicos disponibles en los hospitales. En el mercado negro, los medicamentos contra el cáncer se vendían a precios estratosféricos. “Yo tenía mi televisor y cualquier otro artefacto de mi casa. Ni vendiendo esas cosas podía pagar esas quimioterapias”, dice la madre de Valery, Yohana Rivas.
Rivas evaluó sus imperfectas opciones y decidió cruzar la frontera hacia Colombia en busca de una mejor atención médica. En noviembre de 2018, cinco meses después de su diagnóstico, Valery ya recibía sus primeros tratamientos en la Clínica Medical Duarte en la pequeña ciudad fronteriza de Cúcuta.
La clínica tenía buena reputación —a menudo llevaban en helicóptero a los soldados heridos en enfrentamientos con grupos guerrilleros— y los médicos estaban esperanzados. Con una quimioterapia agresiva, le dijeron a Rivas, su hija tenía buenas posibilidades de sobrevivir. Cada dos semanas, Valery recibía inyecciones de medicamentos, entre ellos metotrexato. La quimioterapia funcionó y, para fines de 2019, los médicos estaban casi listos para cambiar a Valery a pastillas de dosis más bajas, la etapa final de su tratamiento.
El jueves 23 de enero de 2020, Valery llegó a la clínica cuando salía el sol. A las 7 a.m., estaba acostada en una cama del hospital, acurrucada en posición fetal. Un médico le suministró anestesia y luego inyectó lentamente todo el contenido de una jeringa en su columna vertebral. Los medicamentos llegaron rápidamente a su cerebro.
Normalmente, cuando Valery despertaba de estos tratamientos, se sentía un poco cansada. Esta vez, gritaba de dolor y vomitaba. “Me duele la cabeza, me duele la cabeza”, le repetía a su madre. Horas después de la inyección, llena de analgésicos, Valery fue dada de alta. Antes de que amaneciera tuvo que regresar.
En la clínica, Rivas se encontró con otra madre cuyo hijo había sido tratado con el mismo lote de metotrexato de Naprod, según muestran los registros del Gobierno, y también acababa de ingresar a la unidad de cuidados intensivos. Cristhian Vivas tenía 16 años, deliraba y sufría dolores. Los médicos tomaron muestras de sangre, le hicieron una resonancia magnética, le administraron un antibiótico, pero no ayudó.
Poco después, Alan Martínez, de 2 años, y Jesús Salazar, de 8, fueron trasladados de urgencia al hospital. También habían recibido el mismo lote de medicamentos, según los registros, y tenían síntomas similares: fuertes dolores de cabeza, rigidez de cuello y náuseas.
Los médicos entraron en pánico. Algunos de ellos temían haber hecho algo mal. ¿Se habían mezclado incorrectamente las dosis de quimioterapia? ¿Habían administrado la dosis correcta? El equipo médico revisó sus notas y no encontró nada que se desviara de los protocolos de la clínica. Sin embargo, la mitad de los niños que habían tratado ese jueves por la mañana estaban ahora hospitalizados. Valery estaba con “ALTO RIESGO DE MUERTE”, escribió la clínica en un informe presentado ante el regulador colombiano del sector, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima).
Rivas colocó toallitas húmedas en la frente y los ojos de Valery, pero ella seguía vomitando y llorando. El lunes, cuatro días después de recibir la quimioterapia, tomó la mano de su madre y dijo: “Ya no aguanto más, mami”. Luego se desmayó. Rivas corrió en busca de ayuda. Cuando le permitieron regresar a la habitación, Valery estaba inconsciente y respiraba con la ayuda de máquinas. Estuvo en coma durante más de dos semanas y luego falleció.
Tres días después, Cristhian Vivas también murió.
Stefany Arango tomó la mano de su hijo Alan, rogando que él no fuera el próximo. Para entonces, los doctores habían comenzado a sospechar que el medicamento de la quimioterapia podría haber estado contaminado. A Alan y a Jesús les suministraron fuertes dosis de antibióticos, y sobrevivieron.
Lo que los padres y los médicos de la clínica no sabían es que las autoridades colombianas de salud habían estado investigando informes de más de una docena de hospitales de todo el país sobre lotes contaminados del medicamento de Naprod. Una semana antes de que a Valery y a los otros tres niños les inyectaran el metotrexato de Naprod, los reguladores de Invima habían terminado de analizar varias muestras del fármaco. Los registros de laboratorio muestran que estaban contaminados con P. aeruginosa. La bacteria es particularmente difícil de matar, una amenaza peligrosa si invade una planta farmacéutica y es cada vez más resistente a muchos antibióticos si encuentra un huésped humano.
Después de encontrar la bacteria, Invima no emitió de inmediato una alerta pública. Los reguladores habían actuado con cautela desde el principio. Los primeros informes llegaron ocho meses antes, desde un hospital cerca de Bucaramanga, a unos 110 kilómetros de la clínica donde habían muerto Valery y Cristhian. Tres niños presentaron fiebre inexplicable después de su tratamiento de quimioterapia con el metotrexato de Naprod. El personal del hospital analizó muestras de sangre de los niños y viales sobrantes del medicamento. Encontraron P. aeruginosa en ambos. Unos meses después, en un hospital de Medellín, otros pacientes también enfermaron después de su tratamiento con el metotrexato de Naprod, y se encontró la misma bacteria en su sangre. Durante las siguientes semanas, varios otros centros de salud también comenzaron a notificar casos.
Un equipo de epidemiólogos del Instituto Nacional de Salud de Colombia examinó posibles fuentes de contaminación en los centros de salud y, según los registros de la investigación, no encontró ninguna. Cuando analizaron muestras de sangre de pacientes enfermos en dos clínicas diferentes, encontraron cepas de bacterias muy similares. Eso significaba que los pacientes probablemente habían sido infectados por la misma fuente. Para enero de 2020, su investigación apuntó a esa fuente: el medicamento de Naprod Life Sciences.
Dieciséis días después de que Valery, Cristhian y los demás niños de la Clínica Medical Duarte recibieran sus dosis de metotrexato, Invima emitió la primera orden de retiro del mercado de dos lotes del medicamento de la empresa. Unos días después, luego de más resultados de pruebas, retiró todos los lotes de metotrexato que Naprod había vendido en Colombia.
“Invima debió haber hecho más y antes”, dice Javier Guzmán, quien dirigió la agencia de 2015 a 2018 y ahora es director del Programa de Políticas de Salud Global del Centro para el Desarrollo Global, en Washington, D.C. “Deberían haber retirado del mercado los lotes sospechosos a mediados de 2019 después de que varios hospitales informaran más eventos adversos. Ante eventos adversos graves, es importante utilizar el principio de precaución. En caso de duda, deberían actuar”. La Clínica Medical Duarte declinó hacer comentarios. Invima no quiso comentar sobre el momento en el que ordenó el retiro, pero dijo que había ayudado a “contener el riesgo para la salud y proteger la salud de la población”.
Semanas después del retiro, los inspectores de Invima abordaron un avión rumbo a India. Se dirigían a las instalaciones de Naprod para evaluar si la empresa seguía buenas prácticas de producción. Antes de que pudieran entrar a la planta, estalló la pandemia de COVID-19. Tanto India como Colombia evaluaban cerrar sus fronteras, por lo que Invima ordenó a sus inspectores regresar a casa.
Naprod Life Sciences inició sus operaciones a principios de la década de 1990. Su director, Babulal Jain, tenía cierta experiencia en la fabricación de productos farmacéuticos, era muy conocido en el Dava Bazaar de Bombay —donde solían congregarse los comerciantes y fabricantes de productos químicos— y, según el sitio web de Naprod, quería fabricar “formulaciones de nicho asequibles y altamente especializadas para enfermedades preocupantes, como el cáncer”. Uno de sus hijos, Mohan, obtuvo una maestría en farmacia y se unió a la empresa en 1994. A medida que la empresa crecía, también lo hacían las tensiones en la familia. En 2007, una disputa por el control de Naprod llegó a los tribunales. Finalmente, Mohan y su padre ganaron.
En 2021, Babulal murió. Mohan ahora dirige la empresa. Trabaja desde un deteriorado espacio dentro de un complejo de oficinas en Bombay; en verano, un baño compartido quedó medio expuesto a las lluvias monzónicas. Una pequeña sala de reuniones estaba decorada con un premio a la excelencia otorgado por la compañía farmacéutica Dr. Reddy’s. Mohan también es copropietario de otras cuatro empresas farmacéuticas, una de las cuales, Mac-Chem, está dirigida por su hermano menor Manish. En total, las cinco empresas han crecido casi un 70% desde 2018, según documentos corporativos del año pasado. En 2022 recaudaron alrededor de US$60 millones y obtuvieron una ganancia cercana a US$4,5 millones.
Pero este año, cuatro de las empresas han reportado pérdidas, citando una caída en las ventas. Los estados financieros de Naprod aún no estaban disponibles.
Mohan es una figura familiar en la industria con un apellido de cierta reputación. Cuando Mahesh Doshi, expresidente del grupo de cabildeo Indian Drug Manufacturers’ Association, se enteró de los problemas en Colombia, se sorprendió. “Han estado en este negocio durante muchos años, son una familia respetada; la primera, la segunda y la tercera generación de la familia se unieron a la industria farmacéutica”, dice. “No son operadores poco fiables”.
En una entrevista poco habitual de octubre de 2019, Mohan Jain dijo a una publicación comercial que quería que Naprod se convirtiera en una empresa farmacéutica global. Naprod ya crecía rápidamente en parte debido a las ventas de medicamentos contra el cáncer al sudeste asiático y América Latina. Jain dijo que durante el año siguiente planeaba duplicar, o incluso triplicar, la capacidad de fabricación de la empresa.
En los meses previos a la entrevista, el distribuidor de Naprod en Colombia había alertado a la empresa que lotes de su metotrexato estaban potencialmente contaminados. Los funcionarios de Naprod dijeron que su investigación había descartado la posibilidad de que sus propias prácticas pudieran haber causado contaminación, según documentos internos que revisó Businessweek. En su lugar, los funcionarios culparon a las clínicas colombianas y citaron estudios científicos sobre la facilidad con la que la P. aeruginosa se puede propagar en los hospitales. El informe no mencionó el retiro de medicamentos del mercado, una recapacitación de los empleados o la interrupción de las líneas de producción.
La evidencia de contaminación bacteriana en más lotes de metotrexato en otros hospitales continuó acumulándose. Cuando las autoridades colombianas anunciaron el retiro del mercado en febrero de 2020, la compañía finalmente acordó retirar todos los lotes de metotrexato vendidos en ese país, así como partes de los lotes vendidos en Filipinas y a Intas para su venta en la India. Se destruyeron 27.000 viales pero cerca de 55.000 ya se habían administrado.
Los registros internos de Naprod muestran que llevó a cabo otra investigación sobre la causa después del retiro del mercado y nuevamente no encontró ninguna fuente probable de contaminación en sus propias instalaciones ni bacterias en las muestras que analizó. Intas, que recientemente ha sido objeto de escrutinio por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos por problemas de calidad dentro de sus propias fábricas, dijo que no encontró contaminación en las muestras que analizó. La FDA de Filipinas dice que no sometió a prueba de forma independiente los productos retirados del mercado y que no había recibido informes de reacciones adversas entre los pacientes.
Tres expertos farmacéuticos independientes consultados por Businessweek dicen que las circunstancias en Colombia dejan pocas dudas de que la peligrosa bacteria se introdujo en el proceso de fabricación. Dicen que el hallazgo de P. aeruginosa en viales sellados del fabricante de medicamentos es una prueba contundente por sí sola. Pero también señalan que una docena de diferentes hospitales tuvieron problemas similares con los mismos lotes de metotrexato, lo que sugiere que había una fuente común, y no eran las prácticas hospitalarias.
En Naprod la investigación había concluido. La empresa estaba legalmente obligada a informar sobre reacciones adversas a los reguladores del Estado de Maharastra, pero no lo hizo. Los reguladores dijeron que no se habían enterado del problema hasta que Businessweek les alertó. Posteriormente, los ejecutivos de Naprod culparon a la pandemia de COVID. Algunos empleados, incluidos tres que trabajaban en control de calidad en ese momento y que ya dejaron la compañía, se mostraron displicentes cuando se les preguntó sobre la contaminación. “Investigamos muchas quejas cuando trabajaba en Naprod, pero nunca encontramos que las quejas de los clientes fueran válidas”, dice Shashikant Patil, ex subgerente del departamento de control de calidad, cuyo nombre aparece en la investigación interna de 2019 de la empresa. Dice que recuerda poco sobre los problemas con los lotes de metotrexato o enfermedades de pacientes que lo habían recibido. Pero sí recuerda que su equipo no encontró pruebas de culpa en Naprod.
En septiembre de 2021, inspectores húngaros se presentaron en Naprod para una visita de rutina. Mientras recopilaban documentos y revisaban líneas de producción, los inspectores encontraron cuatro importantes violaciones a los estándares de fabricación que la empresa había prometido mantener como condición para vender en el mercado europeo, según una copia del informe confidencial al que Businessweek tuvo acceso.
Uno de los principales fallos tenía que ver con la detección de bacterias. Cada seis meses, Naprod debía hacer que un lote ficticio de viales pasara por el proceso de producción para medicamentos estériles. Estos viales contenían un líquido especial que podía atrapar e incubar cualquier bacteria escondida en el aire u otros lugares de difícil acceso. Si lo hacían, significaba que la línea no era segura y la producción debía detenerse. Naprod había retrasado esta prueba durante más de un mes, pero no lo había registrado ni había evaluado su impacto en el medicamento fabricado —y vendido— durante ese tiempo, según el informe.
Tres kilómetros más adelante, en Mac-Chem, acechaba un problema mayor. La empresa es una parte crucial de la cadena de suministro para los medicamentos de Naprod y, según su sitio web, vende ingredientes a Dr. Reddy’s, Fresenius Kabi, Sun Pharmaceutical Industries y otras grandes empresas. Pero las regulaciones sanitarias en muchos países de bajos ingresos, como Colombia, solo exigen que sus inspectores visiten al productor del medicamento final. Dependen en gran medida de que los propios inspectores estatales de medicamentos de India garanticen la seguridad de otras instalaciones en la cadena de suministro, a pesar de haber casos bien documentados de inspectores que no controlan eficazmente la industria. En una visita realizada en abril de 2022, los reguladores estatales de Maharastra no encontraron problemas importantes.
Cinco meses después, un inspector francés llegó a la planta de Mac-Chem para auditar la fabricación de un ingrediente activo destinado al mercado europeo. El inspector encontró graves violaciones de las buenas prácticas de fabricación. La línea de producción de ingredientes activos destinados a medicamentos contra el cáncer se encontraba en un “estado de mantenimiento inaceptable” y había una falta general de “supervisión de control de calidad”, señala el informe.
Los problemas eran tan notorios que el inspector propuso retirar la certificación de la planta de fabricación para garantizar que los pacientes no corrieran riesgo. Sin embargo, cuando preguntaron a varios exempleados de Mac-Chem y Naprod acerca de los problemas que identificaron los inspectores europeos, ellos les restaron importancia por considerarlos errores inofensivos. Naprod dijo que “mantiene los más altos estándares de fabricación”, tal como lo confirman las inspecciones periódicas. Las autoridades europeas siguieron la sugerencia del inspector: la planta de Mac-Chem ya no está certificada para fabricar insumos para Europa.
Dr. Reddy’s y Sun Pharma no respondieron a las solicitudes de comentario. Fresenius Kabi AG declinó revelar listas de proveedores o responder a preguntas sobre los problemas de calidad identificados en las empresas, pero dijo en un comunicado que espera que los proveedores le informen sobre defectos de calidad, que revisa la información disponible al público y que, cuando hay problemas de calidad, evalúa los posibles impactos en sus productos y los riesgos para sus clientes.
En agosto de este año, a raíz de preguntas de Businessweek, funcionarios de regulación de Maharastra pidieron por primera vez a Naprod que entregara información sobre el retiro de los productos en 2020. Un alto funcionario de regulación, NP Supe, dijo posteriormente que, dado que Naprod negó que la contaminación proviniera de su fábrica y que los reguladores colombianos no se habían puesto en contacto directo, su agencia aún no estaba segura sobre la fuente de la letal bacteria. Incluso hoy, dijo, “no puedo decir que exista un medicamento de inferior calidad”.
Las autoridades colombianas no han emitido ni una sola multa u otra sanción contra Naprod, según documentos obtenidos a través de más de una docena de solicitudes de registros públicos. Naprod aún tiene autorización para vender medicamentos en ese país.
La madre de Valery ha estado ahorrando para comprar una placa para la tumba de su hija. La madre de Cristhian todavía guarda la toallita naranja que usó para secarle el sudor de la frente. Varias familias evalúan demandar a la clínica, al importador y al fabricante, aunque sus abogados se negaron a decir si han presentado denuncias.
La Fiscalía General de la Nación recibió un informe de autopsia de la morgue hace casi cuatro años que mostraba que Valery tenía la bacteria P. aeruginosa en la sangre y que la infección no respondió a los antibióticos. La agencia catalogó la causa básica de su muerte como “en estudio”.
Los registros médicos de Cristhian confirman que él también tenía la bacteria en la sangre. En los años siguientes, hubo pocas señales de avance en la investigación. Sin embargo, recientemente y tras preguntas de Businessweek, la Fiscalía comenzó a entrevistar a las familias y otras personas involucradas. Mientras tanto, a 4,000 kilómetros de distancia, una investigadora en Estados Unidos ha estado perfeccionando una prueba para ayudar a detectar medicamentos ineficaces antes de que lleguen a los pacientes.
Marya Lieberman es profesora de química de la Universidad de Notre Dame. Tiene el pelo azul, un refrigerador lleno de medicamentos para quimioterapia y un evidente entusiasmo por las complejidades de realizar pruebas de laboratorio. A lo largo de los años, había oído hablar de problemas relacionados con la calidad de medicamentos de quimioterapia en países de bajos ingresos. Oncólogos en África le habían hablado de la administración de los medicamentos a los pacientes, esperando los incómodos efectos secundarios habituales, como la caída del cabello. En su lugar, se encontraron con algo peor: ningún efecto en absoluto.
“Trato de tirar del cabello y no se cae nada”, dice Paul Ndom, quien hace poco se jubiló de encargado del comité nacional de control del cáncer de Camerún. Temía que el medicamento que había administrado fuera falso o contuviera tan poco ingrediente activo que resultara ineficaz. A Lieberman le sorprendió la falta de investigación sobre el problema, especialmente porque la demanda mundial de estos medicamentos estaba creciendo.
“El mercado de productos para quimioterapia está creciendo, y está creciendo en lugares donde a menudo las agencias reguladoras no cuentan con recursos suficientes”, afirma. “Es una situación muy riesgosa en este momento”.
Debido a que los medicamentos contra el cáncer a menudo ser tóxicos, se requiere equipo de protección y materiales de laboratorio adecuados para probarlos. Cuando trabajaba con un profesor de la Universidad de Adís Abeba, en Etiopía, el equipo de Lieberman desarrolló una sencilla prueba de campo para detectar visualmente si un fármaco contiene la cantidad correcta de ingrediente activo. Puede ser utilizada por una enfermera junto a la cama del paciente y cuesta tan solo US$ 2. Los investigadores la probaron con dosis sobrantes de cisplatino de un hospital. Todas ellas tenían etiquetas de Naprod Life Sciences.
Lieberman dice que pronto quedó claro que “había algo extraño en esos medicamentos”. Una línea que debería haberse vuelto naranja si todo estuviera a la altura de los estándares lucía un amarillo más tenue. Hizo que enviaran las muestras a su laboratorio en Indiana para realizar pruebas más precisas.
Cada muestra tenía solo entre un 40% y un 70% del ingrediente activo declarado, una cantidad tan baja que el medicamento podría resultar inútil. Pruebas adicionales determinaron que los medicamentos no se habían visto comprometidos después de su fabricación. Naprod había exportado medicamentos a Etiopía sin suficiente ingrediente activo.
Se supone que los fabricantes deben probar su medicamento antes de lanzarlo al mercado. “Ellos vieron el problema y lo vendieron de todos modos, o alguien se saltó pasos”, dice Prashant Yadav, investigador principal del Centro para el Desarrollo Global que estudia cadenas de suministro para atención médica.
Lieberman informó del problema a la OMS y a la FDA de Etiopía. Los funcionarios de la OMS dicen que hicieron un seguimiento, pero el regulador no pidió su ayuda. La FDA etíope no respondió a solicitudes de comentario. Naprod dijo: “Se han implementado debidamente respuestas y medidas adecuadas”.
Los antecedentes de Naprod de venta de medicamentos peligrosos han tenido poco impacto en sus operaciones, dicen exempleados, que pidieron no ser identificados porque todavía trabajan en la industria. Dos exempleados, que estaban en Naprod cuando se fabricaron algunos de los lotes contaminados de metotrexato, dicen que fueron testigos de pruebas de esterilidad fallidas durante su período allí. Cada vez que un lote no pasa una prueba de esterilidad, los empleados deberían desecharlo e investigar cómo se contaminó.
Naprod no hacía nada de eso, dicen. En su lugar, los medicamentos fallidos se reprocesaban (a veces filtrándolos nuevamente) y se vendían. Existe el riesgo de que esa práctica arruine la calidad de los medicamentos. No realizar una investigación adecuada deja abierta la posibilidad de futuras fallas de esterilidad. El mensaje, dice uno de los exempleados, es no desechar los medicamentos, si no enviarlos.
Un alto exempleado de control de calidad que se fue hace poco de la firma dice que su equipo era constantemente desautorizado. Cuando trabajaba en otras compañías farmacéuticas, dice, los gerentes de control de calidad tenían el poder de pausar la producción o reasignar a un empleado cuando algo se hacía incorrectamente, por ejemplo, si un trabajador ingresaba a una habitación estéril sin guantes o entraba demasiado rápido. Pero no en Naprod. Detener la producción conlleva un alto precio.
“Para rebajar los costos, reducen la mano de obra y recortan gastos”, afirma el científico, que dejó la empresa hace poco. Renunció ante la frustración de que sus jefes ignoraran una y otra vez los problemas de seguridad que había reportado. Dice que lo presionaron para acelerar las pruebas de esterilidad, simplificando métodos que hicieron que los resultados no fueran confiables: “No se puede confiar en ninguno de los informes de especificaciones de calidad de Naprod, incluidos los que yo envié”. También dice que en ocasiones le pedían a su equipo que trabajara horas extras justo antes de inspecciones regulatorias importantes. Entre los preparativos estaba la creación de documentos retroactivos necesarios para procesos importantes.
Naprod dijo que “siempre ha tenido revisiones apropiadas de calidad y control” y no ha recibido quejas formales de ningún empleado por problemas de calidad.
La primavera pasada, tres años después de la muerte de Valery y Cristhian, los inspectores de salud de Colombia llegaron a las instalaciones de Naprod. Como de costumbre, habían informado a la empresa de la visita con al menos dos meses de antelación. Los inspectores no encontraron problemas importantes.
Pero en enero, se le ordenó a la empresa retirar del mercado un medicamento que había vendido en Tailandia. El Gobierno descubrió que el medicamento no cumplía con los estándares de calidad y se había reportado una reacción adversa, según la OMS. El medicamento, llamado leucovorina cálcica, se usa para tratar los efectos secundarios del metotrexato. Según el regulador estatal, Naprod tampoco alertó a las autoridades locales indias sobre esto.
La compañía continúa ofreciendo sus medicamentos a potenciales clientes en todo el mundo, especialmente aquellos en mercados menos regulados. En una de las mayores ferias farmacéuticas del mundo, celebrada en octubre en Barcelona, los materiales de promoción de Naprod y Mac-Chem mostraban los sellos de aprobación de la Unión Europea, pese a que las autoridades determinaron que la planta de Mac-Chem ya no cumple con los estándares de fabricación europeos. Pero depende de los potenciales compradores enterarse de eso.